sábado, 26 de octubre de 2024

Fuego Extraño

 


Los siete primeros capítulos del Levítico tratan de los sacrificios que debían ofrecerse según la ley, figuras del sacrificio perfecto del Cordero de Dios, los cuales hacían resaltar los diferentes aspectos del único sacrificio de Cristo. Luego, en los capítulos 8 y 9, tenemos la institución del sacerdocio; en el versículo 23 del capítulo 9, la gloria de Dios apareció a todo el pueblo, conforme al dicho de Moisés (v. 6 y 23). El fuego del cielo consumió el holocausto sobre el altar; el pueblo prorrumpió en alabanzas y se postró... ¡Que escena más solemne!

Pero a continuación presenciamos una escena de juicio. ¿Qué clase de falta habían podido cometer los sacerdotes?

“Ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó” (Levítico 10:1).

No se trataba de falsos sacerdotes; eran, al contrario, hijos de Aarón y cumplían las funciones a las cuales habían sido llamados, ¡pero se apartaban de lo que Dios les había mandado! ¡Cuán atentos deberíamos estar, por consiguiente, para entender mejor lo que Dios espera de nosotros en el transcurso del culto!

El verdadero culto ha de celebrarse con incienso limpio y fuego puro. El “fuego de delante de Jehová” consumió el sacrificio en el altar de bronce, de donde el sacerdote debía tomar las brasas de fuego para quemar el perfume aromático sobre el altar de oro (Levítico 9:24; 16:12). En figura, el “viejo hombre” ha sido crucificado juntamente con Cristo, “fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte” (Romanos 6:5).

En el culto cristiano no cabe cuanto proviene del hombre natural; todas las acciones e incluso pensamientos del hombre en la carne son “fuego extraño”. Al tomar el fuego del altar de bronce, ya no se trata del hombre en la carne, puesto que allí precisamente es donde fue “crucificado juntamente con Cristo”. Así, pues, solo por el poder del Espíritu Santo el creyente puede adorar; lo que hay de Dios en él (el nuevo hombre) puede presentar a Dios, por el Espíritu de Dios, la excelsa persona del Santo Hijo de Dios. ¡Es la esencia del verdadero culto!

Una acción que no es emprendida en dependencia del Espíritu Santo es un “fuego extraño”, porque lo que no proviene del Espíritu viene de la carne. Indicar un himno sin ser inducido a ello por el Espíritu Santo, y por lo tanto a despropósito, leer una porción de la Biblia, por preciosa que sea, cuando aquella porción está manifiestamente fuera de la corriente de pensamientos en la cual el Espíritu dirige la asamblea, ¿no es “fuego extraño”? Desde luego, tenemos plena libertad para entrar en el santuario, pero ¡con cuánto temor reverente hemos de hacerlo y de permanecer allí! Y ¡cuánto ejercicio necesitamos, aun en las cosas pequeñas, para quedar bajo la guía del Espíritu Santo, para evitar quemar el incienso con “fuego extraño”! Cualquier acción que en el culto esté fuera de su lugar contrista al Espíritu, y hasta puede apagarlo del todo; será como un «peso» que discernirán sin dificultad los hermanos espirituales. ¡Cuán triste es para nosotros cuando la asamblea que adoraba “sobre el monte”, en la cercanía de Dios, presentándole lo que le es debido, se encuentra impedida de proseguir el ejercicio de tan elevado servicio!

Es verdad que ya no estamos bajo la dispensación mosaica, y que Dios ya no envía el fuego del cielo para consumir a los sacerdotes que ofrecen incienso y fuego extraño. Sin embargo, aquí tenemos una enseñanza que nos muestra la autoridad que para nosotros han de tener los mandamientos del Señor y la injuria o agravio que hacemos a Dios al presentarle un culto que es el mero producto de la actividad del hombre natural, de la “vieja naturaleza”, y que en el fondo no constituye el culto según las Escrituras. Por otra parte, no olvidemos que Dios siempre puede intervenir en el gobierno de Su pueblo, incluso en la actual dispensación. 1 Corintios 11:30 nos da un claro ejemplo de ello.

Ante aquel juicio de Dios, manifestado en Levítico 10, “Aarón calló”. ¡Qué prueba para él como padre de familia y cabeza del sacerdocio! Delante de sus ojos, dos de sus hijos, Nadab y Abiú, fueron consumidos por el fuego del cielo, mientras que otros dos, Eleazar e Itamar, estaban a su lado, presos del mismo dolor. Sin embargo, ¡Aarón no abrió la boca! ¡No hubo la menor queja, ni murmuro alguno! Fue una completa sumisión a la voluntad de Dios: “Enmudecí, no abrí mi boca, porque tú lo hiciste” (Salmo 39:9). Luego sacaron los cuerpos de sus dos hijos muertos, “con sus túnicas”. Los cuerpos quemados y las túnicas intactas eran una prueba manifiesta de que Nadab y Abiú habían sido alcanzados por el juicio de Dios, y no por un mero accidente. Solo quedaba una apariencia exterior, sin realidad alguna. Desgraciadamente, ¿no es lo que caracteriza hoy día tantos llamados «cultos» celebrados en el seno de la cristiandad? Es un peligro al cual hemos de estar muy atentos. Todos estamos expuestos a no observar más que una forma o apariencia externa, sin que haya realidad alguna en nuestro culto.

¡El Señor nos guarde de ello, prescindiendo de cuanto proviene de la carne –por muy religiosa que sea– para que no haya otra actividad que la de su Santo Espíritu!

