domingo, 12 de diciembre de 2021

NUESTRO INCOMPARABLE SEÑOR (12)

 

X — El ensalzamiento de Cristo

por J.B. Watson

Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Salmo 110.1

            Indiscutiblemente David es el autor de este pronunciamiento profético. Indiscutiblemente, decimos, para todo aquel que se somete a la autoridad de Cristo. El no sólo especificó que David fue el escritor y el Espíritu Santo el inspirador, sino que basó su pregunta a sus opositores sobre esta premisa doble y les confundió con el argumento que dedujo de la misma; Mateo 22.41 al 45.

            El texto en el Salmo consiste en tres miembros o divisiones:

  • el señalamiento por David de Cristo como Señor: Jehová dijo a mi Señor
  • el ensalzamiento por Dios de Cristo: Siéntate a mi diestra
  • el propósito divino para el futuro: tus enemigos por estrado de tus pies

            En el Nuevo Testamento se emplea esta profecía de maneras diversas y llamativas, y proponemos verlas ahora.

Como señalado por David

Jehová dijo a mi Señor ...

            Es Cristo mismo quien expone el pasaje. Habiendo respondido al interrogatorio de sus opositores, les plantea una pregunta que a primera vista parece elemental: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?” Mateo 22.42. Todo muchacho judío tenía la respuesta; parecía casi un insulto pedir a esos fariseos sabios que contestaran una pregunta tan sencilla. Pero ellos respondieron: “De David”.

            El Señor vuelve a preguntar: “¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor?” Haciéndolo en Espíritu, no habría posibilidad de equivocación. David había dicho: “Dijo el Señor a mi Señor…” Ahora, “Si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?”

            Aquí sí había un dilema para los doctores: el Mesías sería hijo de David y Señor de David a la vez. Hijo es un título que conlleva ideas de sucesión y subordinación; Señor es un título que se reserva generalmente en las escrituras sagradas para Dios mismo, y siempre comunica pensamientos elevados de prioridad y superioridad.

            ¿Cómo podrían aplicarse simultáneamente ambos títulos a Aquel que vendría? Un descendente de David, pero anterior a David; un vástago del linaje de David, pero con el nombre de Señor, ¡muy por encima de la cabeza de aquella genealogía! Aquellos hombres no tenían respuesta para ese acertijo. Se quedaron quietos y nunca más le preguntaban al profeta de Nazaret.

            Es que, con todo su orgullo por el conocimiento que tenían, ellos no conocían a Jesús el Mesías, ni las palabras de los profetas que se leían todos los días de reposo; Hechos 13.27. Estaban tan satisfechos consigo mismo que nunca entró en sus pensamientos la posibilidad de esperar humildemente un alumbramiento de Dios sobre escrituras tan misteriosos como, por ejemplo, los capítulos 18 y 32 del Génesis. En el primero de éstos un visitante es llamado un varón en el versículo 2 y Jehová en el 13: en el otro capítulo es “un varón” en el 24 y “Dios” en el 30.

            Tampoco indagaron aquellos hombres sobre el sentido de las palabras de Isaías: “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado”, 9.6; ni las de Miqueas, “Saldrá el que será Señor en Israel, y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”, 5.2.

            Si ellos hubieran asumido una actitud diferente, para andar humildemente con su Dios, quizás les hubiera sido revelado que el Mesías que esperaban se vestiría de legítima humanidad cual hijo de David y a la vez tendría derecho a sentarse donde sólo la Deidad puede estar, sobre el trono de aquel que ha dicho: “Yo Jehová ... a otro no daré mi gloria”, Isaías 42.8.

Cristo ensalzado por Dios

Siéntate a mi diestra ...

            Son ricas aquellas citas y referencias a estas palabras que encontramos en el Nuevo Testamento. Veamos siete.

(a) Se usan como prueba de la deidad de Cristo. Él pregunta a los hebreos: “¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estado de tus pies?” 1.13. Es la piedra angular del argumento del primer capítulo de la Epístola.

