domingo, 15 de diciembre de 2024

Las últimas palabras de Cristo (12)

 JUAN 16 (CONTINUACIÓN)


Necesidad de la partida de Cristo Juan 16:5-7

Si los discípulos tenían que ser instruidos en la mente del Señor, se precisaba que Él se fuera y viniera el Consolador. El Señor les reconoció el afecto que le tenían, y Él también compartía con ternura el dolor que llenaba su corazón cuando pensaban que se tenían que separar. Sin embargo, les dice: «Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros». Nuestra incapacidad de reconocer la enorme bendición que esto significa para nosotros y para la gloria de Cristo, no debería rebajar nuestra estima por el don del Espíritu cuando vemos lo mucho que lo valora el Señor. No existe ninguna duda de que la compañía del Señor les fue de mucha bendición en su senda terrenal, ya que pudieron ver sus obras de poder y escuchar sus palabras de amor, contemplar sus excelencias y experimentar su cuidado. Su partida iba a significar una mayor ganancia, porque con la venida del Espíritu los creyentes son guiados a un conocimiento más hondo de Cristo, a una apreciación más abundante de sus excelencias, y sobre todo, a un conocimiento del Hombre exaltado en la gloria.

Conocer por el Espíritu al Cristo glorificado debe ser más dichoso que conocer al Cristo terrenal según la carne, ya que lleva implícita una unión con Él en la resurrección, algo que era imposible que se diera cuando estaba aquí. La unión con el Hombre en el cielo conlleva más bendición que la compañía con el Hombre en la tierra. La ocupación con el dolor inmediato de sentir la pérdida del Señor vedó los ojos de los discípulos a la bendición que Dios tenía preparada para ellos a través del dolor.

Se puede deducir de todo esto un principio de aplicación general. Preocuparnos de nuestras dolorosas circunstancias del presente ocultará de nuestra vista los propósitos que Dios quiere realizar para bendecirnos en el futuro. La preocupación de los discípulos con su dolor ocultó de sus ojos el hecho importante de que, con la partida del Señor, Él se iba para inaugurar el camino a la revelación de todos los infinitos consejos de Dios para la gloria de Cristo y la bendición de su pueblo.

Esto es lo que suele sucedernos: al estar preocupados con las circunstancias dolorosas de nuestro momento pasamos por alto la bendición y la holgura del alma que Dios se ha propuesto darnos guiándonos a través de estas mismas circunstancias, y solemos olvidarnos de aquel versículo: «Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar» (Sal. 4:1).

H. Smith

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