Miremos el
sacerdocio de Aarón:
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Tomado
de entre los hombres
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Constituido
a favor de los hombres
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Ofrecía
sacrificio por los pecados de los hombres
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Paciente
con los hombres ignorantes y extraviados
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Él
también era hombre rodeado de debilidad
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Necesitaba
un sacrificio por sí mismo
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Para
después ofrecer por el pueblo (Hebreos 5:1‑3)
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Miremos
el sumo sacerdocio de Cristo en sus perfecciones divinas y humanas:
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Un
sacerdote glorificado
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Un
sacerdocio eterno
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Un
sacerdote que lo que ofrece por sí es clamor y lágrimas
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Un
sacerdote que no tuvo sustituto
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Un
sacerdote que ofrece por el pueblo su propia vida
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Un
sacerdocio perfeccionado por el padecimiento
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Un
sacerdote que otorga salvación eterna (Hebreos 5: 4‑10).
El
contraste de este oficio son los dos lados opuestos, el divino y el humano,
donde hay una enorme distancia incalculable como la altura de los cielos a la
tierra. En el Señor había las dos naturalezas en tan perfecta armonía que aún
los mismos discípulos vinieron a entenderlo después de su resurrección. “Por
tanto cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que
había dicho esto, y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho”
(Juan 2:22).
Como
humano el Señor nunca entró al templo para ofrecer sacrificio, porque había el
sacerdocio levítico. Antes él mismo tenía que ofrecerse en sacrificio por el
pueblo. Porque su sacerdocio es divino. Porque su oficio es en un templo
espiritual.
El
sacerdocio de Aarón: Tomado de entre los hombres, esto era un honor.
Constituido a favor de los hombres, este era ductor. Tenía que ofrecer
sacrificios por los pecados de los hombres, esto era mediador. Debía ser
paciente con los hombres, esto era tolerante. Él también era hombre, consigo
mismo debía ser vigilante. Debía ofrecer sacrificio por sí, esto era diligente.
Debía ofrecer sacrificio por el pueblo, esto era eficiente.
El Señor
Jesucristo, el sumo sacerdote en sus perfecciones divinas y humanas fue
confirmado por Dios: “Tu eres mi Hijo” v. 5. Por naturaleza Dios establece una
descendencia empezando por su Hijo, pero una descendencia que no termina como
la de Aarón que por la muerte estaba expuesta a terminar la dinastía. Para dar
cumplimiento a la promesa antigua y al nuevo pacto (Éxodo 19:6; Apocalipsis
1:6) glorificó a su Hijo haciéndolo sumo sacerdote. Nosotros que por el nuevo
nacimiento llegamos a ser participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4),
gozamos ya de esa prosapia según está escrito en 1 Pedro 2: 9.
El Señor
tiene un sacerdocio eterno juramentado: “Tu eres sacerdote para siempre”, v. 6.
Aarón murió, sus hijos y descendientes también, el sacrificio que ellos
ofrecían lleva cerca de dos mil años paralizado, porque el sacrificio de Cristo
ha alcanzado una perfecta redención y un sacerdocio perfecto y eterno. “Porque
no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el
mismo cielo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Hebreos 9: 24).
El
sacerdote antiguo tenía que reprimir toda emoción sentimental. Una vez
consagrado al servicio del Señor quedaba cortada toda afección que produjera
tristeza. Aarón escapó de una disciplina el día que murieron sus dos hijos
Nadad y Abiú, porque tenía a su favor que había ofrecido su expiación y su
holocausto delante de Jehová” (Levítico 10:19), que nos hablan de la vida y la
muerte de nuestro Señor Jesucristo. Pues Aarón embargado por el sentimiento de
lo que le había acontecido aquel día, cerró su boca, e incurrió junto con sus
otros dos hijos Eleazar e Itamar en tres graves faltas; el macho cabrío para
expiación del pecado del pueblo había sido quemado, la sangre no fue esparcida
dentro del santuario; y aquella ofrenda mecida tan santa que correspondía a los
sacerdotes para comerla en lugar santo, fue rehusada. Levítico 10: 1 al 20.
Dios
quiere una consagración de amor puro, “de todo corazón, con toda el alma, con
toda la mente y de todas las fuerzas” (Marcos 12:30). Esto es lo que pide el
Señor de los que le siguen como sus discípulos. “Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, hermanos y hermanas, y aun
también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Hay casos
entre creyentes que ha llamado mucho la atención, es la emotividad exagerada
que muestran cuando muere algún pariente. Algunos han llegado al escándalo que
se transforma en espectáculo; en el amor no se puede evitar el sentimiento,
pero sólo los que no tienen esperanza dan estas demostraciones de
desesperación.
He dicho
arriba que Aarón y sus hijos escaparon de una disciplina grave porque Dios en
su providencia, reconociendo la flaqueza humana, les había enseñado que debía
ofrecer primero sacrificio por él y por su casa. (Levítico 16:6,11,17,24)
Nuestro
gran sumo sacerdote ofrece por él ruego y súplicas, clamor y lágrimas, y ofrece
por el pueblo su propia vida. Las súplicas, las lágrimas y el clamor no eran el
efecto del sentimiento humano, E no era la rebelión de su espíritu I a la
voluntad de su Padre, no era producto de transgresión, ya que en él no había
pecado. Su ruego, su súplica, su clamor, sus lágrimas, eran por la hora crucial
que ha dejado un signo en medio de la eternidad, la separación que hubo entre
él y su Padre, cuando en la cruz hecho pecado, hecho maldición por nosotros
pagó la cuenta de nuestro rescate. Las tablas de piedra con la ley escrita por
el dedo de Dios, y que Moisés rompió al pie del monte por el pecado del pueblo;
ahora está dentro del arca, es precisamente el testimonio de que fue cumplida.
Para satisfacción de Dios tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, y
para con el Padre tenemos un abogado, a Jesucristo el justo” (Hebreos 10:21; 1
Juan 2:1).
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