por E. W. Rodgers
VI ¾ 4.1 al 16;
Ministerio en la iglesia
El método de Pablo es
siempre el de declarar la doctrina y luego mostrar sus consecuencias prácticas;
la una no debe ser divorciada de la otra. En esta Epístola Pablo aplica en tres
direcciones la doctrina que ha desarrollada:
entre el pueblo de Dios, 4.1 al 16;
en la sociedad en general, 4.17 al 5.21;
en cuanto a relaciones específicas, 5.22 al 6.9.
En 4.1 al 3 se
exhorta a los efesios a
andar conforme a la
dignidad de su vocación; es un asunto personal y particular;
manifestar humildad y
mansedumbre ¾cualidades que caracterizaron al Señor Jesucristo, Mateo 11.29¾ es cosa
relativa, involucrando a otros;
esforzarse a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; es
cosa corporativa, relacionada con todo el cuerpo.
Así como un príncipe está destinado a ser rey más
adelante, y su conducta debe estar acorde con este llamamiento, también
nosotros debemos conducirnos en consonancia con nuestro elevado destino como
está definido en los capítulos anteriores.
Tampoco debemos
olvidarnos de que cualesquiera que sean los defectos que encontramos en
nuestros hermanos, y por mucho que ponen a prueba nuestra paciencia, ellos
tienen sentimientos similares en cuanto a nosotros. Por esto Pablo exhorta a
ser como Cristo, no dogmáticos sino caracterizados por la mansedumbre ¾la fuerza bajo
control¾ ya que ser manso no es ser débil; debe haber paciencia.
Corporativamente se nos exige guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz. No se nos manda hacer esta unidad; en los
capítulos anteriores hemos visto que ya existe. Lo que debemos hacer es ser
diligentes en preservar su manifestación por la manera pacífica en que vivimos
con nuestros hermanos. La unidad invisible se queda intacta, pero, tristemente,
ha faltado su expresión visible.
La unidad explicada
En el 4.4 al 6
se abunda sobre esta unidad: en el versículo 4 la unidad en esencia, en el 5 la
unidad en profesión y en el 6 la unidad en gobierno.
Hay un cuerpo, así como en el 2.15:
un nuevo hombre. Hay un Espíritu, así como en el 2.18, “un mismo Espíritu”. Y,
hay una esperanza, la del
Hay un Señor, quien todo creyente ha
confesado: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor”, Romanos 10.9. Hay
una fe, a la cual todos subscribimos: “la fe que ha sido una vez dada a los
santos”, Judas 3. Es la fe objetiva encomendada a los creyentes. Hay un
bautismo, aparentemente refiriéndose al bautismo en agua, ya que el bautismo en
el Espíritu, del cual habla 1 Corintios 12.13, está implícito en el “un
cuerpo”.
En aquellos días primitivos, los
creyentes en Éfeso conocían el bautismo de Juan, pero éste ya había caducado,
así como los “lavamientos” del Antiguo Testamento, Hechos 19.3. Hablamos de
estas unidades como “profesionales” por cuanto todo creyente las profesa, pero
el hecho es que ha habido un grave alejamiento de la sencillez original.
Hay “un Dios y Padre de todos” (de
todos sus hijos), quien llena el todo y a quien todos son responsables.
Esta unidad séptupla no está expresada por alguna sede
visible sobre la tierra; la unidad del pueblo de Dios se basa en su vínculo
común con el Cristo glorificado en el cielo.
La diversidad
La sección 4.7 al 16
trata de la diversidad existente en la Iglesia, cosa que caracteriza todas las
obras de Dios, dondequiera que las veamos. “A cada uno de nosotros fue dada la
gracia”, 4.7, y la madurez se alcanzará “según la actividad propia de cada
miembro”, 4.17.
Pablo señala
claramente en 1 Corintios 12 ¾y nuestra experiencia lo confirma¾ que en el
cuerpo cada parte en particular tiene su función peculiar, y una falla en
cualquier- parte perjudica el cuerpo entero. Por cuanto nuestra función es un
“don” otorgado por el Cristo Exaltado, no tenemos base para jactancia ni para
queja. “¿Qué tienes que no hayas recibido?” 1 Corintios 4.7. Prominente o no,
grande o pequeño, cada uno es necesario para el otro e interdependiente del
otro.
Pablo cita del Salmo 68.18. [Con
cambios; el texto del salmo es: “Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad,
tomaste dones para los hombres ...”] El cuadro es aquel de un guerrero que
vuelve triunfante y recibe muchos regalos de aquellos que ha conquistado, y a
la vez reparte muchos regalos a su propio pueblo. Los pasajes paralelos y
explicativos se encuentran en Colosenses 2.15 y Hebreos 2.15: “... despojando a
los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz;” “... librar a los que por el temor a la muerte estaban
durante toda la vida sujetos a servidumbre”.
Bien es cierto que el Señor Jesús vino a la tierra y aquí
murió y fue sepultado, pero Pablo no entra en estos detalles en este pasaje.
