miércoles, 23 de febrero de 2022

PAZ

 “¡Si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz”! (Luc. 19:42).


Cuando miramos en nuestro derredor y vemos las cosas que están ocurriendo en el mundo, es bastante claro para todos nosotros que no hay paz en el mundo. Por todas partes se oye de odio, lucha, asesinato, guerras v rumores de guerras. No importa cuál periódico hojee Ud., siempre encontrará cosas terribles que la gente se hace recíprocamente por causa del pecado, odio y envidia. Los grandes hombres del mundo han estado tratando por muchos años de traer paz al mundo y ninguno de ellos ha tenido éxito todavía. No es solamente el mundo que está en esta condición, aunque es triste decirlo, sino que muchos de nuestros hogares tampoco tienen paz en su seno. Aunque lo peor de todo, es el hecho de que hay un número muy grande de personas en el mundo, ahora mismo, que no tienen paz dentro de sus almas, y aquí es donde yace la raíz de todos los males.

¿Por qué no hay Paz?

En el principio Dios creo el mundo, así como el pasto, las flores, los árboles y todos los animales, tanto los que viven debajo del agua como los que viven sobre la tierra seca. También Dios creó a Adán y Eva, y en toda la creación había paz. Adán y Eva no tenían miedo de ninguno de los animales, y los animales vivían entre ellos pacíficamente y felices. La oveja podía caminar junto al león y el león no le hacía daño. Sobre todo, había paz entre Dios y el hombre, y Dios bajaba en el fresco del anochecer, caminaba y conversaba con Adán y Eva. No temían a Dios en sus corazones y ansiaban su venida para que tenga compañerismo con ellos.

Luego Satán, quien es enemigo de la paz, entró en la serpiente y tentó a Adán y Eva para pecar, porque donde está el pecado no hay paz. Satán, el padre de la mentira, les dijo que no morirían aún si desobedecieran a Dios y tomaran del fruto que Dios les había prohibido comer. Exactamente, tal como muchas personas, hasta ahora mismo, escuchan a la voz del diablo, así Adán y Eva hicieron lo que el diablo les tentó hacer y pecaron contra Dios. En el mismo instante, la paz que habían gozado les dejó — toda la paz y hermosura que Dios había creado fueron destruidas en un acto de pecado, y temor entró en los corazones de Adán y Eva.

Esa tarde cuando Dios vino como de costumbré para conversar con ellos, se escondieron y tuvieron temor de la presencia de Dios. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre” y aun los que estamos vivos hoy hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios (Rom. 5:12; 3:23). Generalmente un pecado guía a otro, y ahora todo el mundo está enfermo con pecado y, por lo tanto, la paz no reina sobre la tierra.

Dios deseo restaurar la Paz otra vez en el mundo.

Dios miró desde el cielo y vio todo el odio, temor, pecado y tristeza y en Su grande amor envió a Su Hijo Unigénito para que naciese en un establo, y año tras año en el tiempo de la Navidad, se nos recuerda las palabras del ángel, “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor       Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:10-14). Jesús fue enviado a este mundo “Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas 1:79). Efesios 2:14 también nos dice que “Él es nuestra paz”. Dios ha enviado al Príncipe de Paz a este mundo, y si la gente de esos días hubiera solamente aceptado al Príncipe de Paz hubiera vivido en armonía otra vez.

¿Que hizo la gente con esa Paz?

Como Adán y Eva, los judíos y gentiles de ese tiempo, prefi­rieron desobedecer a Dios y seguir el consejo de Satanás. Rechazaron al Príncipe de Paz. Cuando Pilato puso a Jesús y a Barrabás delante de ellos, ellos gritaron, “¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!” En otras palabras, ellos estuvieron diciendo "Fuera con el Príncipe de Paz y danos odio, guerras, crímenes y pecado”. Estas gentes tuvieron su libre albedrío y ellos podían haber escogido por sí mismos, sin ser obligados para hacerlo así, pero, aun así, ellos es­cogieron a Barrabás. Los días en los que estamos viviendo son exactamente los mismos. Dios nos ha dado una elección, nosotros podemos tener a Jesús como a nuestro Salvador y nuestro Rey y El traerá paz a nuestras vidas. Él dice, “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da (Juan 14:27). Los pecados dentro de nuestras vidas nos han llevado lejos de Dios y en nuestro estado pecaminoso no tenemos paz dentro de nosotros mismos, pero Jesús siempre está de pie con brazos extendidos esperando recibirnos nuevamente al redil, restaurarnos, limpiarnos con Su preciosa sangre, para darnos el poder de ser hechos hijos de Dios y darnos paz.

