“¡Si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz”! (Luc. 19:42).
Cuando miramos en
nuestro derredor y vemos las cosas que están ocurriendo en el mundo, es
bastante claro para todos nosotros que no hay paz en el mundo. Por todas partes
se oye de odio, lucha, asesinato, guerras v rumores de guerras. No importa cuál
periódico hojee Ud., siempre encontrará cosas terribles que la gente se hace
recíprocamente por causa del pecado, odio y envidia. Los grandes hombres del
mundo han estado tratando por muchos años de traer paz al mundo y ninguno de
ellos ha tenido éxito todavía. No es solamente el mundo que está en esta
condición, aunque es triste decirlo, sino que muchos de nuestros hogares
tampoco tienen paz en su seno. Aunque lo peor de todo, es el hecho de que hay
un número muy grande de personas en el mundo, ahora mismo, que no tienen paz
dentro de sus almas, y aquí es donde yace la raíz de todos los males.
¿Por qué no hay Paz?
En
el principio Dios creo el mundo, así como el pasto, las flores, los árboles y
todos los animales, tanto los que viven debajo del agua como los que viven
sobre la tierra seca. También Dios creó a Adán y Eva, y en toda la creación
había paz. Adán y Eva no tenían miedo de ninguno de los animales, y los
animales vivían entre ellos pacíficamente y felices. La oveja podía caminar
junto al león y el león no le hacía daño. Sobre todo, había paz entre Dios y el
hombre, y Dios bajaba en el fresco del anochecer, caminaba y conversaba con
Adán y Eva. No temían a Dios en sus corazones y ansiaban su venida para que
tenga compañerismo con ellos.
Luego
Satán, quien es enemigo de la paz, entró en la serpiente y tentó a Adán y Eva
para pecar, porque donde está el pecado no hay paz. Satán, el padre de la
mentira, les dijo que no morirían aún si desobedecieran a Dios y tomaran del
fruto que Dios les había prohibido comer. Exactamente, tal como muchas
personas, hasta ahora mismo, escuchan a la voz del diablo, así Adán y Eva
hicieron lo que el diablo les tentó hacer y pecaron contra Dios. En el mismo
instante, la paz que habían gozado les dejó — toda la paz y hermosura que Dios
había creado fueron destruidas en un acto de pecado, y temor entró en los
corazones de Adán y Eva.
Esa
tarde cuando Dios vino como de costumbré para conversar con ellos, se
escondieron y tuvieron temor de la presencia de Dios. “Por tanto, como el
pecado entró en el mundo por un hombre” y aun los que estamos vivos hoy hemos
pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios (Rom. 5:12; 3:23).
Generalmente un pecado guía a otro, y ahora todo el mundo está enfermo con
pecado y, por lo tanto, la paz no reina sobre la tierra.
Dios
deseo restaurar la Paz otra vez en el mundo.
Dios
miró desde el cielo y vio todo el odio, temor, pecado y tristeza y en Su grande
amor envió a Su Hijo Unigénito para que naciese en un establo, y año tras año
en el tiempo de la Navidad, se nos recuerda las palabras del ángel, “No temáis;
porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os
ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor Y repentinamente apareció con el ángel
una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: Gloria a
Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”
(Lucas 2:10-14). Jesús fue enviado a este mundo “Para dar luz a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de
paz” (Lucas 1:79). Efesios 2:14 también nos dice que “Él es nuestra paz”. Dios
ha enviado al Príncipe de Paz a este mundo, y si la gente de esos días hubiera
solamente aceptado al Príncipe de Paz hubiera vivido en armonía otra vez.
¿Que
hizo la gente con esa Paz?
Como
Adán y Eva, los judíos y gentiles de ese tiempo, prefirieron desobedecer a
Dios y seguir el consejo de Satanás. Rechazaron al Príncipe de Paz. Cuando
Pilato puso a Jesús y a Barrabás delante de ellos, ellos gritaron, “¡Fuera con
éste, y suéltanos a Barrabás!” En otras palabras, ellos estuvieron diciendo
"Fuera con el Príncipe de Paz y danos odio, guerras, crímenes y pecado”.
