La
Sangre derramada en el Huerto de Edén
Génesis 3
Dios permitió a Adán comer de todos
los frutos en el huerto de Edén, excepto el de un árbol especial. Este árbol
se llamaba el árbol de la ciencia del bien y del mal. Dios dijo que Adán y su
mujer morirían si desobedecían su mandato y comían del fruto de este árbol.
Satanás
se acercó a Eva para tentarla. Él vino en el cuerpo de una serpiente y le habló
a ella en el lenguaje del hombre. Hizo burla de lo que Dios había dicho y trató
de persuadir a Eva para que comiera del fruto.
Eva
había entendido el mandato de Dios que les había prohibido comer del fruto y
aún tocarlo. Si ellos hacían esto, morirían, Génesis 3:3. Pero Satanás engañó a
Eva. La mujer miró el fruto de aquel árbol y deseó mucho comer de él. Así que
ella tomó del fruto y le dio también a su marido, Génesis 3:6. Así fue como
ambos pecaron. Eva había sido engañada, pero Adán sabía lo que estaba haciendo
cuando comió del fruto, 1 Timoteo 2:14.
Dios
había dicho que ellos morirían si comían del fruto. Ahora Adán y Eva se dieron
cuenta de que estaban desnudos y tomaron hojas para cubrir su desnudez. Ahora
eran pecadores y se escondieron de la presencia de Dios.
Pero
Dios los buscó y los encontró escondidos entre los árboles del huerto. Adán
acusó a su mujer y Eva acusó a la serpiente porque ellos sabían que serían
juzgados por Dios. Pero Dios en su gracia proveyó un camino para salvarlos.
Ellos merecían morir, pero Dios mató a un animal y vistió a Adán y a Eva con
ropas hechas de la piel del animal muerto. El animal murió en lugar de Adán y
Eva. Así, Dios en su misericordia, hizo posible la salvación para ellos.
Aquí vemos otra figura de Cristo. El animal tenía que
morir y derramar su sangre para que Adán y Eva pudieran vestirse con su piel.
Las hojas que ellos habían tomado para vestirse no eran suficientes. Era
necesario que ellos usaran las ropas que Dios les había proporcionado.
Entonces, Dios pudo ver sobre Adán y Eva algo que representaba la redención,
que le recordara que había habido un sacrificio.
Adán
y Eva no murieron inmediatamente, aunque Dios los juzgó expulsándolos del
paraíso. Él hizo que el trabajo del hombre en el campo fuera muy duro y
permitió que la mujer tuviera grandes dolores en el parto. Adán y Eva vivieron
un tiempo más, pero Dios no les permitió regresar al huerto del Edén. El no
quiso que ellos comieran del fruto del árbol de la vida y ellos no merecían
permanecer por más tiempo en el jardín del Edén, Génesis 3:24.
Hoy día los pecadores
tratan de agradar a Dios con sus buenas obras y piensan que pueden ser salvos
de esta manera. Estas buenas obras son como las hojas con las cuales Adán y Eva
se cubrieron delante de Dios. Pero la paga del pecado es la muerte, Romanos
6:23 y el alma que pecare, esa morirá, Ezequiel 18:20.
Pero Dios ha preparado
un camino de salvación. Su Hijo, el Señor Jesucristo murió en lugar de
nosotros, como el animal murió por Adán y Eva en el huerto. El Señor derramó su
sangre para pagar la deuda del pecado. Ahora, una persona necesita solamente
aceptar a Cristo como su Salvador para tener paz con Dios.
W. A. Deans
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