Discipulado
por William MacDonald
Al
ganar almas para Cristo, uno de los grandes peligros es que los convertidos
pueden llegar a detenerse y no completar el discipulado. Demasiados se
contentan con aceptar a Cristo como Salvador, y parecen no estar dispuestos a
seguirle apasionada y devotamente, cualquiera sea el costo. Por tanto, todo
obrero cristiano debería esforzarse por eliminar esa brecha entre la conversión
y la consagración.
Una
lectura superficial de los evangelios nos mostraría que Cristo no llama a los
hombres a vidas de comodidad, prosperidad y popularidad. En lugar de eso,
establece demandas muy duras para quienes serán sus discípulos. Las siguientes
son las marcas del discipulado:
1. Primero, el deseo de negarse a sí mismo,
tomar su cruz, y seguirlo (Mateo 16:24).
Negarse
a sí mismo significa aceptar que el yo no tiene ningún derecho, y someter
totalmente la voluntad propia a la voluntad de Cristo.
Tomar
la cruz significa morir a la atracción del pecado, a los reclamos del yo y a
los aplausos del mundo. La cruz significa vergüenza, sufrimiento y muerte para
el Señor. No deberíamos esperar nada mejor de esta vida.
Seguirle significa ir a donde Él
quiera que vayamos, donde sea, y sea cual sea el costo.
2.Segundo, una constante
permanencia en las enseñanzas de Cristo 0uan 8:31). Esto implica una profunda
sumisión a la voluntad de nuestro Señor en todo tiempo (1 Juan 3:24).
3.Tercero, un amor
por Cristo que hace que cualquier otro amor se vea como odio en comparación
(Lucas 14:26).
También, un amor por otros
cristianos (Juan 13:35). Es inútil hablar de amar a Dios si no amamos a Su
pueblo (1 Juan 4:20).
Por último, una vida fructífera para
Dios (Juan 15:8). Esto implica no solo celo en el servicio, sino más
particularmente, en el crecimiento en gracia y en semejanza a Cristo.
Ahora, es posible ser un creyente en
el Señor Jesús y aun así no ser un discípulo. El discipulado es un camino que
el cristiano puede elegir o rechazar. Comienza con un acto definitivo de
compromiso con Cristo, y continúa con una experiencia diaria de entrega a Él
(Romanos 12:1-2).
El discipulado implica aborrecer el
mundo (Lucas 6:22; Juan 15:18-21; 17:14). Implica persecución (Lucas 10:3; Juan
16:1-3; 2 Timoteo 3:12). Implica ridículo (I Pedro 4:4). Significa
soledad—caminar por el mundo como extranjeros y peregrinos (Juan 17:16; 1
Pedro 2:11). Significa vivir sacrificialmente para extender el evangelio
(Hechos 20:24; Filipenses 3:8). Puede significar pobreza (2 Corintios 11:27). En
resumen, significa vivir solo para el Señor Jesucristo (Mateo 6:24).
Pero
también hay tres grandes impedimentos para el verdadero discipulado, los cuales
se describen gráficamente en Lucas 9:57-62.
El
primero es la COMODIDAD MATERIAL. “Yendo ellos, uno le dijo en el camino:
Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen
guaridas, y las aves de los cielos nidos; más el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar la cabeza (w. 57-58).
Este
hombre expresó su voluntad de seguir al Señor a donde fuera. En respuesta, el
Señor le recordó que eso implicaría ser más pobre que las zorras o las aves.
Esta es la última vez que se menciona a este hombre. No había tomado en cuenta
el costo.
Los
convertidos deben ser enseñados que el discipulado significa disposición a
dejar aparatos electrónicos, muebles cómodos y casas bien equipadas. Quizá
tendrán que ver a amigos cristianos que prosperan materialmente mientras ellos
se sacrifican deliberadamente para enviar dinero a misioneros, o ir ellos
mismos con el evangelio.
El
segundo gran impedimento es el TRABAJO o la OCUPACION. “Y dijo a otro:
Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia
el reino de Dios.” (w. 59- 60). Este hombre tenía un trabajo qué hacer. Quena
enterrar a su padre. Era algo perfectamente respetable, pero no debía haber
impedido el discipulado. El hombre dijo en efecto: “Señor, déjame (...) primero,”
con lo cual mostraba que no estaba calificado para seguir al Señor.
La
respuesta del Señor es más reveladora: “Deja que los muertos entierren a sus
muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios”. En otras palabras, hay ciertas
tareas que hasta los muertos espirituales pueden hacer, como enterrar a los
muertos. Pero hay otros trabajos que solo puede hacer un cristiano, como
predicar el reino de Dios. No deberíamos pasar nuestras vidas haciendo lo que
los incrédulos pueden hacer.
Este
pasaje no significa que los cristianos no deban comprometerse en ocupaciones
seculares. No obstante, nuestro trabajo no debería ser la gran meta de nuestra
existencia. No deberíamos vivir simplemente para comprar comida y vestimenta.
Sino que nuestro principal objetivo debería ser que Cristo sea conocido, y
nuestro trabajo solo algo secundario. Dios ya ha prometido proveer comida y
vestimenta a quienes ponen Su causa en primer lugar (Mateo 6:33). William Carey
dijo que su trabajo era predicar el evangelio, y reparaba zapatos para cubrir
los gastos.
El
tercer impedimento es la FAMILIA o los VÍNCULOS SOCIALES. “Entonces también
dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que
están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado
mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (w. 61,62). Este hombre
comenzó a arar, y luego recordó a sus amigos, y se volvió. El Señor quiso
decir: “Mis discípulos están hechos de un material más firme que ese”.
Entonces,
el discipulado implica constancia y estabilidad. Padres y madres que lloraban,
y parientes socialmente ambiciosos, han impedido que muchos nuevos creyentes
sigan a Cristo. El necio consejo de los amigos: “Tienes que pensar en el
futuro,” ha hecho desviarse a otros.
Los
nuevos creyentes deben saber que las demandas de Cristo están primero. Ellos
deben estar advertidos de no juzgar al verdadero cristianismo por lo que ven a
su alrededor, sino que deben volver al Nuevo Testamento para aprender lo que
realmente significa ser un seguidor del Señor Jesús. Deben saber que solo al
estar dispuestos a morir podrán traer vida a otros, y encontrar recompensa
eterna para ellos mismos (Juan 12:24). Deben aprender a decir de corazón:
“Oh,
Cristo,
Tus
manos y pies ensangrentados,
Tu
sacrificio por mí:
Cada
herida, cada lágrima demanda mi vida,
Un
sacrificio para Ti”
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