P. fuzier

Falso Maestros entre Vosotros

 


"Pero también hubo falsos profetas entre el pueblo, así como habrá falsos maestros entre ustedes.... Y muchos seguirán sus caminos destructivos... Son manchas y tachas, que se divierten en sus propios engaños mientras festejan con ustedes... hablan grandes palabras hinchadas de vacío…". (2 Pedro 2:1- 2, 13, 18).

 Para el mundo podría parecer que todo va bien en el ámbito cristiano. Oradores muy queridos hablan desde los púlpitos de algunas de las iglesias más grandes del mundo. Creyentes y no creyentes compran sus libros, se sirven de sus programas y utilizan sus metodologías. Uno podría llegar a la conclusión de que Pedro no debe haberse estado refiriendo a la iglesia de nuestros días con respecto a los falsos maestros. La tolerancia es la palabra del día. Oímos advertencias con regularidad para "simplemente llevarse bien" con los de creencias opuestas. El "amor" reina suprema.

Pero, ¿qué es ese "amor" del que hablan? ¿Qué pasa con los que identifican un falso evangelio o un falso maestro entre algunos de los oradores populares de estos días? ¿Se sigue aplicando este "amor" a los que desenmascaran a los que en realidad son engañadores entre el rebaño? Encontramos que aquellos que señalan el error y la apostasía en la iglesia son, de hecho, considerados divisivos y sentenciosos. A algunos se les dice que sus críticas perjudicarán a la iglesia cristiana. Se les percibe como arrogantes y "negativos". Está claro que la tendencia entre los evangélicos a abrazar el pensamiento "políticamente correcto" de la época tendrá efectos atroces en el Cuerpo de Cristo. Este "estado de la iglesia" me obliga a plantear algunas preguntas sencillas. Si Pedro dijo que habría falsos maestros en la iglesia, ¿dónde están? ¿Cómo podemos identificarlos? ¿Quién advertirá a los demás? Es lógico que, si la Palabra de Dios nos advierte que los falsos maestros estarán presentes en la iglesia, ¿no se deduce que se espera que los denunciemos? ¿Cómo los reconoceremos y qué haremos al respecto?

El apóstol Pablo escribió: "También de entre vosotros se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar tras sí a los discípulos" (Hechos 20:30). Así que vemos que estos falsos maestros traerán cosas que son corruptas, contrarias-- opuestas a la doctrina bíblica (enseñanza). Su propósito es reunir discípulos a sus propios rebaños, separándolos del verdadero Cuerpo de Cristo. La preocupación de Pablo no era solo que esto ocurriera, sino que la iglesia lo tolerara: "Porque si el que viene predica otro Jesús que el que nosotros no hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado... ¡podéis tolerarlo!". (2 Corintios 11:4).

Lo mismo de lo que advirtió Pablo ha sucedido. La mayoría de los cristianos no sólo toleran a los que hablan "cosas perversas", sino que condenan al ostracismo a los creyentes que no las aceptan. ¿Nos creemos más sabios que Pablo? ¿Somos más maduros que Judas? ¿Estamos realmente llamados a dejar en paz los males del error y permitir que la iglesia sea contaminada por las mentiras? No, según las Escrituras.

Algunos pueden decir: "Pero hay buenos hombres y mujeres por ahí cuyos ministerios han sido dañados cuando otros señalaron errores en sus enseñanzas". ¿No podría haberse dicho lo mismo de Pablo cuando pidió cuentas a Pedro por su error y "le resistió en su cara" (Gálatas 2:11-14)? Pablo no pretendía condenar a Pedro, sino incitarle a arrepentirse de sus actos. Pablo vio la necesidad de mantener puro el mensaje del Evangelio para que tanto Pedro como los que le oían enseñar conocieran la verdad: ¡la verdad que hace libres a los hombres!

En la iglesia primitiva, los ancianos de la iglesia eran responsables de dar corrección e instrucción a través de la Palabra de Dios. Hoy tenemos la suerte de tener un mayor acceso individual a las Escrituras, que son la autoridad de cada creyente. Sabemos que "toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16-17). Todas las epístolas del Nuevo Testamento se escribieron para corregir errores en la Iglesia. ¿No entendieron Pablo, Pedro, Santiago, Juan y Judas que corregir a los que estaban en el error era en realidad no amarlos? ¿Creían que no era asunto suyo corregir las falsas enseñanzas? ¿Los consideramos divisivos por confrontar el error y aferrarse a la verdad? No. Con valentía abordaron el error y a veces incluso nombraron a los infractores.

Pablo instruyó a Tito (un anciano) con respecto a las normas por las cuales otros ancianos deben ser nombrados - y funcionar. Dijo: "Porque es necesario que el obispo... [retenga] la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que pueda exhortar con sana doctrina y convencer a los que contradicen. Porque hay muchos insubordinados, ociosos y engañadores, especialmente los de la circuncisión, a quienes hay que tapar la boca, que trastornan familias enteras, enseñando lo que no deben.... Por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no prestando atención a fábulas judaicas y mandamientos de hombres que se apartan de la verdad... y [están] incapacitados para toda buena obra" (Tito 1:7-16). Los líderes son los llamados a identificar el error. Lamentablemente, estos son principalmente los que promueven el error desde los púlpitos y las editoriales.

Judas escribió: "Contended ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 3). Pablo dijo a los romanos: "Fijaos en los que causan divisiones y escándalos, contrarios a la doctrina que vosotros aprendisteis, y evitadlos" (Romanos 16:17). Esto es lo que dice la Biblia, ¡pero la tendencia hoy en día es "evitar a aquellos" que señalan a los que están propagando el error!

