Jacob, el pastor
Después
de la visión de la escalera, Jacob siguió en su viaje hasta la tierra de
Mesopotamia, donde encontró parientes. Casándose, se dedicó al cuidado de los
rebaños de su tío.
La Biblia
no da muchos detalles de los veinte años que duró en el servicio de Labán, pero
se sabe algo. El día que llegó a Mesopotamia, mostró un vivo interés en el bien
de las ovejas, pues cuando Raquel venía con su padre, él fue al pozo, quitó la
piedra que lo cubría, y dio de beber a las ovejas. Al fin del tiempo de su
servicio se defendió contra las demandas injustas de su tío Labán, diciendo:
“Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño: lo hurtaba así
de día como de noche, de mi mano lo requerías. De día me consumía el calor, y
de noche la helada, y el sueño se huía de mis ojos. Así he estado veinte años
en tu casa: catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado:
ya has mudado mi salario diez veces”, Génesis 31.39 al 41.
En
soportar el calor del día y el frío de la noche, Jacob mostró su aptitud de
pastor. Al salir la fiera a devorar algún cordero, no dejaba de exponer su vida
en salvarlo. Si alguna oveja se quedaba perdida en la montaña, la buscaba; o si
fuera preciso vigilar de noche sobre el rebaño mientras quedaba en los pastos
del llano, él no dormía, aguantando frío. De día el sol oriental constantemente
le estropeaba, mientras conducía los rebaños a beber, cuando sanaba las
enfermas o cuidaba de los corderitos. Lo hacía por afición, no por obligación,
y no faltaba su premio, pues en manos de Jacob los rebaños de Labán se
aumentaron en gran manera.
Nuestro Señor
Jesucristo se ha llamado el Buen Pastor. Hablando de los falsos, dice que son
ladrones y robadores. El único interés de ellos en el rebaño era de comer sus
carnes y vestir su lana. Siendo así, no estaban dispuestos a exponerse por las
ovejas. Huían delante del enemigo, y abandonaban las ovejas cuando no podían
extraerles más.
No así el
Señor Jesús. Estando nosotros expuestos al infernal enemigo, Satanás, y la
eterna condenación por causa de nuestros pecados, Él interpuso su preciosa
vida. “El Buen Pastor su vida dio por las ovejas”. No solamente expuso su vida,
como a menudo lo hizo Jacob, sino la dio, sabiendo que tendría que sufrir el
castigo Él mismo si nos iba a librar de la condenación eterna.
Parece
claro que es verdadero pastor el que hace el trabajo por amor de las ovejas,
sea en la esfera material o en la espiritual. No entra a hacer ese trabajo
porque sus padres le han educado para tal carrera, como hace el abogado o el
médico, sino por tener vocación divina. En hacerlo no manifiesta interés en
cuánto puede sacar de las ovejas, sino cuánto puede darles. Predica el
Evangelio de Cristo sin interés en lo material, procurando traer los pecadores
al arrepentimiento. Guía las ovejas del rebaño por los pastos de la Santa
Biblia, hartando sus almas de las delicias espirituales. El que niega a las
ovejas del Señor los pastos divinos de la Sagrada Biblia, no puede considerarse
pastor de almas.
El Buen
Pastor te llama, amigo. Él dio su preciosa sangre en la cruz para lavar las
manchas de tus pecados. Ha hecho toda la obra de tu salvación. Si tú,
arrepentido, te acoges a él, poniendo tu fe en él y no en obras, Él te
perdonará y te llevará al celestial redil.
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