“Conforme
a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de
lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y
peregrinos sobre la tierra.” (Hebreos 11:13)
Sí, la fe puede ver. Ve más allá de
grandes distancias y obstáculos; ve lo que aún no sucede. No es ciega. La vista
de la fe es tan segura y certera que continuará hasta el fin, a pesar de las
pruebas que pueda enfrentar. No se exaspera, ni entra en pánico. Posee una
calma que solo puede ser explicada por Aquel de quien proviene. Esto es lo que
necesitamos hoy en día.
Consideremos a Sadrac, Mesac y
Abed-nego delante del rey Nabucodonosor. Aquel orgulloso rey quería que los
hijos de Dios se postraran delante de su imagen idolátrica, si no lo hacían,
entonces serían lanzados a un horno de fuego ardiente. Además, él se jactó
diciendo: "¿qué dios será aquel que os libre de mis manos?" (Dn.
3:15). Sobre ellos colgaba una sentencia de muerte, e incluso les dijeron que
su Dios no era nadie. Dios vio y lo oyó desde su trono en el cielo. Él no envió
un rayo para golpear a ese rey arrogante, ni abrió la tierra para que lo
tragase de la faz de la tierra. Entonces ¿Dios no hizo nada? Él les dio a sus
hijos una respuesta de fe: "Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos
Y si no, no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has
levantado" (Dn. 3:17-18). Esa respuesta sólo podía provenir de una fe que
ve a lo lejos—mucho más allá del ahora, más allá de la muerte—, a los planes
eternos de un Dios eterno. Esa fe pronto fue honrada gloriosamente. La
verdadera fe ve lejos y claro, aunque quizás no perfectamente. Ve las promesas
de Dios a lo lejos y se mantiene mirando a Jesús.
Vivimos
en días que claman por hombres y mujeres y niños que permanezcan firmes junto
al Señor Jesucristo. Abundan las distracciones del mundo y las tentaciones,
pero la gracia divina ha puesto nuestras manos en el arado, y no podemos mirar
atrás.
B. Paquien
No hay comentarios:
Publicar un comentario