viernes, 2 de agosto de 2019

LA OBRA DE CRISTO(6)

EN EL PASADO, EN EL PRESENTE Y EN EL PORVENIR








Y esta gran obra que vino a hacer, quedó cumplida. Sus palabras: “Consumado es” que pronunció en la cruz, nos aseguran que todo quedó hecho. El velo rasgado y la tumba abierta nos dicen “Consumado es.” Más, ¿qué se ha realizado por su obra bendita? Eso no podemos comprenderlo en tanto que tengamos que mirar por un cristal ahumado. Cuando por último seamos llamados a su presencia, cuando estemos transformados a imagen suya, cuando participemos con El de la herencia gloriosa, cuando al fin no exista el pecado ni la muerte, y cuando un nuevo cielo y una nueva tierra entren en existencia, entonces tendremos más completa concepción de lo que esa obra ha llevado a cabo. TODO, TODO cuanto nosotros, como criaturas suyas tenemos y somos, todo cuanto tengamos y seamos, brota del bendito manantial de la cruz de Cristo.
Jesús murió por todos; se sacrificó para rescatarnos a todos, y fue por nosotros por quienes saboreó la muerte; Él es la propiciación para todo el mundo, (no para los pecados de todo el mundo, porque de ser así el mundo entero se salvaría). Lo que quiere decir esto, es que su obra está al alcance de todos los pecadores. Basado en la circunstancia de que Jesús murió por todos es que se predica la doctrina del evangelio a los pecadores extraviados y delin­cuentes. Cristo murió por el impío. “Quien quiera” — quien crea,” he ahí las preciosas condiciones del evangelio de gracia que proyectan de la obra que Cristo consumó en la cruz. Y por todos los que en El crean, y le acepten como su Salvador, fue por quienes El llevó los pecados en la cruz. Todo pecador creyente puede volver la mirada a la cruz y decir: Él me amó, por mí se sacrificó, El pagó mi deuda, cargó con mis pecados hasta la cruz, tomó mi lugar, me sustituyó, y por mis culpas saboreó la muerte.”
Mucho de las perniciosas doctrinas de nuestros días, tales como lo de la salvación universal, lo de la esperanza mayor, lo del alba del milenio, etc., emana de la mala interpretación que se da al significado de la propiciación y de la sustitución. La propiciación es la fase del sacrificio de Cristo que atañe a Dios; la propiciación satisface a Dios. Pero esto no quiere decir que por consecuencia de ello se va a salvar todo el mundo. El cargó con los pecados de muchos, no con los pecados de todos; sustituyó en la cruz sólo a aquellos que creen en El.
Y ¿qué poseemos nosotros los que hemos creído en Jesús y le tenemos por nuestro Salvador y Sustituto.' Para responder a esta pregunta pudiéramos transcribir muchos pasajes escritúrales, pero como no disponemos de espacio bastante para hacerlo, nos limitaremos a citar sucintamente unas cuantas cosas de las cuales los pecadores creyentes disfrutan, debido a la obra consumada por Cristo en la cruz
GOZAMOS DE UNA PERFECTA JUSTIFI­CACION. Todos nuestros pecados están para siempre redimidos, porque Cristo los llevó con El a la cruz, pagando con su muerte el precio del rescate. La sangre de Jesucristo, que era el Hijo de Dios, nos limpió de todo pecado. Esa deuda ha quedado cabalmente pagada para siempre. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenara? Cristo es el que murió” Ro.8.34; “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”, Ro.8.1.
GOZAMOS DE UNA PERFECTA PAZ CON DIOS. La paz fue hecha con la sangre derramada en ¡a cruz, una paz que no po­drá rescindirse jamás. Estamos en paz con Dios por la intervención de nuestro Señor Jesucristo. El en sí es la paz. Muchos cristianos imaginan que la paz con Dios depende de su vocación y de su culto. Si pecan creen que han perdido la paz con Dios y su puesto ante El y que a menos que no se restituyan están perdidos para siempre. Pero no es la vocación, ni el culto, ni nada de lo que hayamos hecho, estemos haciendo o podamos hacer lo que forma la base en que se asienta nuestra paz con Dios, sino lo que Dios ha hecho por nosotros en la obra de expiación, realizada por Cristo en la cruz.
Por tanto, GOZAMOS DE PERFECTA ACEPTACION Y TENEMOS PUESTO ANTE DIOS; GOZAMOS DE PERFECTA PROXIMIDAD Y DE PERFECTO ACCESO A DIOS. Por la sangre ver­tida nos hallamos inmediatos a Dios. Con la con­ciencia exenta de todo pecado podemos tomar nuestro puesto en la presencia de Dios, purgados y clarifica­dos; hechos completos por su gracia; tan inmediatos a Dios como lo está su mismo Hijo.
Su obra bendita en la cruz extinguió el pecado. Nosotros hemos muerto para el mundo, para nosotros mismos, para el pecado y para la ley. Cuando se cru­cificó a Cristo también se crucificó al pecado.
“El pecado no se enseñoreará de vosotros” Ro. 6.14. He ahí el mensaje bendito enviado desde la cruz. GOZAMOS DEL LIBRAMIENTO DEL DOMINIO DE SATANAS Y DEL PERFECTO DERECHO A LA HERENCIA ETERNA. Esto no ofrece la más mínima duda. Gozamos de la salvación, esta­mos salvados, protegidos para siempre, somos hijos y herederos de Dios que moramos en el Espíritu Santo, y gozamos de infinitos beneficios, todo por virtud de la obra consumada por Cristo en la cruz.
Y a esto agregaremos que Él amó a la Iglesia en la cruz y que por ella se sacrificó. En la Cruz mu­rió por Israel y por consecuencia de ello el resto de aquel pueblo será librado de toda iniquidad y perver­sión, tal como Balaam los contempló; “No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel” Nm. 23.21. La creación gimiente, al fin y al cabo, será libertada de la servidumbre a la corrupción y entrará en la libertad de los hijos de Dios, porque para eso El derramó su sangre en la cruz. Todas las cosas celestiales y terrenales [no las cosas que están en las cavernas de la tierra] se reconciliarán por motivo de la muerte de Cristo en la cruz.

Nosotros, quienes hemos sido reconciliados y redimidos por su sangre, debemos tener presente en nuestras mentes que por nuestro rescate se estipuló un precio y que el precio se pagó. “Porque compra­dos sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” 1 Co. 6 20. Nosotros por su muerte hemos muerto teóricamente. Todos los que creen en El han muerto. Hemos muerto para la ley, para el mundo y para el pecado. Pero ¿estamos en realidad viviendo, andando y conduciéndonos como los que han muerto y están muertos para el pecado y viven en Dios? Nosotros, los que buscamos la carne, negamos prácticamente la virtud y el poder de la sacrosanta obra de Cristo en la cruz.
¡Exaltemos en nuestras vidas, por palabras y obras, la cruz de Cristo! “Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” Ga. 6.14.

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