sábado, 26 de octubre de 2024

Las últimas palabras de Cristo (10)

 JUAN 15 (CONTINUACIÓN)


El poder del testimonio Juan 15:26-27

Si el círculo del amor se rodea de un círculo de odio —el de un mundo hostigador que odia ciegamente a los discípulos de Cristo—, ¿será posible mantener un testimonio en la tierra cuando Cristo se haya ido? El círculo cristiano es pequeño y sus componentes débiles. El Señor los asemeja a un pequeño rebaño en medio de lobos. ¿Con qué poder contarán, entonces, para resistir en un mundo aborrecedor de Cristo y a la vez dar testimonio de Él? Solo podrán resistir con el formidable poder del Espíritu Santo, una Persona divina que vendrá del Padre.

El Señor conocía muy bien el carácter terrible del mundo y el odio incansable que había derramado cual furiosa tempestad sobre Él. Por eso conocía igual de bien la debilidad de quienes le amaban y le habían seguido, contando que Pedro le negaría y todos le abandonarían. Sabía muy bien que si eran dejados a sí mismos nunca serían capaces de mantener ningún testimonio para Él cuando hubiera marchado a la gloria. Conociendo la impiedad del mundo y la debilidad de los discípulos, les dice: «Os enviaré al Consolador del Padre, al Espíritu de verdad —y añade—: Él testificará de mí». Sin importar lo débiles que fueran y la energía del mundo, o si ellos fallaban y el mundo los perseguía, «Él testificará de mí». Testificará en la tierra de la gloria del Hijo en el cielo. El mundo le crucificará en el lugar más humilde de la tierra y el cielo le coronará en el lugar más elevado de la gloria, y luego el Espíritu vendrá a dar testimonio de su gloria. El Hijo vino del Padre para dar testimonio del Padre, y el Espíritu Santo venía del Padre para dar testimonio del Hijo.

Teniendo en perspectiva que el Espíritu venía, el Señor añade: «Vosotros daréis testimonio también»; y presenta otra razón: «Porque estáis conmigo desde el principio». Cierto que nosotros no hemos estado con Jesús en el sentido literal como los discípulos que le acompañaron desde el comienzo de Su ministerio, pero no es menos cierto, sin embargo, desde el punto de vista moral, que si tenemos que dar testimonio de Cristo ante los hombres debemos estar con Él en secreto. Cuando vino finalmente el Espíritu, el testimonio que dieron Pedro y Juan ante el mundo religioso que los perseguía sirvió para que este se diera cuenta de que «habían estado con Jesús».

Así, el Señor nos presenta dos hechos: el primero, que el Espíritu Santo testifica del Cristo en la gloria; el segundo, que los discípulos lo hacen ante los hombres. ¿No son ambos hechos una impresionante ilustración de la historia de Esteban? Rodeado de un mundo religioso que es hostil a Cristo y está perturbado por el odio que le tiene, y que le persigue chasqueando los dientes y arrojándole piedras, Esteban permanece firme en el poder formidable del Espíritu Santo y eleva la mirada al cielo, donde ve la gloria de Dios y a Jesús. Entonces, desde la gloria, el Espíritu Santo testifica de Cristo en el espíritu de Esteban, el cual da testimonio delante del mundo.

Esteban fue el primero de una larga sucesión de mártires, pero a pesar de todo lo que el mundo ha hecho o hará, podemos decir con toda confianza que ha existido y seguirá existiendo el testimonio de Cristo mientras esté en la tierra la compañía cristiana, por la única razón de que el Espíritu Santo está presente en ella, morando en el pueblo de Dios en Su poder formidable e irresistible.
H. Smith

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