El Dios de
esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer. Romanos 15.13
El capítulo 12 de
Isaías nos relata el regocijo y canto que esperan a Israel en un tiempo todavía
futuro cuando el Señor Jesús recibirá el honor que le corresponde sobre el
trono de David y establecerá su reino milenario conforme el profeta había
escrito en el capítulo anterior.
Diecinueve siglos
atrás, aquel pueblo engañado clamó ante Pilato, “Que sea crucificado; ¡no
queremos que éste reine sobre nosotros!” Habiendo rechazado a su Rey, desde ese
entonces hasta ahora ellos han cosechado la amargura terrible de su nefasta
escogencia. El odio que manifestaron hacia el amado Hijo de Dios les ha sido
devuelto en plena medida; ellos sembraron viento y están segando torbellino,
como lo expresa Oseas.
Hoy día[1]
ese pueblo presenta un cuadro triste mientras huye de sus perseguidores o
endecha sus muertos. Pero su futuro glorioso no está tan lejos; Dios no se ha
olvidado de ellos. Viene tiempo cuando, con corazones arrepentidos, aclamarán
su verdadero Mesías. “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la
alegría”, Salmo 30.5.
Bien, pero cuando el hijo de Dios
asigna al Señor Jesucristo su debido lugar de gobierno en el corazón, el
resultado aquí y ahora es regocijo y canto. La razón obvia por qué tantos de
nosotros no estamos experimentando este estado feliz es que la mundanalidad y
carnalidad están asumiendo el lugar que le corresponde a nuestro Señor.
Los
seis versículos de Isaías 12 nos sugieren seis fases de regocijo espiritual que
son parte de la primogenitura del pueblo de Dios.
Versículo
1: Cantaré a ti, oh Jehová
Este es el gozo de la salvación: “...
aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó”. Cuando el alma
experimenta el perdón del pecado y la paz con Dios, cuando el santo evangelio
entra con toda su virtud consoladora y uno encuentra reposo en la obra ya
terminada de Cristo, viene el gozo de la salvación.
Que seamos guardados
en la sencillez del primer amor, no cansándonos nunca de cantar del día feliz
cuando encontramos al Señor y El a nosotros. Pobre David renunció ese gozo
cuando se desvió a la senda del pecado, y más adelante tuvo que clamar de
corazón contrito, “Vuélveme el gozo de tu salvación”, Salmo 51.12.
Sin este gozo, no hay testimonio
efectivo para Dios. ¡El cristiano infeliz es como el hombre que pierde el hacha
y se queda con sólo el cabo en la mano!
Versículo 2: Mi fortaleza y mi canción es Jah Jehová
En Nehemías 8.10
leemos, “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”. El ministerio fiel de los
siervos de Dios en esa época produjo el verdadero arrepentimiento en los
corazones de su pueblo, de manera que “todo el pueblo lloraba oyendo las
palabras de la ley”.
El gozo del Señor no consiste en
ocuparnos con las bendiciones nuestras, sino con el Benefactor. La vida
cristiana es encontrar nuestra satisfacción en la propia persona de Cristo.
Versículo 3: Sacaréis
con gozo aguas de las fuentes de la salvación
Cuando uno tiene el
gozo de la salvación y el gozo de la presencia del Señor en su vida, entonces
hay este gozo que se concentra en la Palabra de Dios. El autor del Salmo 119 lo
tenía: “Me regocijo en tu palabra como el que haya muchos despojos”, versículo
162. Él tenía para las Escrituras el apetito que un muchacho de escuela tiene
para su cena, y el resultado se veía en el crecimiento espiritual y la energía
que Dios da.
Al contrario, cuando los periódicos,
las revistas y literatura parecida quitan el apetito por la Biblia, el lenguaje
del creyente se torna en aquél del pueblo descontento de Israel en el desierto:
“Nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”, Números 21.5.
Versículo
4: Cantad a Jehová ... haced célebres en
los pueblos sus obras.
Ahora encontramos el gozo de
testificar. Mientras Israel andaba cerca de Jehová, ellos eran un testimonio
ante las naciones. Aun la reina de Sabá emprendió ese largo viaje para conocer
la manifestación del poder y sabiduría e Dios manifestado en Salomón. Ella
exclamó, “Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos”, 2 Reyes
10.8.
Cuando
los apóstoles testificaron en el Día de Pentecostés a su Señor resucitado, su
regocijo fue tan evidente que los burladores afirmaron que los doce estaban
ebrios. Silas y Pablo no represaron su gozo aun estando en el calabozo de más
adentro en Filipos. Ellos cantaron himnos de alabanza a medianoche, con el
resultado inevitable que el carcelero se interesó por la salvación de su alma.
Versículo
5: Cantad salmos a Jehová
Habiendo hecho
“célebres en los pueblos” las obras de Jehová, el profeta ahora expresa el gozo
de la adoración, cantándole salmos “porque ha hecho cosas magníficas”. El libro
de Salmos es un tomo de cantos, un himnario, lleno de alabanza y adoración, y gozo
es su nota predominante. David, cuando estaba en el desierto de Judá, exclamó
en Salmo 63.5: “Con labios de júbilo te alabará mi boca”.
María, madre de Jesús, era un adorador
gozoso: “Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, Lucas 1.47. Se nos
relata en Juan 20.20 que cuando Jesús se presentó en el aposento alto, los
discípulos “se regocijaron viendo al Señor”. ¡Cuan deprimente debe ser al
corazón de Dios cuando su pueblo le ofrece una forma de adoración insípida y
carente de ese regocijo por estar ante él!
Versículo 6: Regocíjate
y canta
Finalmente,
encontramos aquí el gozo de la venida del Señor; “grande es en medio de ti el
Santo de Israel”. El punto culminante del gozo del pueblo terrenal de Dios será
la presencia visible del Mesías entre ellos aquí.
No dudamos de que el
regocijo de ellos no encuentre límites en aquel día, pero creemos que lo
sobrepasará el gozo inefable que será nuestro en el rapto. La Iglesia, sin
mancha ni arruga, estará en la presencia suya para verle cara a cara, morar con
él y ser semejante a él por la eternidad.
¡Cómo será la relación
particular de cada uno en aquel momento, cuando con Pablo le reconozcamos y
exclamemos: “El Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí!” El
descenderá con voz de aclamación y trompeta de Dios, y no sólo nosotros los vivos
sino todas las multitudes de los redimidos serán resucitadas y su gozo
cumplido.
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