A todo líder llamado por Dios se le dice: "Mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual él ganó por su propia sangre" (Hechos 20:28). Pedro dijo: "Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros, sirviendo como supervisores..." (1 Pedro 5: 2a). La llamada de Dios va acompañada de dones y pasión. Uno de los dones de todo pastor piadoso es el amor a la Iglesia. Si realmente amamos a las personas, no queremos verlas caer en el error. El error causa daño, y "el amor no hace daño al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley" (Romanos 13:10).

Pedro declaró: "También hubo falsos profetas entre el pueblo, como habrá falsos maestros entre vosotros..." (2 Pedro 2:1-2). Pablo dijo: "Ahora os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los revoltosos..." (1 Tesalonicenses 5: 14a). Debemos, por todos los medios, "contender ardientemente por la fe" (Judas 3). Sin embargo, debemos recordar siempre que, como siervos del Señor y del Cuerpo de Cristo, estamos llamados a "consolar a los de poco ánimo, sostener a los débiles, ser pacientes con todos" (1 Tesalonicenses 5:14b). Y tened siempre presente que: "El siervo del Señor no debe reñir, sino ser amable con todos, capaz de enseñar, paciente, corrigiendo con humildad a los que se oponen, si acaso Dios les concede que se arrepientan, para que conozcan la verdad" (2 Timoteo 2:24-25).

"Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado" (Gálatas 6:1).

De “Verdades para nuestros días”, enero 2024

Objetos de Amor

 Quiero llamar su atención hacia algunos objetos de amor. Cuatro de estos pueden llevar nuestros corazones lejos del Señor e interrumpir la comunión con Dios. El mensaje a la iglesia en Éfeso fue, "Has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:4).

1.  1 Timoteo 6:6-11. "El amor al dinero" (v. 10). Los pecadores de corazón tienen este amor. La avaricia es la que llevó a Judas al gran pecado de traicionar al Señor Jesús, y ¡cuántos hay como él! Félix, un hombre muy favorecido porque oyó el evangelio de los labios de Pablo, tuvo en poco la salud de su alma, porque esperaba que tal vez Pablo le diera dinero para que le soltase (Hch. 24:25, 26). No hay duda que ese hombre está en el infierno por el amor al dinero.

Estas palabras en 1 Timoteo fueron escritas a los hijos de Dios. ¡Cuánto afán de ganar dinero vemos hoy día! Tal vez esta es la razón de porque muchos creyentes han dejado su primer amor. En el día de nuestra conversión no teníamos pensamientos acerca del dinero. El lenguaje de nuestros corazones fue, "Tomad el mundo, pero dadme a Jesús." En este capítulo hay dos clases de creyentes: (1) Los que son ricos (v. 17) y (2) los que quieren enriquecerse (v. 9). El diablo trata de usar esto para arruinar nuestras vidas. El amor al dinero y las ganancias deshonestas no dejarán lugar para Cristo en nuestras vidas y muchos testimonios han sido arruinados por estas cosas. ¡Qué el Señor nos dé gracia para escudriñar nuestros propios corazones!

2. 2 Timoteo 3:1-4. "Amadores de sí mismos" (v. 2). Esto nunca debe ser cierto acerca de los hijos de Dios. Sin embargo, es posible que nos dejemos llevar por la corriente de este mundo (Ef. 2:2) hasta permitir que el YO tenga el lugar prominente en lugar de Cristo. ¡Qué ejemplo tan bendito tenemos en el Señor Jesucristo quien "no se agradó a Sí mismo!" En todos sus trabajos con las multitudes, el Señor siempre se negó a Sí mismo para suplir las necesidades de otros. Debemos seguir Su ejemplo, aunque haya muchas dificultades. Si en verdad tenemos amor para Cristo, siempre consideraremos a otros mejores que nosotros (véase Fil. 2:20-22). Timoteo fue encomendado por esto. El amor a nosotros mismos nos robará el dulce descanso de la comunión.

3. 2 Timoteo 3:4. "Amadores de los deleites". Esto es muy evidente entre los incrédulos en el mundo hoy día. ¡Cuántos pobres pecadores están pasando al infierno diariamente! ¡Qué vergüenza si se halla esto en nuestros corazones! El amor de deleites está intoxicando a algunos de los hijos de Dios hoy día. Principia con cosas pequeñas y va creciendo con el resultado que ellos se vuelven contra el pueblo de Dios y las cosas del señor. Tal vez algunos creyentes jóvenes piensan que ellos nunca podrían ser culpables resistir los de deleites tales cosas. del mundo. Recuérdese: Ser advertido es estar armado para resistir los deleites del mundo.

4. 2 Timoteo 4:10. "Amor del mundo." Pablo estaba en una celda romana cuando escribió esto. Había peleado por la verdad y en un tiempo Demas era su compañero en la lucha. Pero ahora, Demas le ha dejado, y sin duda había dejado a Dios también. El mundo es llamado “este presente siglo malo". No importa como lo miremos, sea el mundo social, el mundo religioso, o político, todo está en contra de Cristo y a la Palabra de Dios. ¿Cómo podemos amar un mundo como este?

5.  2 Timoteo 4:6-8. “Amor a Su venida”.  Aquí está el remedio para lo que ya hemos visto en estas líneas -- las cosas que nos quitarían el primer amor. Si el amor de Su venida está en nuestros corazones, esos otros amores no tendrán lugar en nosotros. Amar Su venida quiere decir, que todos los días podemos decir, “Así, ven, Señor Jesús". Pablo no es egoísta. Cuando habló de la de justicia, "la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día;" él añade, “y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida," el Señor nos ayude a apartarnos de todo lo que nos impida el “amor a Su venida."

