domingo, 15 de diciembre de 2024

El Reinado del Vértigo

 La velocidad, la impaciencia, el ritmo alocado y vertiginoso, son las características que predominan en nuestros días. Observamos asombrados la cantidad de accidentes automovilísticos que se Producen a diario, especialmente en los caminos ruteros. Todos quieren pasar adelante, llegar pronto a destino. Muchos no llegan, pues les sorprende la muerte o quedan físicamente disminuidos. A veces se justifica, como excepción, un viaje urgente por enfermedad u otro motivo poderoso. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones priva la inconsciencia y la irreflexión y no sirven de advertencia y escarmiento tantos sucesos dolorosos. Ante tales hechos, se cae en la encrucijada de no saber si corresponde aplaudir o censurar los adelantos técnicos de la industria automotriz, que ha alcanzado niveles tan elevados en cuanto a velocidad. Claro que todo corre paralelo a esta época espacial, en que el hombre ha llegado a la Luna y los aviones supersónicos acortan distancias en tiempos inverosímiles.

El hombre sin Dios vive obsesionado e intranquilo: quiere "ganarle la delantera" a la vida y, en contraposición, suele encontrar la muerte y la perdición. Aunque se supone que sabe a dónde quiere ir, pretende llegar demasiado aprisa, a veces con sus sentidos físicos embotados. Y espiritualmente hablando, corre la carrera de la vida vertiginosamente, con sus sentidos adormecidos, aletargados, y lo que es más grave, sin una meta definida.

El llamado de atención de Dios es: "Paraos en los caminos, y Mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma" (Jerem. 6:16). Y nuestra reflexión desea profundizar en esta pregunta: nosotros, los creyentes en el Señor, ¿no solemos caer en este ritmo violento de la vida moderna? No solamente con respecto a la conducción de nuestros vehículos automotores —con los que a veces cometemos excesos con riesgo de nuestra integridad física y la de nuestros semejantes —sino también en nuestro sistema de vida, que no siempre sometemos a la conducción sabia y segura de nuestro Padre Celestial, que debe ser el Dueño y contralor de nuestras acciones.

Nos apuramos, estamos impacientes por alcanzar las metas que nos hemos propuesto. No estamos dispuestos a esperar la respuesta del Señor y obramos por nuestra cuenta.  ¡Y cuántas veces no consultamos la voluntad divina en hechos trascendentes de nuestra vida!

Dice la Palabra de Dios: . . . ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes... sino que TIEMPO y OCASION acontece a todos" (Eccl. 9:1 1). Es un lamentable error nuestro pretender adelantarnos a los propósitos de Dios. Todo llegará a cada uno en su tiempo y oportunidad.

Si algún peligro nos acecha, si
la carne se quiere revelar, oímos al Señor que nos dice: "No habrá para que vosotros peleéis en este TROS CORAZONES: PORQUE LA caso: paraos, estad quedos, y ved VENIDA DEL SEÑOR SE ACERCA" la salud de Jehová con vosotros. . . no temáis ni desmayéis… " (2 Crón. 20:17).

Y en el Salmo 37, dice el Señor por medio del rey David: "No te impacientes. . . Espera en Jehová y haz bien. espera en y él hará. . . Calla a Jehová, y espera en él: No te alteres. . . Déjate de la ira y depón el enojo: No te excites en manera alguna a hacer lo malo".

"PUES, HERMANOS, TENED PACIENCIA HASTA LA VENIDA DEL SEÑOR... CONFIRMAD VUESTROS CPRAZONES: PORQUE LA VENIDA DEL SEÑOR SE ACERCA” (Sgo. 5:7,8).

                S. J. Alonso, Sana Doctrina, 1971


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