domingo, 29 de octubre de 2023

¿Realmente quiere ser Discípulo del Señor?

 

Hoy muchos profesan valorar el individualismo, el ser su propia persona, pero constantemente están siendo moldeados por el mundo alrededor. De ahí la exhortación de Pablo en Romanos 12:1-2. Cristo no nos llama a vivir o hacer las cosas a nuestro estilo, sino a seguirle. La Escritura dice: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1; Ef. 5:1; 1 Ts. 1:6). Hay pocos imitadores del apóstol, y se ve esto en la condición corriente de la iglesia.

Parte de la gloria de Israel que se desvaneció fue el decaimiento de los nazareos, el grupo de los especialmente separados seguidores de Dios. Ellos se habían consagrado voluntariamente, y eran santos al Señor. Le pertenecían y como Sus devotos se dedicaban a servirle. Dios estableció el nazareato por medio de Moisés (Nm. 6). Desde los tiempos de Samuel (1 S. 1:11), hasta Juan el Bautista (Lc. 1:15), eran parte de la gloria espiritual de la nación (Lam. 4:7; Am. 2:11). Desaparecieron de vista a la medida que la nación se iba apartando de Dios. De la misma manera, el verdadero discipulado se ha desvanecido en la iglesia. Algunos enseñan que era solo el celo especial de los tiempos apostólicos, una fase temporal, y creyendo esos errores la iglesia pierde su fervor, poder y bendición. Deja de impactar al mundo y se vuelve cada vez más como él. Gracias a Dios, todavía hoy existen algunos verdaderos discípulos, creyentes de toda edad que aman al Señor, sinceramente desean vivir para Él, y se disponen a obedecer Sus mandamientos, aunque sean ellos los únicos. No siguen la muchedumbre, la corriente general de la cristiandad, pues tienen ojos solo para el Señor.

Acerca de Jesucristo un salmo profetizó algo que se cumplió en el Nuevo Testamento: “El celo de tu casa me consume” (Sal. 69:9 – Jn. 2:17). Eso indica que el fuego santo del Espíritu de Dios ardía en Él mientras servía al Padre. El Señor dijo de Juan el Bautista: “Él era antorcha que ardía y alumbraba” (Jn. 5:35). Los que alumbran para Dios con el fervor de su sumisión a Él también pueden hacer temblar al mundo. Pero esa energía espiritual y bendición divina solo vienen a los que andan en comunión con Dios.

La Biblia asegura que nuestros adversarios espirituales no son pocos. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12). ¿Cómo podemos prevalecer a no ser que sigamos al Señor como Sus discípulos? Hemos sido llamados a militar “la buena milicia” (1 Ti. 1:18) y a ser buenos soldados de Jesucristo (2 Ti. 2:3-4) que no se enredan en las cosas del mundo. La doblez es nociva en las cosas de Dios (Stg. 1:7-8; 4:8), pues le desagrada y Él no bendecirá al creyente de doble ánimo. ¿Cómo podremos gozarnos de Su guía, poder y bendición si no seguimos al Comandante? ¿Podría vencer en la guerra espiritual alguien que no anda en comunión íntima con Dios, o que no se niega a sí mismo? El Señor Jesús presentó Sus demandas a los que serían Sus discípulos, sabiendo que solo así pueden vencer. Todavía hoy debemos tomar en serio la orden que dio hace más de dos mil años. Debemos llamar a todo creyente – hombres y mujeres – viejos y jóvenes – a tomar su cruz y negarse a sí mismo. Solo unos pocos responderán en verdad, tal como en aquellos días. Pero estos pocos pueden llegar a ser poderosos instrumentos de Dios para impactar al mundo para el Señor, al menos en la esfera donde ellos viven.

Amigo lector, si hoy el Señor Jesucristo te dijera: “Sígueme”, ¿lo harías? ¿Te unirías con Él en la Gran Comisión a ser Su discípulo, para tener tu vida cambiada radicalmente, para dedicarte a aprender de Él cómo vivir y agradar a Dios y cómo proclamar el evangelio y hacer discípulos? ¿O tendrá Él que decirte: “No puedes ser mi discípulo”, porque le rechazaste? ¿Quieres solo creer información acerca de Cristo, o que Él solamente te perdone tus pecados, o de veras confías en Él como Señor y Salvador, y le seguirás?

O. J. Gibson (1921-2006) servía al Señor en una asamblea en California

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