            En Hebreos 1 se cita dos versículos de Salmos, el 2.7 y el 89.26, para mostrar que Dios se dirige a Cristo como Hijo. Se cita Salmo 97.7 (o quizás es más bien Deuteronomio 32.43) para mostrar que Dios manda a los ángeles que adoren a Cristo. Se cita Salmo 45.6 para mostrar que Dios mismo se dirige al Hijo como Dios. Se cita Salmo 102.25 para mostrar que los poderes y atributos de Cristo incluyen la creación y la inmutabilidad. Y finalmente se corona la serie con la profecía ya citada como testimonio de que Cristo es Dios porque ocupa un lugar al cual la criatura jamás podrá ser ascendido.

(b) El descenso del Espíritu Santo es un indicio seguro del ensalzamiento de Cristo. “Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor, Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.

El dador del Espíritu Santo es el Cristo sentado sobre el trono, según consta su propia palabra: “Si me fuere, os lo enviaré”, refiriéndose al Consolador, el Espíritu; Juan 16.7. El Espíritu no pudo ser dado hasta que un Cristo glorificado hubiese ocupado su puesto en las alturas, Juan 16.7, 7.39, pero desde ese momento en adelante, toda iniciativa de gracia y poder que se ve en la vida y el servicio de los creyentes en Cristo sobre la tierra es prueba de un Señor que reina sentado en el puesto de poder supremo.

            Él “ha derramado esto que vosotros veis y oís”, Hechos 2.33.

(c) Este ensalzamiento da testimonio a que el sacrificio por el pecado es definitivo, suficiente y eficaz.

            “Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, [el Hijo] se sentó a la diestra de la Majestad de Dios en las alturas”, Hebreos 1.3. “Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”, Hebreos 10.12.

La ofrenda del Calvario ha realizado gloriosamente su objetivo, ha tratado el pecado de una manera que trae gloria a Dios, ha respondido a todo aquel que confía en esa ofrenda. La declaración jurada de todo esto existe en el hecho que el que se ofreció ha recibido a su vez el lugar del más exaltado favor y del esplendor de la presencia divina.

(d) El ensalzamiento de Cristo es la garantía que su pueblo será defendido y guardado a salvo.

            “Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra de la Majestad en los cielos”, Hebreos 8.1. “Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”, Romanos 8.34.

            Es maravillosa que los intereses de su pueblo sean el interés suyo en el alto lugar de su ensalzamiento. Si Él ocupa un trono de poder real, es también un sacerdote, uniendo estos dos oficios en sí por el bien de los que todavía está acosados por debilidad en su andar de fe en este mundo aquí abajo. Él está allí por ellos, y siempre está allí. Las fuerzas y habilidades suyas no disminuyen; para todas las generaciones sucesivas que se acercan a Dios por medio de él, hay disponible el poder de Uno que es el mismo ayer, y hoy, y por la eternidad.

 

Allá en la gloria, delante del gran trono,

Jesús mi abogado intercede por mí.

Mi causa en sus manos siempre prevalece;

también abogado será Él para ti.

 

(e) El ensalzamiento de Cristo es la revelación de la posición del creyente ante Dios.

            “... para que sepáis ... la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”, Efesios 1.19,20.

            La suprema manifestación de la aplicación de la fuerza infinita de Dios fue la resurrección de Cristo y su ascensión a la diestra del centro de poder. El trozo citado pone de manifiesto que al hacerle esto a Cristo, Dios lo hizo también a nosotros que estamos “en Cristo”. Yacíamos en delitos y pecados, pero Dios nos dio vida en un Cristo revivificado, levantándonos en asociación con él en resurrección y colocándonos al lado suyo en su exaltación en gloria. Este modo de ver divino es verídico, no obstante, las apariencias del momento. Está destinado a quedar manifiesto históricamente una vez que se realice el consejo eterno de Aquel que invoque la aplicación de lo que es, pero no parecía ser.

 

Cristo, en la magnífica altura sentado,

esperas el día glorioso, anhelado,

en el que seráte este mundo sujeto,

y el plan de tu Padre hallaráse completo.

G.M.J. Lear

 

Ven pronto para conducir tu Iglesia de este suelo,

para ocupar su eterno hogar contigo allí en el cielo.

