LA CUARTA CANCIÓN:
EL SACRIFICIO Y LA
EXALTACIÓN DEL SIERVO.
Isaías
52: 13 - 53:12.
Estrofa 5 (53:10-12): El triunfo del Siervo
por medio de la muerte.
En
esta última sección de la canción se vuelve a la nota del principio porque
Jehová habla de «mi Siervo» (vers. 11), dando una explicación del enigma que
arrojan los sucesos de la estrofa anterior. Indica que fue por la expresa
voluntad de Dios trino que el Siervo padeció. Fue «entregado por determinado
consejo y anticipado conocimiento de Dios», dijo Pedro en Pentecostés, y éste
es el énfasis aquí. La ofrenda de expiación se refiere concretamente a la de la
culpa de Levítico 5:15; comporta el concepto de la plena satisfacción por
cualquier ofensa demandada por un Dios justo. De nuevo se distingue entre «el
pecado» (culpa) de la raza en bloque (versículos 10 y 12) y las «inquietudes»
de los muchos que son beneficiarios de su Obra. También notamos la justificación
por medio de conocerle a Él (se sobreentiende como Señor, Salvador y
Sustituto), enfatizando además otra vez que Él fue justo (versículo 11,
compárese con 1 Pedro 3:18).
Pero
el énfasis principal de la estrofa es el pleno triunfo del Siervo a través de su muerte, concepto
extraño si se aplicase a cualquier otra persona. Sólo Él ha dado su vida por
sus enemigos y ganado el máximo laurel en la cruel lid de la Cruz. Por esto
Jehová habla de su Resurrección y la vida eterna («prolongará sus días»), de la creación de
todo un linaje de hijos (la «cosecha de la Cruz» como alguien los ha llamado),
y el cumplimiento pleno de todos los propósitos divinos en sus manos. Y al
contemplar las consecuencias tan extensas de su sufrimiento, lo dará todo por
bien empleado: «será saciado» (o satisfecho).
El
expositor Buksbazen cree que la idea de «llevar las iniquidades de ellos» del
versículo 11, colocada después de la referencia a la Resurrección, y teniendo
en cuenta su intercesión por los pecados del versículo 12, se refiere
primordialmente a la Obra mediadora desde la diestra de Dios, es decir, su obra
Sumo sacerdotal. Esta interpretación es posible, pero es más probable que se
trate de su Obra expiatoria, ya que las tres palabras
principales empleadas (llevas, pecados, iniquidades) aparecen textualmente en
Levítico 16:22. Pero en realidad, aunque no se refiera en primer término a la
obra sumo sacerdotal de Cristo, la abarca indirectamente puesto que es
sobre la base de la expiación que Él puede realizar
todo lo que hace ahora a favor de su pueblo, como
nos enseña claramente el escritor de Hebreos.
Al
hablar de su victoria bajo la figura del reparto de un botín (vers. 12) surge
la pregunta inevitable: ¿quiénes son los «muchos» y «numerosos» (nótese la
traducción más exacta y el paralelismo acumulativo) con los que Él
reparte los despojos, y a qué se refiere la porción mencionada? ¿Es que hay
otros que han tomado parte en la batalla y merecen una parte del
botín? La contestación se halla en pasajes como el Salmo 68:18 y comentado por
Pablo en Efesios 4:8-10. Hay un solo Vencedor, Cristo, pero a raíz de su
triunfo habiendo hecho muchos cautivos, da dones a los que pasan a servir en
sus filas. Porque Él derramó su todo hasta la muerte -su vida de infinito valor
en la Cruz-, puede ahora derramar sobre cuantos se rinden ante Él los
resultados abundantes de vida que surgen de su victoria; acontecimiento que tuvo
lugar en Pentecostés, en el descenso del Espíritu Santo.
La
canción termina sobre esta nota de victoria total, enfatizando que sobre todo
el poder del infierno que había arrastrado a los hombres a la rebeldía, la
transgresión y la ofensa, triunfa la entrega absoluta y Resurrección del Justo,
junto con la Venida del cielo del Espíritu Santo (sobreentendida) que dotó a la
raza de todos los recursos poderosos de la humanidad glorificada del Hijo. La
nota final, asimismo, es sencillamente conmovedora, al recordar la falta total
de egoísmo que manifestó el Siervo cuando en medio de dolores espantosos
piensa en sus verdugos e intercede por su perdón. Y este rasgo anticipatorio de
su presente Obra sumo sacerdotal a la diestra de Aquel que «vive para siempre
para interceder por ellos» (Hebreos 7:25), redondea hermosamente todo el
retrato del gran protagonista que hemos ido contemplando en las cuatro
canciones.
Ponemos fin al
comentario sobre esta maravillosa porción de las Escrituras con una cita
elocuente del gran expositor Delitzch, que resume en unas
frases incisivas las paradojas gloriosas de la canción: «el Siervo de Jehová
pasa por el oprobio y la vergüenza para llegar a la gloria, y por la muerte a
fin de vivir para siempre. Triunfa por medio de la entrega de sí mismo;
gobierna después de servir como esclavo; vive después de muerto; cumple su Obra
luego de haber sido anulado aparentemente. Su gloria resplandece sobre las
sombras de la humillación más profunda». Que el Señor nos ayude a nosotros, no
sólo a contemplarle extasiados sino a seguirle fielmente, mostrando los mismos
rasgos del servicio a Dios que vemos en el Cristo
de Dios. Para eso mismo nos ha llamado a nosotros.
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