EN EL PASADO, EN EL PRESENTE Y EN EL PORVENIR
Y esta gran obra que
vino a hacer, quedó cumplida. Sus palabras: “Consumado es” que pronunció en la
cruz, nos aseguran que todo quedó hecho. El velo rasgado y la tumba abierta nos
dicen “Consumado es.” Más, ¿qué se ha realizado por su obra bendita? Eso no
podemos comprenderlo en tanto que tengamos que mirar por un cristal ahumado. Cuando
por último seamos llamados a su presencia, cuando estemos transformados a
imagen suya, cuando participemos con El de la herencia gloriosa, cuando al fin
no exista el pecado ni la muerte, y cuando un nuevo cielo y una nueva tierra
entren en existencia, entonces tendremos más completa concepción de lo que esa
obra ha llevado a cabo. TODO, TODO cuanto nosotros, como criaturas suyas tenemos
y somos, todo cuanto tengamos y seamos, brota del bendito manantial de la cruz
de Cristo.
Jesús murió por
todos; se sacrificó para rescatarnos a todos, y fue por nosotros por quienes
saboreó la muerte; Él es la propiciación para todo el mundo, (no para los
pecados de todo el mundo, porque de ser así el mundo entero se salvaría). Lo
que quiere decir esto, es que su obra está al alcance de todos los pecadores.
Basado en la circunstancia de que Jesús murió por todos es que se predica la
doctrina del evangelio a los pecadores extraviados y delincuentes. Cristo
murió por el impío. “Quien quiera” — quien crea,” he ahí las preciosas
condiciones del evangelio de gracia que proyectan de la obra que Cristo consumó
en la cruz. Y por todos los que en El crean, y le acepten como su Salvador, fue
por quienes El llevó los pecados en la cruz. Todo pecador creyente puede volver
la mirada a la cruz y decir: Él me amó, por mí se sacrificó, El pagó mi deuda,
cargó con mis pecados hasta la cruz, tomó mi lugar, me sustituyó, y por mis
culpas saboreó la muerte.”
Mucho de las
perniciosas doctrinas de nuestros días, tales como lo de la salvación
universal, lo de la esperanza mayor, lo del alba del milenio, etc., emana de la
mala interpretación que se da al significado de la propiciación y de la
sustitución. La propiciación es la fase del sacrificio de Cristo que atañe a
Dios; la propiciación satisface a Dios. Pero esto no quiere decir que por
consecuencia de ello se va a salvar todo el mundo. El cargó con los pecados de
muchos, no con los pecados de todos; sustituyó en la cruz sólo a aquellos que
creen en El.
Y ¿qué poseemos
nosotros los que hemos creído en Jesús y le tenemos por nuestro Salvador y
Sustituto.' Para responder a esta pregunta pudiéramos transcribir muchos
pasajes escritúrales, pero como no disponemos de espacio bastante para hacerlo,
nos limitaremos a citar sucintamente unas cuantas cosas de las cuales los
pecadores creyentes disfrutan, debido a la obra consumada por Cristo en la cruz
GOZAMOS DE UNA
PERFECTA JUSTIFICACION. Todos nuestros pecados están para siempre redimidos,
porque Cristo los llevó con El a la cruz, pagando con su muerte el precio del
rescate. La sangre de Jesucristo, que era el Hijo de Dios, nos limpió de todo
pecado. Esa deuda ha quedado cabalmente pagada para siempre. “¿Quién acusará a
los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenara?
Cristo es el que murió” Ro.8.34; “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús”, Ro.8.1.
GOZAMOS DE UNA
PERFECTA PAZ CON DIOS. La paz fue hecha con la sangre derramada en ¡a cruz, una
paz que no podrá rescindirse jamás. Estamos en paz con Dios por la
intervención de nuestro Señor Jesucristo. El en sí es la paz. Muchos cristianos
imaginan que la paz con Dios depende de su vocación y de su culto. Si pecan
creen que han perdido la paz con Dios y su puesto ante El y que a menos que no
se restituyan están perdidos para siempre. Pero no es la vocación, ni el culto,
ni nada de lo que hayamos hecho, estemos haciendo o podamos hacer lo que forma
la base en que se asienta nuestra paz con Dios, sino lo que Dios ha hecho por
nosotros en la obra de expiación, realizada por Cristo en la cruz.
Por tanto, GOZAMOS
DE PERFECTA ACEPTACION Y TENEMOS PUESTO ANTE DIOS; GOZAMOS DE PERFECTA
PROXIMIDAD Y DE PERFECTO ACCESO A DIOS. Por la sangre vertida nos hallamos
inmediatos a Dios. Con la conciencia exenta de todo pecado podemos tomar
nuestro puesto en la presencia de Dios, purgados y clarificados; hechos
completos por su gracia; tan inmediatos a Dios como lo está su mismo Hijo.
Su obra bendita en
la cruz extinguió el pecado. Nosotros hemos muerto para el mundo, para nosotros
mismos, para el pecado y para la ley. Cuando se crucificó a Cristo también se
crucificó al pecado.
“El pecado no se
enseñoreará de vosotros” Ro. 6.14. He ahí el mensaje bendito enviado desde la
cruz. GOZAMOS DEL LIBRAMIENTO DEL DOMINIO DE SATANAS Y DEL PERFECTO DERECHO A
LA HERENCIA ETERNA. Esto no ofrece la más mínima duda. Gozamos de la salvación,
estamos salvados, protegidos para siempre, somos hijos y herederos de Dios que
moramos en el Espíritu Santo, y gozamos de infinitos beneficios, todo por
virtud de la obra consumada por Cristo en la cruz.
Y a esto agregaremos
que Él amó a la Iglesia en la cruz y que por ella se sacrificó. En la Cruz murió
por Israel y por consecuencia de ello el resto de aquel pueblo será librado de
toda iniquidad y perversión, tal como Balaam los contempló; “No ha notado
iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel” Nm. 23.21. La creación
gimiente, al fin y al cabo, será libertada de la servidumbre a la corrupción y
entrará en la libertad de los hijos de Dios, porque para eso El derramó su
sangre en la cruz. Todas las cosas celestiales y terrenales [no las cosas que
están en las cavernas de la tierra] se reconciliarán por motivo de la muerte de
Cristo en la cruz.
Nosotros, quienes
hemos sido reconciliados y redimidos por su sangre, debemos tener presente en
nuestras mentes que por nuestro rescate se estipuló un precio y que el precio
se pagó. “Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” 1 Co. 6 20. Nosotros por
su muerte hemos muerto teóricamente. Todos los que creen en El han muerto.
Hemos muerto para la ley, para el mundo y para el pecado. Pero ¿estamos en
realidad viviendo, andando y conduciéndonos como los que han muerto y están
muertos para el pecado y viven en Dios? Nosotros, los que buscamos la carne,
negamos prácticamente la virtud y el poder de la sacrosanta obra de Cristo en
la cruz.
¡Exaltemos
en nuestras vidas, por palabras y obras, la cruz de Cristo! “Mas lejos esté de
mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo
me es crucificado a mí, y yo al mundo” Ga. 6.14.
No hay comentarios:
Publicar un comentario