Se nos dice en Romanos 5:1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. No hay nada en este mundo que pueda darnos paz. Dinero, riquezas y fama no pueden darla; la bebida no puede darla y aun registrando nuestros nombres en la lista de una iglesia no pueden darla. Hay solamente una manera de recibir la paz para nuestras almas y ésa es viniendo al Señor Jesús, confesando nuestros pecados delante de Él y arrepintiéndonos de ellos, y Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). La paz que Jesús da es una paz “que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7). El hombre no la puede explicar, pero podemos experimen­tarla en nuestras vidas si queremos abandonar el mundo, y las cosas de este mundo, abandonar el pecado y los amigos pecadores; retornar al Señor Jesucristo y servirá El solamente. Quizás podamos vivir sin paz, pero no podemos morir sin paz, “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). Por lo tanto, si no tenemos la paz de Dios en nuestros corazones cuando morimos, ciertamente no nos dará la bienvenida en Su cielo de paz. Si no hemos aceptado al Príncipe de Paz en nuestras vidas y morimos en nuestro estado pecaminoso, entonces hay solamente un lugar para nosotros y ése es el fuego eterno del infierno. Ud. no debe morir en el estado en el cual Ud. está ahora porque se perderá eternamente, y la Palabra de Dios nos dice que “el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos” (Apoc. 14:11). Es un infierno eterno al que va el pecador, y todos hemos pecado "No hay justo, ni aún uno” (Rom. 3:10). Por lo tanto, si Ud. quiere ir al cielo hay una sola cosa para hacer y ésa es hacer paz con Dios y tener la paz de Dios en su corazón y que “La paz de Dios gobierne en vuestros corazones” (Col. 3:15).

En el tiempo de Navidad se nos recuerda de la venida de Jesús a este mundo para traer paz. En el tiempo de Pascua se nos recuerda de cómo la gente Le rechazó y Le crucificó. Estimado amigo: ¿Va a ser Ud. también uno de aquéllos que han rechazado al Señor?, o ¿va Ud. a abrir su vida y dejarle que entre? Hay solamente una manera de tener la paz de Dios dentro de su corazón y ésa es arrodil­lándose delante de El ahora, confesándole que Ud. es pecador y pidiéndole que le limpie y le lave en Su preciosa sangre y hacer de Ud. Su propia posesión; no importa cuán bueno se crea Ud., Ud. necesita ser salvo; no importa cuán malo se crea Ud., Él está queriendo aceptarle y no le rechazará. Si Ud. nunca ha experimentado la paz de Dios dentro de su alma, acéptela ahora y Ud. tendrá gozo inefable y lleno de gloria.

En cierta reunión evangélica un anciano se levantó y dijo “He vivido durante los reinos de cuatro reyes. En el primero siempre estuvimos en guerra, y era un tiempo terrible. Durante el reino del segundo fuimos cogidos por una gran hambruna y comimos ratas, pasto y madera. Durante el tercero nuestros enemigos nos derrotaron y llegamos a ser sus siervos, pero durante el reino de este tercer rey nos visitó otro Rey, un gran Rey, un buen Rey, un Rey de paz, un Rey de amor — Jesús el Señor del cielo Él ha ganado la victoria ahora. Él ha conquistado nuestros corazones, por lo tanto, vivimos ahora en paz y abundancia, y esperamos que pronto viviremos con El en el cielo”.

Estimado amigo, entregue su vida ahora a Jesús. En este mome­nto, deténgase en su camino de descenso al infierno, vuélvase y sirva al Rey de reyes y Señor de señores. Tal vez muchos de sus amigos le abandonen, pero recuerde que Jesús dijo, “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). Y finalmente, “la paz de Dios gobierne en vuestros cora­zones” (Col. 3:15).

M.R. Gschwend

No hay comentarios:

Publicar un comentario