No olvidemos estas cuatro cosas peligrosas, y procuremos siempre evitarlas. Qué la esperanza de la Venida del Señor siempre tenga el primer lugar en nuestros corazones.

T. Wilkie, Verdades Bíblicas (Julio-Agosto 1976)

LOS DOCE HOMBRES DE PABLO (3)

 


EL NUEVO HOMBRE


Este término se encuentra en Efesios 4: 24 y en Colosenses 3: 10. Al igual que el "viejo hombre", el "nuevo hombre" es también una expresión abstracta que denota el nuevo orden de perfección moral en la raza de hombres de nueva creación bajo Cristo. El viejo hombre se caracteriza por estar "viciado" y ser "engañoso", pero el nuevo hombre se caracteriza por la "justicia" y la "santidad". (Efesios4: 22-24). El "nuevo hombre" es el nuevo estado que caracteriza a la nueva raza de hombres bajo Cristo. Este nuevo orden moral de humanidad fue visible por primera vez "en Jesús" cuando Él anduvo aquí en este mundo (versículo 21).

El "nuevo hombre" no es Cristo personalmente

Así como el "viejo hombre" no es Adán personalmente, del mismo modo el "nuevo hombre" no es Cristo personalmente, aunque Su vida caracterizó todo lo que el nuevo hombre representa. El Sr. George Davison dijo: «El nuevo hombre no es Cristo personalmente, pero es Cristo señaladamente». Cada rasgo moral del "nuevo hombre" fue visto en Él en perfección.

Esta raza de hombres de nueva creación no comenzó hasta que Cristo resucitó de entre los muertos para convertirse en su Cabeza. Como "el Primogénito de entre los muertos" (Colosenses 1: 18), Él ha enviado el Espíritu de Dios a este mundo para unir a los creyentes (los "muchos hermanos") a Él en la raza de nueva creación que son del mismo orden de humanidad. (Romanos 8: 29). "De uno" somos "todos" con Él, siendo del mismo orden de humanidad en esta nueva raza. (Hebreos 2: 10-13). El "nuevo hombre" no es exactamente lo mismo que el "un solo y nuevo hombre" en Efesios 2: 15, expresión que se refiere a la unión de judíos y gentiles creyentes en un solo cuerpo a Cristo en el cielo. El "nuevo hombre" es una descripción de aquel nuevo orden moral de humanidad en la raza de nueva creación.

El "nuevo hombre" no es la vida nueva en el creyente

Así como el "viejo hombre" es un término abstracto y no se refiere a algo vivo en nosotros con apetitos y deseos, del mismo modo el "nuevo hombre" no es algo vivo en nosotros. Este es un malentendido muy extendido entre los cristianos. Comentarios como: «El hombre nuevo que hay en nosotros necesita un objeto al cual recurrir» o, «Necesitamos alimentarnos de cosas que satisfagan al nuevo hombre»", están confundiendo el "nuevo hombre" con nuestra vida nueva y naturaleza que muy explícitamente tiene deseos y apetitos.

Puesto que el "nuevo hombre" es conformado a imagen de Aquel que lo creó (Colosenses 3: 10), siendo parte de la raza de nueva creación, nosotros podemos representar ahora plenamente a Cristo aquí en este mundo. Las características del "nuevo hombre" serán vistas en nosotros cuando andemos en el Espíritu. (Gálatas 5: 22, 23). Para que manifestemos las características del "nuevo hombre", Dios nos ha dado un ejemplo perfecto en "Jesús" (Efesios 4: 21) y el poder necesario en el "Espíritu". (Efesios 5: 18). Si nosotros consideramos la vida de Jesús como nuestro modelo y estamos llenos del Espíritu Santo, ciertamente manifestaremos estas características en nuestras vidas.

La separación del cristiano del malvado orden del "viejo hombre" andando según el "nuevo hombre"

El énfasis de la exhortación de Pablo en los últimos versículos de Efesios 4 es que pongamos en práctica lo que de hecho es verdad. Si nos hemos despojado del "viejo hombre" y nos hemos vestido del "nuevo", entonces terminemos con ese antiguo estilo de vida corrupto y vivamos según lo que caracteriza al nuevo hombre. Pablo menciona un número de transiciones que deben resultar en la vida del creyente de manera natural mientras él anda en "la justicia y santidad de la verdad". (Efesios 4: 24). Ellas son:

·         Honestidad en lugar de falsedad (Efesios 4: 25).

·         Ira justa e incansable contra el mal en lugar de indiferencia para con el mal (versículos 26, 27).

·         Dar a los demás en lugar de hurtarles (versículo 28).

·         Hablar con gracia a los demás en lugar de usar una comunicación corrupta (versículo 29).

·         Benignidad en lugar de amargura (versículos 31, 32).

·         Compasión en lugar del ardor de la pasión (versículos 31, 32).

·         Mostrar gracia a los demás en lugar de ser iracundo, clamoroso, injurioso y malicioso (versículos 31-32).

En Colosenses 3 Pablo menciona diez características morales del "nuevo hombre" que deben ser vistas en los santos cuando ellos exhiben la verdad de "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria". (Colosenses 1: 27).

·         Misericordia (Colosenses 3: 12).

·         Benignidad (versículo 12).

·         Humildad (versículo 12).

·         Mansedumbre (versículo 12).

·         Paciencia (versículo 12).

·         Sobrellevar (versículo 13).

·         Perdón (versículo 13).

·         Amor (versículo 14).

·         Paz (versículo 15).

·         Agradecimiento (versículo 15).