A. Jenkins

(f) El Cristo entronado constituye un magnífico imán para los afectos del creyente.

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”, Colosenses 3.1.

Todos nuestros más legítimos intereses y anhelos están en el cielo, ya que están allí neutras posesiones ni corrompen ni deterioran. Son nuestros debido a él y porque Él se los dio. ¡Súrsum corda! [“Elevad vuestros corazones”]. ¡Oh creyente! no deje que sus afectos corran por las sendas a mero nivel terrenal, ni que busquen lo que perece con el uso.

 

¡Cristiano mira arriba!

Cerca del fin estás

de tu terreno viaje

con todo su pesar.

En casa de tu Padre

con Cristo morarás.

No hay noche allí ni penas,

do el mal no puede entrar.

A.L. Hunt

(g) El Cristo entronado es un fuerte consuelo para el peregrino pueblo de Dios.

            “...puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”, Hebreos 12.2.

            Sus pies han caminado la senda de fe antes de nosotros. Toda oposición que tal vez encontremos, todo contratiempo y tentación, Él ya lo experimentó, y en una medida que nosotros nunca tendremos que experimentar. En dependencia de su Dios, persiguió con propósito firme, dejando atrás el oprobio y dedicándose a la enorme tarea que era su razón de estar acá. Era necesario que padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria; Lucas 24.26.

En la gloria levantado, puedes hoy salvar

por tu obra consumada, y guardar ...

Porque entonces la riqueza toda se verá,

que la cruz con su tristeza te dará.

James Clifford

            Cuando parece que estamos por fallar, o perder el ánimo, o querer renunciar la carga, se nos anima a “poner los ojos en Jesús” y considerar a Aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo. Él prometió: “Al que venciere, el daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”, Apocalipsis 3.21.

(h) El ensalzamiento de Cristo asegura un eficaz apoyo a nuestro testimonio en el mundo.

“El Señor ... fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”, Marcos 16.19,20.

            Él está allá, pero está acá con sus heraldos. El asiento de la Majestad es suyo, pero Él cumple a la vez con su promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Los suyos no testifican por su propia cuenta, sin soporte. Él obra aún en el mundo, pero empleando nuestros labios, manos y pies. Tome aliento, humilde obrero: al lado suyo está nadie menos que el Todopoderoso, revistiendo su débil testimonio de la unción divina y confirmándola con fruto espiritual.

El propósito es un imperio universal

... tus enemigos por estrado de tus pies

            Veamos brevemente la tercera parte de nuestra profecía. El propósito de Dios es que el Cristo ensalzado gobierne un imperio universal.

            Aun ahora las jerarquías celestiales reconocen su autoridad: “... a él están sujetos ángeles autoridades y potestades”, 1 Pedro 3.22. Se acerca el día cuando Dios le dirá: Levántate, toma tu poder para dominar gloriosamente de mar a mar, del río hasta los confines de la tierra. Véase Salmo 72.8. Su reino a la postre está avalado por la sujeción que le ha sido encomendada en cielo y tierra: “Es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”, 1 Corintios 15.25. Es inconcebible que puede tener éxito duradero una rebelión contra la autoridad suya en este mundo.

             De manera que aceptamos el tiempo establecido en los consejos de Dios hasta que sea cumpla la última profecía del Salmo 110; cuando Cristo, en un despliegue estrépito de fuerza irresistible y de gloria, aplastará toda oposición y toda otra autoridad. Los enemigos al estrado de sus pies, Él dará inicio a su reinado de esplendor y paz; el mundo habrá entrado en la Edad de Oro por la cual gime actualmente.

            Mientras tanto, estemos de acuerdo con David en reconocerle como Señor. Acordémosle en nuestros corazones el lugar que Dios le ha dado: el trono.

 

Exaltadle, exaltadle,

ricos triunfos trae Jesús,

en los cielos entronado

en la refulgente luz.

 

Coronadle, coronadle,

coronadle Rey de reyes.

Homenaje tributadle,

tributad al Salvador.

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