domingo, 18 de agosto de 2024

EL MANDAMIENTO NUEVO ES EL MANDAMIENTO ANTIGUO

 Lo nuevo place y lo viejo satisface


                   Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (Juan 13:34) Ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. (2 Juan 5)

Desde la antigüedad el hombre es inclinado a las cosas nuevas. “De los atenienses y residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban, sino en decir o en oír algo nuevo”. (Hechos 17:21) Lo que ha preocupado al mismo cielo es que desde la antigüedad como en el presente de la iglesia muchos de los santos no se han conformado con las sendas antiguas, se han dado a apetecer las innovaciones que hacen mucho daño al testimonio colectivo de la iglesia y a la espiritualidad del creyente. Lo nuevo siempre tiene la tendencia de encandilar, tentar, atraer, emocionar; por esto millares y millares atraídos por lo nuevo han fracasado, han caído en los escollos, se han estrellado en el parabrisas como las luciérnagas fascinadas por la luz. Siempre recuerdo el proverbio: “Lo que es nuevo no es verdadero, y lo que es verdadero no es nuevo”.

El primer hombre inducido por lo nuevo fue Caín, quien se apartó del camino y de la doctrina enseñada por Dios en el Edén; ignoró la sangre como base principal para la remisión del pecado. La escuela de Caín ha tenido muchas inscripciones; muchos han sido graduados y son maestros; éstos se llaman modernistas. Se burlan de los que enseñan la sana doctrina, y de los que practican la sangre de Cristo derramada por la limpieza del pecado. Dicen que es la religión del matadero. Es tal que en la Versión Popular del Nuevo Testamento eliminaron la palabra sangre en algunos textos: Mateo 16:17, Hechos 5:28, Colosenses 1:14,20. Con esto basta para indicar que el tiempo es apremiante. Hemos llegado a los días del cuidado personal. Pablo encargó a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina”. (1 Timoteo 4:16) En días pasados una hermana se encontró con otra que se fue a la diversa doctrina, al reclamarle su descarrío. La disidente le dijo: “Ahora es que estamos gozando y tenemos libertad”.

Esto me lleva a pensar en otros sujetos amantes del cambio y el nuevo orden: Estos vieron la congregación bajo un gobierno y estrecho; se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: “Basta ya de vosotros porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?” (Números 16:3) Coré quiso adelantarse a Laodicea, que significa ‘gobierno del pueblo’. Hay algunos que están diciendo por ahí: “La mesa es del Señor, y nadie puede prohibir que en verdadero creyente participe de la mesa del Señor; nadie puede poner la mesa del Señor a círculo cerrado”. Así me dijo uno en días pasados porque le reclamé la carta de recomendación. Sépase: la mesa del Señor es para los que están en comunión en su asamblea local, o trae su carta de recomendación de otra asamblea reconocida. Es notable que el Señor mismo fundara ese círculo cerrado, pues la noche que Él fue entregado el número de discípulos pasaba de cien, y sólo convidó doce discípulos para establecer la cena del Señor. ¡Cómo confunden estos modernistas el amor puro! Cuando uno muestra su celo por la santidad y dignidad del Señor, por la obediencia a su palabra, lo primero que dicen: “Allí no hay amor”. Ah, su propio corazón los engaña: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa”. (Santiago 3:16)

Balaam era muy astuto; era ducho en el refrán. “Lo nuevo place y lo viejo satisface”. “Enseñó a Balaac a poner tropiezos ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación”. (Apocalipsis 2:14) Imagínese usted el atuendo que aquellas moabitas prepararon para tentar a los israelitas, ante cuyos ojos se mostraban cosas nuevas fascinantes. Como se bajaron de sus alturas, profanando su corona de separación para juntarse e imitar a un pueblo sin moral, idolatría, sin ningún conocimiento del Dios vivo y verdadero.

Por las calles de las ciudades, en las plazas públicas, en las vidrieras de exhibición, en el trato social, en el gremio laboral, en el con discipulado escolar, hay millares y millares de moabitas, y, desgraciadamente, hermanos y hermanas caen en inmoralidad con ellos, e imitan sus modas nuevas de año en año. La mujer apetece tanto la moda nueva, que se llega la moda “sapo”, es decir, poner el tacón del zapato debajo de los dedos del pie, ella se lo pone y la hermana evangélica también.

Los gálatas tuvieron la dicha de oír el evangelio predicado con gran fervor y poder, como si Jesucristo hubiese sido crucificado entre ellos, Gálatas 3.1. Pablo con una enfermedad en su cuerpo les anunció el evangelio con gran denuedo en el espíritu, Gálatas 4:13 al 15. Poco tiempo después, en ausencia de Pablo, los gálatas oyeron una voz nueva, una doctrina nueva, un evangelio nuevo: el evangelio social que libra del vituperio de la cruz de Cristo, Gálatas 6:12; el evangelio ecuménico. ““e puede beber unas copas sin permitir embriagarse; se puede ir al cine dos veces a la semana; se puede bailar sin llegar a la media noche; se puede ir a la misa para alcanzar a los romanistas para el evangelio. Jesucristo estuvo en las bodas de Caná y patrocinó el vino para que la gente gozase; fue a muchas comidas para predicar y alcanzar a los pecadores”.

¿Qué les parece el nuevo evangelio? “Otro evangelio”. En fin, hermano, se acerca un año nuevo; ¿qué va a hacer, inclinarse más al evangelio social, o permanecer en el mandamiento antiguo?

José Naranjo


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