Algunas consideraciones prácticas

Como fue mencionado anteriormente, el pensamiento de Dios es que habría una continuación de la hermosura moral de Cristo en este mundo en el tiempo de Su ausencia a través de los miembros de Su cuerpo. Nosotros podemos ser ejercitados acerca de si acaso estamos manifestando a Cristo en nuestro andar y en nuestros modos de obrar. Nuestra tendencia es ser inconsistentes en esto en las diversas esferas de la vida. Nosotros debemos manifestar las características del "nuevo hombre" en nuestras vidas, — no sólo en una esfera, sino en todas las esferas en las que nos movemos.

Los hijos de Israel debían tener "un cordón de azul" en los bordes de sus vestidos. (Números 15: 38, 39). En la Escritura el color azul es un tipo de lo que es celestial. Para nosotros significaría que debemos manifestar un carácter celestial en nuestras vidas. Deuteronomio 22: 12 nos dice que esos flecos debían estar en las "cuatro puntas" de sus mantos. Esto sugiere, de manera típica, las cuatro diferentes dimensiones en las que vivimos, — nuestra vida en el trabajo o en la escuela, nuestra vida con nuestros hermanos en la asamblea, nuestra vida en el hogar con nuestra familia, y nuestra vida personal cuando estamos solos. Podemos preguntarnos: «¿Es coherente mi vida en todos estos ámbitos?» Recordemos que el mundo busca hipocresía en el cristiano. Cualquier pequeña incoherencia les basta para lanzar sus piedras de crítica contra Cristo, a quien nosotros representamos.

Supongamos que el carácter de nuestra vida ante el mundo cuando vamos a la escuela o al trabajo estuviera escrito en la pared de una habitación, y el carácter de nuestra vida ante nuestros hermanos en la asamblea estuviera escrito en otra pared de la misma habitación, y la manera en que nos comportamos en el hogar con nuestras familias estuviera escrito en otra pared, y además lo que hacemos en nuestra vida personal cuando estamos solos estuviera escrito en otra pared. Si alguien entrara en esa habitación y leyera lo que está escrito en esas cuatro paredes, ¿pensarían ellos que están leyendo acerca de cuatro personas diferentes o acerca de la misma persona?

B. ANSTEY


Nuestro Señor Jesucristo El único y superior reposo

 El diccionario define el reposo como “alivio, tranquilidad, tregua, pausa, vocación, dormir o morir”. La Biblia califica el reposo en siete aplicaciones.


El reposo de Dios en el cielo (Génesis 2:4, Hebreos 4:4)

Que los días de la creación hayan sido centésimas o millonésimas de años sólo son conjeturas. Bien sabemos que un día se compone de salida y puesta del sol, o el día con su noche de veinticuatro horas. Si el hombre con la desintegración del átomo ha producido la bomba atómica que en fracción de segundos puede derribar montañas, “El que hizo el oído ¿no oirá?, el que formó el ojo ¿no verá? El que castiga las naciones ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? Jehová conoce los pensamientos de los hombres que son vanidad” (Salmo 94: 9‑11).

Yo creo desde la mollera hasta la planta del pie que Dios hizo al mundo y todo lo que en él hay, que el trabajo que Dios tuvo fue arduo, inexplicable, y reposó. Nuestro Señor Jesucristo que es el reposo y ofrece el auténtico reposo, en la obra de la nueva creación, también cansado del camino se sentó (Juan 4:6). Es evidente que el reposo está en el cielo donde Dios reposó de sus obras. El que recibe a Jesucristo como su único Salvador, por fe y esperanza empieza a gozar de ese reposo. La invitación al reposo está en Mateo 11: 28,29 y la garantía del reposo está cuando Cristo asumió toda responsabilidad para la redención. (Marcos 14: 41; Juan 19: 30)

El reposo de Canaán

Éste sería una nación libre fundada por un pueblo libre del yugo de servidumbre en Egipto por la gracia y misericordia de Dios. (Josué 1:13; Deuteronomio 3:20) El reposo de Canaán era nulo: “Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro reposo” (Hebreos 4: 8) . El reposo era nulo porque después que Israel entró en Canaán por culpa de sus transgresiones empobrecían, y se vendían como. esclavos ellos mismos o sus propiedades. (Levítico 25:25‑28, 35:41) Esta injusticia se hizo tan latente, que en tiempos de Nehemías fueron reprendidos duramente los agiotistas. (Nehemías 5:1‑13) Tan diferente la obra de nuestro Salvador. Él se hizo siervo para darnos libertad a nosotros: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Rescate es algo que ha sido pagado. Entonces podemos reposar tranquilos en el reposo de Dios, porque Cristo ha pagado a Dios el precio; nos rescató para darnos reposo y paz.

El reposo del sábado

El sábado es día de descanso para el hombre y los animales bajo yugo de carga. Día religioso que obligaba al israelita a ofrecer sacrificios y ofrendas. Dios quiso que aquel pueblo escogido guardara el sábado como un día nacional cada semana, para mantener vivo el recuerdo de su propio reposo. (Deuteronomio 5:12‑15; Levítico 23:24, 19:30) Al israelita no le era permitido hacer ningún trabajo en día sábado, tampoco le era vedado efectuar toda obra buena. (Juan 7:21‑23; Mateo 12:5; Lucas 13:15) “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho”. (1 Corintios 15:20) Cristo reposó el sábado, pero entre los muertos, resucitó el primer día de la semana, llamado también el día del Señor. Un día también en la semana, el domingo, mantiene vivo el recuerdo en todos los creyentes en el mundo de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, cuando participamos de los símbolos de su cuerpo y de su sangre representados en el pan y el vino. El Señor no guardó el sábado (Mateo 12:1‑8), sino que estuvo muerto el sábado. Un Salvador muerto no es garantía, pero su resurrección justifica el reposo que nos ofrece.

