Rut
El
bello relato de este libro muestra la intervención y el cuidado de Dios en las
vidas de algunos que confiaban en Él. Aunque la inmoralidad prevalecía en
aquellos tiempos, vemos la gracia de Dios en las experiencias de unas personas
humildes. También vemos en la historia de Rut una ilustración de la redención
efectuada por el Señor Jesucristo.
Cinco
veces la protagonista es llamada “Rut la moabita”, porque había nacido en Moab
y Moab era un país enemigo de Israel. A pesar de la insistencia de Noemí de que
ella regresara al hogar de sus padres, Rut no lo hizo. Estaba determinada a
dejar lo suyo y los suyos en su tierra natal, compartir su incierto futuro con
su suegra y confiar en el Dios verdadero.
Por
esta razón Rut expresó su firme decisión con esta noble confesión: “Tu pueblo
será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada”.
“Rut escogió su destino, su morada, su pueblo, su Dios, y aun su sepultura”.
Viendo
Noemí que Rut estaba resuelta a ir con ella, no dijo más.
Las
dos viudas, mujeres sin nada, llegaron a Belén al comienzo de la cosecha.
Necesitando alimentos para las dos, Rut tomó la iniciativa y fue al campo a
espigar, siguiendo a los obreros. Dios había hecho provisión para los
necesitados, las viudas y extranjeras, dándoles el derecho de recoger las
gavillas que los segadores dejaban en las esquinas de los campos (Deuteronomio
24.19).
Por
la misericordia de Dios el dueño del campo donde trabajó Rut fue Booz, un
hombre rico e influyente, pariente de la familia de Elimelec, el difunto esposo
de Noemí. Aquel hombre de carácter espiritual trataba a sus empleados con
consideración. Booz ya había oído de la conversión a Dios de aquella joven
mujer y de su buen comportamiento con su suegra. Sabiendo que la joven que
trabajaba en su campo era nuera de Noemí, le habló cariñosamente, aconsejándole
que siguiera espigando allí y que no fuera a otro campo.
Por
supuesto Rut no tenía necesidad de ir a otro campo y exponerse a peligros
cuando había abundante protección, granos y agua para tomar en el campo de
Booz. Para nosotras, como creyentes en Cristo, no hay razón de ir a los campos
del mundo cuando en la congregación de los santos podemos gozar de protección y
abundante alimento espiritual.
Así que, Rut
humildemente bajó su rostro e inclinándose a la tierra preguntó por qué él se
había fijado en ella, una mujer extranjera. Booz respondió que sabía cómo ella
se había portado con su suegra desde que murió su esposo y como dejó su patria
para venir a un país extraño y que se había convertido a la verdadera fe en
Dios. Él le dijo: “Tu recompensa sea cumplida de parte del Dios de Israel, bajo
cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2.8-12).
A
los obreros Booz dio órdenes de dejar caer manojos que ella pudiera recoger, y
al final del día Rut le llevó a su suegra lo que había espigado. Al saber Noemí
que Rut había recibido los granos en el campo de Booz, se contentó y empezó a
pensar en cómo él podría redimir la propiedad de Elimelec y “hallar hogar” para
Rut. Vemos la manera desinteresada en que su suegra aconsejó a Rut, habiendo
renunciado a sus propios derechos, y cómo fue contestada su oración de que Rut
hallara descanso (seguridad) en casa de su marido.
Pasaron
unos tres meses y Noemí, creyendo que la buena mano del Señor estaba con ellas,
aconsejó a Rut en lo que ella debía hacer según la cultura judía de aquel tiempo,
para que Booz cumpliera sobre ella, diciéndole que era una mujer virtuosa, o
como decimos nosotros, espiritual. Noemí, una anciana prudente, confiaba que Booz
iba a proceder con honradez y aconsejó a Rut estar quieta y esperar.
Booz
dijo de los deberes del pariente redentor: “El mismo día que compres las
tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la Moabita, mujer del
difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión”.
Los
ancianos del pueblo se congregaron a la puerta de la ciudad para actuar como
testigos. El familiar más cercano pasó por allí, y le dijo a Booz que él no
podía redimir la herencia. Tal vez pensaba que al hacerlo podría perder su
propia herencia. Entonces Booz anunció que él sí iba a redimir lo que era de
Elimelec y sus hijos. También él iba tomar a Rut la moabita por esposa y así
preservar el nombre de su difunto esposo Mahlón.
Entonces
Booz se casó con Rut y cumplió su propia oración acerca de ella: “Jehová
recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová”. Los que
estuvieron presentes dijeron: “Testigos somos”, y pronunciaron su bendición,
deseándoles una numerosa descendencia como la de Raquel y Lea.
Dios
recompensó la fidelidad de Rut y Booz dándoles un hijo, cuyo nombre fue Obed.
Booz era descendiente de Rahab. (En la genealogía de Mateo 1 la palabra
engendró quiere decir “fue padre de”). “Salmón engendró de Rahab a Booz”, y eso
concuerda con Rut 4.21-22: “Booz engendró a Obed, Obed engendró a Isaí, e Isaí
engendró a David”. La lista de nombres no está completa, pero podemos ver que
Obed figura en la genealogía de Jesucristo. Vemos la gracia de Dios cuando
Rahab, siendo antes una ramera, y Rut, una moabita, fueron incluidas en el
linaje del Señor Jesucristo.
La
historia de Rut es una ilustración de la redención que el Señor Jesucristo
efectuó en la cruz del Calvario. Redimir quiere decir comprar otra vez para
poner en libertad. Rut era una viuda sin recursos, miembro de una sociedad
inmoral y pagana. Noemí podía aconsejar a su nuera, pero no podía redimirla, ni
tampoco podía el otro pariente. Pero Booz, un hombre compasivo, estaba resuelto
a pagar el precio y llevó a cabo su propósito. Así él nos hace pensar en
nuestro Redentor.
Ciertamente
la gracia del Señor Jesucristo fue infinitamente mayor que la de Booz. El pagó
el precio de la culpa de nuestro pecado cuando murió en la cruz. “En otro
tiempo no éramos pueblo, pero ahora somos pueblo de Dios, y hemos alcanzado
misericordia”
(1 Pedro 2.10).
Un día Él llevará a su Esposa, la Iglesia Universal compuesta de todos los que
han puesto su fe y confianza en Él, a las Bodas del Cordero en el cielo
(Apocalipsis 19.7). Ojalá que cada uno de los que lee este libro esté entre los
redimidos en aquel día.
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