domingo, 26 de febrero de 2023

Figuras de Cristo (14)

 El altar de bronce. Éxodo 27:1-8; 38:1-7


El Altar de Bronce permanecía dentro del patio cerca a la puerta. Permanecía allí como un vigilante porque la sangre debía ser derramada primero a todo el que quisiera aproxi­marse a Dios.

Los cuatro lados de este Altar eran todos de la misma longitud: 21/2 metros (aproximadamente), cada uno. Y tenía aproximadamente 1V2 metros de alto. Estaba hecho de madera de acacia que no se pudre y estaba cubierto con bronce, un metal que no se funde al fuego.

El Altar era cuadrado, lo cual significa que la gente de todo el mundo puede acercarse a Dios de la misma manera y beneficiarse del sacrificio ofrecido en el altar. La madera de acacia es una figura del cuerpo terrenal y sin pecado del Señor Jesucristo, 1 Pedro 2:22; Hechos 13:35.

En la Biblia el bronce habla del juicio de Dios. En este altar el bronce habla de Cristo como hombre. El altar mismo es una figura de Cristo que sufrió el juicio y la ira de Dios en nuestro lugar. El Señor Jesús es el altar, Hebreos 13:10 y él es también el sacrificio sobre el altar. Así que vemos aquí dos figuras de nuestro Salvador. Cristo mismo hace santo el sacrificio que fue ofrecido en el altar. En Mateo 23:19 leemos que el altar santifica la ofrenda.

El pecador podía traer un animal limpio (un toro, buey, una oveja, una cabra o una paloma), él colocaba su mano sobre la cabeza del animal para dar a entender que el animal tomaba su lugar. El animal era sacrificado y su sangre rociada al lado del altar. El sacerdote ponía pedazos del animal sobre el altar para quemarlo. El hombre era entonces aceptado por Dios y sus pecados eran cubiertos.

Cristo se ofreció a sí mismo como sacrificio y este sacrificio de Cristo agradó a Dios mucho más que los sacrificios de los animales. Ofreciéndose a sí mismo, Cristo obtuvo el perdón del pecado y la paz con Dios para toda per­sona que cree.

El Señor Jesús hizo la voluntad de Dios, su Padre, cuando se ofreció a sí mismo para tomar nuestro lugar. Él se presentó una sola vez y para siempre, para quitar el pecado por el sacrificio de sí mismo, Hebreos 9:26; Juan 10:17,18.

Varias clases de sacrificios se ofrecían sobre el altar de bronce. El libro de Levítico da las instrucciones concer­nientes a los diferentes sacrificios. Lea los capítulos 1 - 5 y se sorprenderá de las cosas preciosas que estos sacrificios enseñan acerca de Cristo.

Pensemos acerca de dos de estos sacrificios. En Levítico 4:1-12 leemos acerca de la ofrenda por el pecado. Compare esta ofrenda con el Señor Jesucristo que sufrió el juicio de nuestros pecados en nuestro lugar. Él era sin pecado, pero Dios lo hizo pecado para que nosotros pudiéramos compar­tir la justicia de Dios, 2 Corintios 5:21. Cristo vino a ser nuestra ofrenda por el pecado.

Veamos también en Levítico 1 los versículos 3 al 13, acerca de la ofrenda encendida. Esta era una de las ofrendas de olor grato que agradaban a Dios, vs. 9 y 12. Era quemada com­pletamente y es una figura de Cristo que se ofreció a sí mismo completamente como sacrificio de olor grato; agradable a Dios.

A través de Cristo, como la ofrenda por el pecado, nosotros somos librados del juicio de Dios y recibimos el perdón de nuestros pecados, Efesios 1:7. Por medio de Cristo, como la ofrenda encendida, somos aceptados por Dios, porque Cristo obedeció a Dios y murió por nosotros. El animal de la ofrenda encendida era aceptado en lugar de la persona que lo ofrecía, Levítico 1:4. De la misma manera, nosotros somos aceptados por Dios, porque el Señor Jesús murió en nuestro lugar. 

W.A. Deans


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