El reposo o la paz después de la guerra

Otra prueba de que Canaán ni el sábado eran el reposo verdadero fue las guerras que Israel tuvo que librar dentro de su territorio, ora con enemigos de fuera, ora entre ellos mismos por fuertes divisiones. (Jueces 3:11, 5:31; 1 Reyes 12:16, 15:6) Hay muchas gentes que creen que Israel gozó el reposo en los días de Salomón (1 Reyes 4:20‑25) pero toda esa tranquilidad era por fuerza (1 Reyes 4:7), hasta que el pueblo explotó en el reinado de su hijo (1 Reyes 12:4). Reposo tendrá Israel en el milenio cuando aparezca el Renuevo, El Señor Jesús. (Zacarías 3:8‑10; Miqueas 4:1‑4)

El reposo de la tierra

Esto será en el milenio cuando la tierra descansará de la perversidad y brutalidad a que el hombre la ha sometido. La tierra gozó de reposo en los setenta años en la deportación de Israel a Babilonia. (2 Crónicas 36:21, Daniel 9:2) Años después del diluvio la tierra de Palestina empezó a ser ultrajada por los cananeos, luego por los israelitas y a éstos le siguieron los gentiles. Bien: No será Palestina solamente, sino toda la tierra que tendrá que pasar por juicios tremendos para purificarla de todas las inmundicias y de toda la sangre vertida que los hombres han arrojado en ella. Entonces el Señor establecerá su reino. (Salmo 72:1‑3,16) Jerusalén será la capital del mundo, gozará de su reposo sabático, reposo prometido. (Ezequiel 44:24; Isaías 58:11‑14)

El reposo de los que duermen en el Señor

Es reposo de sus trabajos. (Apocalipsis 14:13; Isaías 57:2; Hebreos 4:10) Verdad que es doble felicidad morir en el Señor, pero Pablo, ni los que tenemos la misma esperanza, quisiéramos pasar por ese reposo. (2 Corintios 5:4) El cuerpo separado del espíritu estará expuesto a profanaciones. Nuestro reposo perfecto empezará en el aire con el Señor (1 Tesalonicenses 4:17); seguirá en el milenio y por la eternidad.

El único y exclusivo reposo

Véase Mateo 11:28,29; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:27, 22:3 al 5. Es Cristo que satisface al hombre en su ansiedad. Es Cristo que regenera y transforma, iluminándole con la llama viva de la esperanza. Mientras estamos en el cuerpo de bajeza hay debilidad en el creyente, pero cuando pensamos en el Sumo Sacerdote, renace el gozo y disfrutamos con anticipación de ese reposo que Él nos ganó por su obra redentora. “Acerquémonos pues, confiadamente al trono de gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

ESPERAR DE LOS CIELOS AL HIJO DE DIOS


Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera. (1 Tesalonicenses 1:9-10)


Aquí tenemos un ejemplo maravilloso del efecto de un evangelio claro y completo, recibido con fe sencilla y sincera. Ellos se convirtieron a la bienaventurada esperanza de la venida del Señor. Esa era una parte integral de su fe. ¿Hubo en realidad un abandono de los ídolos? ¡Sin duda alguna! ¿Fue en realidad una determinación de servir al Dios vivo! ¡Incuestionablemente! Pues entonces, es igual de real, de positivo, de sencillo, ese esperar de los cielos al Hijo de Dios. Si ponemos en duda la realidad de uno de esos hechos, entonces tenemos que cuestionar la realidad de todo el resto, pues están estrechamente unidos.

Si le preguntabas a un cristiano tesalonicense qué es lo que esperaba, ¿cuál habría sido su respuesta? ¿Habría dicho: «estoy esperando que el mundo mejore por medio del evangelio» o «estoy esperando el momento de mi muerte para ir a estar con Jesús»? ¡Nada de eso! Su respuesta habría sido: «estoy esperando que el Hijo de Dios venga de los cielos». Esta, y nada más, es la verdadera esperanza del cristiano, la genuina esperanza de la Iglesia.

Esperar que el mundo mejore no es para nada una esperanza cristiana. Si ese fuera el caso, bien podríamos esperar que la carne también mejore, pues existe el mismo tipo de 'esperanza' en lo uno como en lo otro.

En cuanto a la muerte, aunque sin duda alguna esta puede alcanzarnos, jamás nos es presentada como la verdadera esperanza del cristiano. No existe ni un solo pasaje en todo el Nuevo Testamento en el que la muerte sea vista como la esperanza del creyente. Por otro lado, la esperanza de la venida del Señor está ligada, estrechamente, con todas las preocupaciones, asociaciones y relaciones de la vida.

C. H. Mackintosh

MUJERES DE FE DEL NUEVO TESTAMENTO (7)

 


La Mujer Cananea

“Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres”. (Mateo 15.28)

La historia está en Mateo 15.21-28 y Marcos 7.24-30.


Aquel viaje del Señor, de Galilea a la región de Tiro y Sidón cerca del Mar Mediterráneo, fue largo. Pero el Salvador encontró allí a una mujer con fe para creer su Palabra. Cuando Jesús llegó, ella salió a su encuentro clamando: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio”.

Pero parecía que Jesús no estaba allí para dar bendición, porque guardó silencio. Siendo una gentil, descendiente de una raza inmoral, la mujer no tenía el derecho de dirigirse al Señor así. El título “Señor” era uno que solamente los judíos podían darle, refiriéndose a Él como su Mesías. Por esta razón el Señor no le respondió a la pobre mujer. Pero luego dijo: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Tal vez estaba hablando más a sus discípulos que a la mujer, porque ellos le decían que la despidiera.

