domingo, 12 de diciembre de 2021

Ganando Almas a la manera bíblica

 Discipulado

por William MacDonald

Al ganar almas para Cristo, uno de los grandes peligros es que los convertidos pueden llegar a detenerse y no completar el discipulado. Demasiados se contentan con aceptar a Cristo como Salvador, y pare­cen no estar dispuestos a seguirle apasionada y devotamente, cual­quiera sea el costo. Por tanto, todo obrero cristiano debería esforzarse por eliminar esa brecha entre la conversión y la consagración.


            Una lectura superficial de los evangelios nos mostraría que Cristo no llama a los hombres a vidas de comodidad, prosperidad y populari­dad. En lugar de eso, establece demandas muy duras para quienes se­rán sus discípulos. Las siguientes son las marcas del discipulado:

1. Primero, el deseo de negarse a sí mismo, tomar su cruz, y seguirlo (Mateo 16:24).

            Negarse a sí mismo significa aceptar que el yo no tiene nin­gún derecho, y someter totalmente la voluntad propia a la voluntad de Cristo.

            Tomar la cruz significa morir a la atracción del pecado, a los reclamos del yo y a los aplausos del mundo. La cruz significa vergüen­za, sufrimiento y muerte para el Señor. No deberíamos esperar nada mejor de esta vida.

            Seguirle significa ir a donde Él quiera que vayamos, donde sea, y sea cual sea el costo.

2.Segundo, una constante permanencia en las enseñanzas de Cristo 0uan 8:31). Esto implica una profunda sumisión a la volun­tad de nuestro Señor en todo tiempo (1 Juan 3:24).

3.Tercero, un amor por Cristo que hace que cualquier otro amor se vea como odio en comparación (Lucas 14:26).

            También, un amor por otros cristianos (Juan 13:35). Es inú­til hablar de amar a Dios si no amamos a Su pueblo (1 Juan 4:20).

            Por último, una vida fructífera para Dios (Juan 15:8). Esto implica no solo celo en el servicio, sino más particularmente, en el cre­cimiento en gracia y en semejanza a Cristo.

            Ahora, es posible ser un creyente en el Señor Jesús y aun así no ser un discípulo. El discipulado es un camino que el cristiano puede elegir o rechazar. Comienza con un acto definitivo de compromiso con Cristo, y continúa con una experiencia diaria de entrega a Él (Romanos 12:1-2).

            El discipulado implica aborrecer el mundo (Lucas 6:22; Juan 15:18-21; 17:14). Implica persecución (Lucas 10:3; Juan 16:1-3; 2 Timoteo 3:12). Im­plica ridículo (I Pedro 4:4). Significa soledad—caminar por el mundo como extranjeros y pere­grinos (Juan 17:16; 1 Pedro 2:11). Significa vivir sacrificialmente para extender el evangelio (Hechos 20:24; Filipenses 3:8). Puede significar pobreza (2 Corintios 11:27). En resumen, significa vivir solo para el Señor Jesucristo (Mateo 6:24).

            Pero también hay tres grandes impedimentos para el verdadero discipulado, los cuales se describen gráficamente en Lucas 9:57-62.

            El primero es la COMODIDAD MATERIAL. “Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le di­jo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; más el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza (w. 57-58).

            Este hombre expresó su voluntad de seguir al Señor a donde fue­ra. En respuesta, el Señor le recordó que eso implicaría ser más pobre que las zorras o las aves. Esta es la última vez que se menciona a este hombre. No había tomado en cuenta el costo.

            Los convertidos deben ser enseñados que el discipulado significa disposición a dejar aparatos electrónicos, muebles cómodos y casas bien equipadas. Quizá tendrán que ver a amigos cristianos que prospe­ran materialmente mientras ellos se sacrifican deliberadamente para enviar dinero a misioneros, o ir ellos mismos con el evangelio.

            El segundo gran impedimento es el TRABAJO o la OCU­PACION. “Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que pri­mero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.” (w. 59- 60). Este hombre tenía un trabajo qué hacer. Quena enterrar a su pa­dre. Era algo perfectamente respetable, pero no debía haber impedido el discipulado. El hombre dijo en efecto: “Señor, déjame (...) prime­ro,” con lo cual mostraba que no estaba calificado para seguir al Señor.

            La respuesta del Señor es más reveladora: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios”. En otras palabras, hay ciertas tareas que hasta los muertos espirituales pueden hacer, como enterrar a los muertos. Pero hay otros trabajos que solo puede hacer un cristiano, como predicar el reino de Dios. No debería­mos pasar nuestras vidas haciendo lo que los incrédulos pueden hacer.

            Este pasaje no significa que los cristianos no deban comprometer­se en ocupaciones seculares. No obstante, nuestro trabajo no debería ser la gran meta de nuestra existencia. No deberíamos vivir simple­mente para comprar comida y vestimenta. Sino que nuestro principal objetivo debería ser que Cristo sea conocido, y nuestro trabajo solo al­go secundario. Dios ya ha prometido proveer comida y vestimenta a quienes ponen Su causa en primer lugar (Mateo 6:33). William Carey dijo que su trabajo era predicar el evangelio, y reparaba zapatos para cubrir los gastos.

            El tercer impedimento es la FAMILIA o los VÍNCULOS SO­CIALES. “Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (w. 61,62). Este hombre comenzó a arar, y luego recordó a sus amigos, y se volvió. El Señor quiso decir: “Mis discípulos están hechos de un material más firme que ese”.

            Entonces, el discipulado implica constancia y estabilidad. Padres y madres que lloraban, y parientes socialmente ambiciosos, han im­pedido que muchos nuevos creyentes sigan a Cristo. El necio conse­jo de los amigos: “Tienes que pensar en el futuro,” ha hecho desviar­se a otros.

            Los nuevos creyentes deben saber que las demandas de Cristo es­tán primero. Ellos deben estar advertidos de no juzgar al verdadero cristianismo por lo que ven a su alrededor, sino que deben volver al Nuevo Testamento para aprender lo que realmente significa ser un se­guidor del Señor Jesús. Deben saber que solo al estar dispuestos a mo­rir podrán traer vida a otros, y encontrar recompensa eterna para ellos mismos (Juan 12:24). Deben aprender a decir de corazón:

Oh, Cristo,

Tus manos y pies ensangrentados,

Tu sacrificio por mí:

Cada herida, cada lágrima demanda mi vida,

Un sacrificio para Ti”


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