Estas gentes tuvieron su libre albedrío y ellos podían haber escogido por sí
mismos, sin ser obligados para hacerlo así, pero, aun así, ellos escogieron a
Barrabás. Los días en los que estamos viviendo son exactamente los mismos. Dios
nos ha dado una elección, nosotros podemos tener a Jesús como a nuestro
Salvador y nuestro Rey y El traerá paz a nuestras vidas. Él dice, “La paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da (Juan 14:27). Los
pecados dentro de nuestras vidas nos han llevado lejos de Dios y en nuestro
estado pecaminoso no tenemos paz dentro de nosotros mismos, pero Jesús siempre
está de pie con brazos extendidos esperando recibirnos nuevamente al redil,
restaurarnos, limpiarnos con Su preciosa sangre, para darnos el poder de ser
hechos hijos de Dios y darnos paz.
Se
nos dice en Romanos 5:1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. No hay nada en este mundo que
pueda darnos paz. Dinero, riquezas y fama no pueden darla; la bebida no puede
darla y aun registrando nuestros nombres en la lista de una iglesia no pueden
darla. Hay solamente una manera de recibir la paz para nuestras almas y ésa es
viniendo al Señor Jesús, confesando nuestros pecados delante de Él y
arrepintiéndonos de ellos, y Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). La paz que Jesús da es una paz “que
sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7). El hombre no la puede explicar, pero
podemos experimentarla en nuestras vidas si queremos abandonar el mundo, y las
cosas de este mundo, abandonar el pecado y los amigos pecadores; retornar al
Señor Jesucristo y servirá El solamente. Quizás podamos vivir sin paz, pero no
podemos morir sin paz, “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). Por lo tanto, si no
tenemos la paz de Dios en nuestros corazones cuando morimos, ciertamente no nos
dará la bienvenida en Su cielo de paz. Si no hemos aceptado al Príncipe de Paz
en nuestras vidas y morimos en nuestro estado pecaminoso, entonces hay
solamente un lugar para nosotros y ése es el fuego eterno del infierno. Ud. no
debe morir en el estado en el cual Ud. está ahora porque se perderá eternamente,
y la Palabra de Dios nos dice que “el humo de su tormento sube por los siglos
de los siglos” (Apoc. 14:11). Es un infierno eterno al que va el pecador, y
todos hemos pecado "No hay justo, ni aún uno” (Rom. 3:10). Por lo tanto,
si Ud. quiere ir al cielo hay una sola cosa para hacer y ésa es hacer paz con
Dios y tener la paz de Dios en su corazón y que “La paz de Dios gobierne en
vuestros corazones” (Col. 3:15).
En
el tiempo de Navidad se nos recuerda de la venida de Jesús a este mundo para
traer paz. En el tiempo de Pascua se nos recuerda de cómo la gente Le rechazó y
Le crucificó. Estimado amigo: ¿Va a ser Ud. también uno de aquéllos que han
rechazado al Señor?, o ¿va Ud. a abrir su vida y dejarle que entre? Hay
solamente una manera de tener la paz de Dios dentro de su corazón y ésa es
arrodillándose delante de El ahora, confesándole que Ud. es pecador y
pidiéndole que le limpie y le lave en Su preciosa sangre y hacer de Ud. Su
propia posesión; no importa cuán bueno se crea Ud., Ud. necesita ser salvo; no importa
cuán malo se crea Ud., Él está queriendo aceptarle y no le rechazará. Si Ud.
nunca ha experimentado la paz de Dios dentro de su alma, acéptela ahora y Ud.
tendrá gozo inefable y lleno de gloria.
En
cierta reunión evangélica un anciano se levantó y dijo “He vivido durante los
reinos de cuatro reyes. En el primero siempre estuvimos en guerra, y era un
tiempo terrible. Durante el reino del segundo fuimos cogidos por una gran
hambruna y comimos ratas, pasto y madera. Durante el tercero nuestros enemigos
nos derrotaron y llegamos a ser sus siervos, pero durante el reino de este
tercer rey nos visitó otro Rey, un gran Rey, un buen Rey, un Rey de paz, un Rey
de amor — Jesús el Señor del cielo Él ha ganado la victoria ahora. Él ha
conquistado nuestros corazones, por lo tanto, vivimos ahora en paz y
abundancia, y esperamos que pronto viviremos con El en el cielo”.
Estimado
amigo, entregue su vida ahora a Jesús. En este momento, deténgase en su camino
de descenso al infierno, vuélvase y sirva al Rey de reyes y Señor de señores.
Tal vez muchos de sus amigos le abandonen, pero recuerde que Jesús dijo, “He
aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat.
28:20). Y finalmente, “la paz de Dios gobierne en vuestros corazones” (Col.
3:15).
M.R. Gschwend
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