No obstante, la mujer se le acercó y arrodillándose delante de Él, dijo: “¡Señor, ayúdame!” Para probar más la realidad de su fe, Jesús le dijo que no estaba bien de su parte tomar de la comida de los hijos judíos para echársela a los perrillos gentiles. La mujer entendió que Él estaba refiriéndose a la manera en que los judíos hablaban de los gentiles como perros de la calle. Ella se puso a su merced y dijo: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

La respuesta de la mujer, que mostraba tanta humildad y sabiduría, resultó en que Jesús respondiera: “Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres”. Cuando la mujer llegó a su casa halló a su querida niña tranquila en su cama.

Aunque la mayoría de los líderes judíos no deseaban ese pan espiritual, había un “perro” gentil que sentía su gran necesidad.

Como resultado, su fe fue recompensada y desde lejos su hija fue librada del demonio. Durante este presente período de gracia, hay gentiles que están recibiendo la salvación como si fuera “desde lejos”, mientras que la mayoría de los de la nación de Israel rechaza al Salvador.

El apóstol Pablo le dio gracias a Dios porque la fe de los tesalonicenses iba creciendo (2 Tesalonicenses 1.3). Sin fe es imposible agradar a Dios y nunca debemos dejar de orar por nuestros seres queridos. “Orad sin cesar”.

Las últimas palabras de Cristo (10)

 JUAN 15 (CONTINUACIÓN)


El poder del testimonio Juan 15:26-27

Si el círculo del amor se rodea de un círculo de odio —el de un mundo hostigador que odia ciegamente a los discípulos de Cristo—, ¿será posible mantener un testimonio en la tierra cuando Cristo se haya ido? El círculo cristiano es pequeño y sus componentes débiles. El Señor los asemeja a un pequeño rebaño en medio de lobos. ¿Con qué poder contarán, entonces, para resistir en un mundo aborrecedor de Cristo y a la vez dar testimonio de Él? Solo podrán resistir con el formidable poder del Espíritu Santo, una Persona divina que vendrá del Padre.

El Señor conocía muy bien el carácter terrible del mundo y el odio incansable que había derramado cual furiosa tempestad sobre Él. Por eso conocía igual de bien la debilidad de quienes le amaban y le habían seguido, contando que Pedro le negaría y todos le abandonarían. Sabía muy bien que si eran dejados a sí mismos nunca serían capaces de mantener ningún testimonio para Él cuando hubiera marchado a la gloria. Conociendo la impiedad del mundo y la debilidad de los discípulos, les dice: «Os enviaré al Consolador del Padre, al Espíritu de verdad —y añade—: Él testificará de mí». Sin importar lo débiles que fueran y la energía del mundo, o si ellos fallaban y el mundo los perseguía, «Él testificará de mí». Testificará en la tierra de la gloria del Hijo en el cielo. El mundo le crucificará en el lugar más humilde de la tierra y el cielo le coronará en el lugar más elevado de la gloria, y luego el Espíritu vendrá a dar testimonio de su gloria. El Hijo vino del Padre para dar testimonio del Padre, y el Espíritu Santo venía del Padre para dar testimonio del Hijo.

Teniendo en perspectiva que el Espíritu venía, el Señor añade: «Vosotros daréis testimonio también»; y presenta otra razón: «Porque estáis conmigo desde el principio». Cierto que nosotros no hemos estado con Jesús en el sentido literal como los discípulos que le acompañaron desde el comienzo de Su ministerio, pero no es menos cierto, sin embargo, desde el punto de vista moral, que si tenemos que dar testimonio de Cristo ante los hombres debemos estar con Él en secreto. Cuando vino finalmente el Espíritu, el testimonio que dieron Pedro y Juan ante el mundo religioso que los perseguía sirvió para que este se diera cuenta de que «habían estado con Jesús».

Así, el Señor nos presenta dos hechos: el primero, que el Espíritu Santo testifica del Cristo en la gloria; el segundo, que los discípulos lo hacen ante los hombres. ¿No son ambos hechos una impresionante ilustración de la historia de Esteban? Rodeado de un mundo religioso que es hostil a Cristo y está perturbado por el odio que le tiene, y que le persigue chasqueando los dientes y arrojándole piedras, Esteban permanece firme en el poder formidable del Espíritu Santo y eleva la mirada al cielo, donde ve la gloria de Dios y a Jesús. Entonces, desde la gloria, el Espíritu Santo testifica de Cristo en el espíritu de Esteban, el cual da testimonio delante del mundo.

Esteban fue el primero de una larga sucesión de mártires, pero a pesar de todo lo que el mundo ha hecho o hará, podemos decir con toda confianza que ha existido y seguirá existiendo el testimonio de Cristo mientras esté en la tierra la compañía cristiana, por la única razón de que el Espíritu Santo está presente en ella, morando en el pueblo de Dios en Su poder formidable e irresistible.
H. Smith

Llenos de todo gozo

 

El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer. Romanos 15.13


El capítulo 12 de Isaías nos relata el regocijo y canto que esperan a Israel en un tiempo todavía futuro cuando el Señor Jesús recibirá el honor que le corresponde sobre el trono de David y establecerá su reino milenario conforme el profeta había escrito en el capítulo anterior.

Diecinueve siglos atrás, aquel pueblo engañado clamó ante Pilato, “Que sea crucificado; ¡no queremos que éste reine sobre nosotros!” Habiendo rechazado a su Rey, desde ese entonces hasta ahora ellos han cosechado la amargura terrible de su nefasta escogencia. El odio que manifestaron hacia el amado Hijo de Dios les ha sido devuelto en plena medida; ellos sembraron viento y están segando torbellino, como lo expresa Oseas.