Parece que el sentido de sus palabras es: “Ahora la palabra ascendida da a
entender que Él también descendió al nivel más bajo, aun hasta la tierra
misma;” 4.9. Es el Jesús histórico que es el Cristo de gloria, Aquel que se
rebajó a las más acentuadas profundidades del reproche y ahora ha sido exaltado
al más elevado pináculo de honor.
Qué son los dones
En los versículos que
estamos estudiando Pablo enumera los dones y declara su propósito, duración y
objeto, además del proceso por el cual operan.
Los dones enumerados aquí difieren de
aquéllos de 1 Corintios 12 que son más numerosos. La razón parece ser que 1
Corintios versa mayormente sobre la iglesia local mientras que Efesios está
enfocada especialmente sobre la Iglesia universal. Además, la epístola corintia
contemplaba en parte los primeros tiempos del cristianismo, mientras que la
epístola efesia no está tan restringida. Los “apóstoles” en su sentido primario
ya no están con nosotros en estos tiempos, ni están los “profetas”. La
calificación esencial para un apóstol debe ser aquella de haber visto con sus
propios ojos al Cristo Ascendido; véase 1 Corintios 9.1. La calificación
esencial para un profeta del Nuevo Testamento es que haya recibido una
revelación de verdad divina aparte de las Escrituras ya registradas; véase 1
Corintios 14.6, donde van juntos “revelación” y “profecía” como también
“ciencia” y “doctrina”. Son dones fundamentales, Efesios 2.20.
Los “evangelistas” son aquellos como Felipe, cuya obra
evangelística se documenta bien en Hechos 8. “Pastores y maestros” parecen
referirse conjuntamente a un mismo individuo que instruye por la enseñanza de
la Palabra y vela por el bienestar de las ovejas. En otras partes figuran como
“ancianos” y “sobreveedores”, y un requisito para que sean reconocidos como
tales es que sean aptos para enseñar, 1 Timoteo 3.2. Si no lo son, ¿cómo pueden
cuidar la grey? Hechos 20.28 al 31.
El propósito que Dios tenía en mente al dar estos dones era “para preparar a los
hombres de Dios para la obra del servicio, para que el cuerpo de Cristo sea
edificado”, 4.12, Nueva Versión Internacional. Las Escrituras no reconocen un
orden religioso especializado, aunque sí reconocen a aquellos que son llamados
de una manera especial a realizar una obra espiritual. “La obra del servicio”
es mejor traducción que “el ministerio” en la Reina-Valera, ya que la idea es
una labor entre el pueblo de Dios. Los dones se dan para que los santos sean
capacitados, con miras a que uno sirva entre ellos con el fin de que el cuerpo
de Cristo sea elaborado.
De esta manera se proporciona una continuidad de
operación “hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y en el conocimiento
del Hijo de Dios y lleguemos a la madurez, alcanzando la medida plena de
perfección que encontramos en Cristo”. Se ha hecho provisión adecuada hasta que
llegue el momento cuando se logre el propósito de Dios. Podemos estar seguros
que la Cabeza jamás descuidará el cuerpo, ni el pastor las ovejas, de manera
que siempre habrá quienes enseñen y cuiden la grey de Dios.
El objetivo se define en 4.14,15. Dios no quiere que nos quedemos en la niñez, sino
que maduremos. Son los niños que caen víctimas de las sutilezas y añagazas de
los engañadores. ¿Quién no ha visto a los chicos encantados por una exhibición
de títeres, no entendiendo que hay gente detrás del talón que maneja sus
movimientos?
Debemos notar la palabra “todos” en el versículo 13, ya
que esta madurez no sólo tiene que ver con cada individuo, sino también con
toda la comunidad que constituye el “cuerpo”. Es el fin que se vislumbra, pero
mientras tanto los dones se dan para que cada individuo particularmente no se
quede en la infancia espiritual, sino que crezca. La “estratagema de hombres”
en el versículo 14 es para perturbar al creyente y arrastrarle por un viento
recio. Se trata de las doctrinas falsas de hombres que tuercen la Palabra de
Dios, 2 Timoteo 2.17,18, cosa a la cual debemos oponernos en un espíritu
amoroso.
El proceso por el cual los dones operan se percibe al fijarse en las preposiciones en
el 4.16: son de, por, según y para. El cuerpo, cual conjunto “bien
concertado y unido”, simétrico y estable, está enlazado por músculos y
ligamentos que suministran a los demás componentes lo que necesitan para su
funcionamiento. Cada parte tiene su papel asignado, y la actuación anormal de
una se hace notar en las otras.
Todo el suministro viene de la Cabeza por las coyunturas (los dones tratados arriba), y de esta manera fortalece el cuerpo. Es una operación recíproca; nos edificamos mutuamente sobre nuestra santísima fe, según Judas 20. Donde hay discordia entre los miembros de nuestro cuerpo humano, hay un malestar general y enfermedad. En pasajes posteriores Pablo trata varias circunstancias que se oponen al bienestar del cuerpo de Cristo.
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