8 ¾ Los dos destinos
¿Qué
significa la perdición?
De
ese comienzo de la condenación no hay escape. Ni plegarias ni misas pueden
rescatar al alma perdida. Lejos de desear que sus familiares le acompañasen
donde se encontraba, ese hombre pidió que se les avisara para que no fueran a
parar ellos en ese tormento.
En
el porvenir habrá la resurrección del cuerpo, cuando los perdidos de todos los
tiempos irán a su juicio final. Se trata de la segunda de las dos
resurrecciones que expuso Jesús en Juan 5.28,29, una de vida y otra de
condenación: “Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su
voz, y saldrán”.
En
Apocalipsis 20 leemos del traslado de los perdidos en el Hades al Infierno. El
apóstol Juan escribe en estos términos: “Vi a los muertos, grandes y pequeños,
de pie ante Dios, … y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban
escritas en los libros, según sus obras… La muerte y el Hades entregaron los
muertos que había en ellos… Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de
fuego. Esta es la muerte segunda”.
Este
es el destino final de quien no tiene a Cristo. Se llama la muerte segunda, en contraste con el “nacer de nuevo”, o el
segundo nacimiento que es la experiencia de ser salvo, de recibir a Cristo;
Juan 3.3 al 8. Cada camino conduce irreversiblemente a su destino.
En
el Infierno hay “el llorar y el crujir de dientes”, el remordimiento de la
conciencia acusadora, y el tormento que resulta de la separación, soledad y
desespero. “El humo de su tormento sube por los siglos. Y no tienen reposo de
día ni de noche”, Apocalipsis 14.11.
¿Qué es el destino
dichoso?
La
persona salvada no teme el porvenir. Al partir de esta vida —al salirse el alma
del cuerpo— la tal persona va a estar con Cristo, que es muchísimo mejor;
Filipenses 1.23. “Confiamos … estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”,
2 Corintios 5.8. Jesús dijo a sus discípulos: “No se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas
moradas hay … voy, pues, a preparar lugar para vosotros”, Juan 14.1,2.
Otro
pasaje que trata de esto es 1 Pedro 1.3 al 5: “El Dios y Padre … nos hizo
renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible,
reservada en los cielos para vosotros…”. Así las almas salvadas van a
Un
día, quizás muy pronto, acontecerá algo maravilloso. Cristo vendrá al aire y
resucitará los cuerpos de todos los muertos salvados. “No todos dormiremos;
pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos,
a la final trompeta; … los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros
seremos transformados”, 1 Corintios 15.51,52.
En
ese instante los demás salvos, viviendo aquí aún, serán trasladados al cielo
sin morir, transformados ellos a la vez. “El Señor mismo, con voz de arcángel,
y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego nosotros que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en
el aire, y así estaremos siempre con el Señor”, 1 Tesalonicenses 4.16,17.
Ellos
participarán en el eterno gozo de la ciudad celestial. “Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. No habrá más maldición; y
el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y
verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche;
Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos”.
Apocalipsis 21.4, 22.1-5.
¿Hay purgatorio?
El
purgatorio es un invento de la religión humana. Los santos apóstoles nunca
hablaron de él. El Señor Jesucristo habló de dos caminos y dos destinos, del
Cielo y el Infierno, pero nunca de un purgatorio. El rico muerto, de quien
usted leyó en Lucas 16, no tenía esperanza de expiar sus pecados para luego
salir de sus tormentos.
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