Hoy día[1] ese pueblo presenta un cuadro triste mientras huye de sus perseguidores o endecha sus muertos. Pero su futuro glorioso no está tan lejos; Dios no se ha olvidado de ellos. Viene tiempo cuando, con corazones arrepentidos, aclamarán su verdadero Mesías. “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría”, Salmo 30.5.

Bien, pero cuando el hijo de Dios asigna al Señor Jesucristo su debido lugar de gobierno en el corazón, el resultado aquí y ahora es regocijo y canto. La razón obvia por qué tantos de nosotros no estamos experimentando este estado feliz es que la mundanalidad y carnalidad están asumiendo el lugar que le corresponde a nuestro Señor.

Los seis versículos de Isaías 12 nos sugieren seis fases de regocijo espiritual que son parte de la primogenitura del pueblo de Dios.

Versículo 1: Cantaré a ti, oh Jehová

Este es el gozo de la salvación: “... aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó”. Cuando el alma experimenta el perdón del pecado y la paz con Dios, cuando el santo evangelio entra con toda su virtud consoladora y uno encuentra reposo en la obra ya terminada de Cristo, viene el gozo de la salvación.

Que seamos guardados en la sencillez del primer amor, no cansándonos nunca de cantar del día feliz cuando encontramos al Señor y El a nosotros. Pobre David renunció ese gozo cuando se desvió a la senda del pecado, y más adelante tuvo que clamar de corazón contrito, “Vuélveme el gozo de tu salvación”, Salmo 51.12.

Sin este gozo, no hay testimonio efectivo para Dios. ¡El cristiano infeliz es como el hombre que pierde el hacha y se queda con sólo el cabo en la mano!

Versículo 2:  Mi fortaleza y mi canción es Jah Jehová

En Nehemías 8.10 leemos, “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”. El ministerio fiel de los siervos de Dios en esa época produjo el verdadero arrepentimiento en los corazones de su pueblo, de manera que “todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley”.

El gozo del Señor no consiste en ocuparnos con las bendiciones nuestras, sino con el Benefactor. La vida cristiana es encontrar nuestra satisfacción en la propia persona de Cristo.

Versículo 3: Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación

Cuando uno tiene el gozo de la salvación y el gozo de la presencia del Señor en su vida, entonces hay este gozo que se concentra en la Palabra de Dios. El autor del Salmo 119 lo tenía: “Me regocijo en tu palabra como el que haya muchos despojos”, versículo 162. Él tenía para las Escrituras el apetito que un muchacho de escuela tiene para su cena, y el resultado se veía en el crecimiento espiritual y la energía que Dios da.

Al contrario, cuando los periódicos, las revistas y literatura parecida quitan el apetito por la Biblia, el lenguaje del creyente se torna en aquél del pueblo descontento de Israel en el desierto: “Nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”, Números 21.5.

Versículo 4: Cantad a Jehová ... haced célebres en los pueblos sus obras.

Ahora encontramos el gozo de testificar. Mientras Israel andaba cerca de Jehová, ellos eran un testimonio ante las naciones. Aun la reina de Sabá emprendió ese largo viaje para conocer la manifestación del poder y sabiduría e Dios manifestado en Salomón. Ella exclamó, “Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos”, 2 Reyes 10.8.

Cuando los apóstoles testificaron en el Día de Pentecostés a su Señor resucitado, su regocijo fue tan evidente que los burladores afirmaron que los doce estaban ebrios. Silas y Pablo no represaron su gozo aun estando en el calabozo de más adentro en Filipos. Ellos cantaron himnos de alabanza a medianoche, con el resultado inevitable que el carcelero se interesó por la salvación de su alma.

Versículo 5:  Cantad salmos a Jehová

Habiendo hecho “célebres en los pueblos” las obras de Jehová, el profeta ahora expresa el gozo de la adoración, cantándole salmos “porque ha hecho cosas magníficas”. El libro de Salmos es un tomo de cantos, un himnario, lleno de alabanza y adoración, y gozo es su nota predominante. David, cuando estaba en el desierto de Judá, exclamó en Salmo 63.5: “Con labios de júbilo te alabará mi boca”.

María, madre de Jesús, era un adorador gozoso: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, Lucas 1.47. Se nos relata en Juan 20.20 que cuando Jesús se presentó en el aposento alto, los discípulos “se regocijaron viendo al Señor”. ¡Cuan deprimente debe ser al corazón de Dios cuando su pueblo le ofrece una forma de adoración insípida y carente de ese regocijo por estar ante él!

Versículo 6: Regocíjate y canta

Finalmente, encontramos aquí el gozo de la venida del Señor; “grande es en medio de ti el Santo de Israel”. El punto culminante del gozo del pueblo terrenal de Dios será la presencia visible del Mesías entre ellos aquí.

No dudamos de que el regocijo de ellos no encuentre límites en aquel día, pero creemos que lo sobrepasará el gozo inefable que será nuestro en el rapto. La Iglesia, sin mancha ni arruga, estará en la presencia suya para verle cara a cara, morar con él y ser semejante a él por la eternidad.

¡Cómo será la relación particular de cada uno en aquel momento, cuando con Pablo le reconozcamos y exclamemos: “El Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí!” El descenderá con voz de aclamación y trompeta de Dios, y no sólo nosotros los vivos sino todas las multitudes de los redimidos serán resucitadas y su gozo cumplido.

Mientras tanto, que nuestras almas sean libradas de las vanidades de este mundo para vivir en la expectación de la consumación del “gozo y paz en el creer” que nos da el Dios de esperanza.

Santiago Saword

[1]  El artículo fue escrito en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial