JUAN 15 (CONTINUACIÓN)
El poder del
testimonio Juan 15:26-27
Si el círculo del amor se rodea de un
círculo de odio —el de un mundo hostigador que odia ciegamente a los discípulos
de Cristo—, ¿será posible mantener un testimonio en la tierra cuando Cristo se
haya ido? El círculo cristiano es pequeño y sus componentes débiles. El Señor
los asemeja a un pequeño rebaño en medio de lobos. ¿Con qué poder contarán,
entonces, para resistir en un mundo aborrecedor de Cristo y a la vez dar
testimonio de Él? Solo podrán resistir con el formidable poder del Espíritu
Santo, una Persona divina que vendrá del Padre.
El Señor conocía muy
bien el carácter terrible del mundo y el odio incansable que había derramado
cual furiosa tempestad sobre Él. Por eso conocía igual de bien la debilidad de
quienes le amaban y le habían seguido, contando que Pedro le negaría y todos le
abandonarían. Sabía muy bien que si eran dejados a sí mismos nunca serían
capaces de mantener ningún testimonio para Él cuando hubiera marchado a la
gloria. Conociendo la impiedad del mundo y la debilidad de los discípulos, les
dice: «Os enviaré al Consolador del Padre, al Espíritu de verdad —y añade—: Él
testificará de mí». Sin importar lo débiles que fueran y la energía del mundo,
o si ellos fallaban y el mundo los perseguía, «Él testificará de mí».
Testificará en la tierra de la gloria del Hijo en el cielo. El mundo le
crucificará en el lugar más humilde de la tierra y el cielo le coronará en el
lugar más elevado de la gloria, y luego el Espíritu vendrá a dar testimonio de
su gloria. El Hijo vino del Padre para dar testimonio del Padre, y el Espíritu
Santo venía del Padre para dar testimonio del Hijo.
Teniendo en
perspectiva que el Espíritu venía, el Señor añade: «Vosotros daréis testimonio
también»; y presenta otra razón: «Porque estáis conmigo desde el principio».
Cierto que nosotros no hemos estado con Jesús en el sentido literal como los
discípulos que le acompañaron desde el comienzo de Su ministerio, pero no es
menos cierto, sin embargo, desde el punto de vista moral, que si tenemos que
dar testimonio de Cristo ante los hombres debemos estar con Él en secreto.
Cuando vino finalmente el Espíritu, el testimonio que dieron Pedro y Juan ante
el mundo religioso que los perseguía sirvió para que este se diera cuenta de
que «habían estado con Jesús».
Así, el Señor nos
presenta dos hechos: el primero, que el Espíritu Santo testifica del Cristo en
la gloria; el segundo, que los discípulos lo hacen ante los hombres. ¿No son
ambos hechos una impresionante ilustración de la historia de Esteban? Rodeado
de un mundo religioso que es hostil a Cristo y está perturbado por el odio que
le tiene, y que le persigue chasqueando los dientes y arrojándole piedras, Esteban
permanece firme en el poder formidable del Espíritu Santo y eleva la mirada al
cielo, donde ve la gloria de Dios y a Jesús. Entonces, desde la gloria, el
Espíritu Santo testifica de Cristo en el espíritu de Esteban, el cual da
testimonio delante del mundo.
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