JUAN 16 (CONTINUACIÓN)
Necesidad de la partida de Cristo Juan
16:5-7
Si los discípulos
tenían que ser instruidos en la mente del Señor, se precisaba que Él se fuera y
viniera el Consolador. El Señor les reconoció el afecto que le tenían, y Él
también compartía con ternura el dolor que llenaba su corazón cuando pensaban
que se tenían que separar. Sin embargo, les dice: «Os conviene que yo me vaya;
porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros». Nuestra incapacidad
de reconocer la enorme bendición que esto significa para nosotros y para la
gloria de Cristo, no debería rebajar nuestra estima por el don del Espíritu
cuando vemos lo mucho que lo valora el Señor. No existe ninguna duda de que la
compañía del Señor les fue de mucha bendición en su senda terrenal, ya que
pudieron ver sus obras de poder y escuchar sus palabras de amor, contemplar sus
excelencias y experimentar su cuidado. Su partida iba a significar una mayor
ganancia, porque con la venida del Espíritu los creyentes son guiados a un
conocimiento más hondo de Cristo, a una apreciación más abundante de sus
excelencias, y sobre todo, a un conocimiento del Hombre exaltado en la gloria.
Conocer por el
Espíritu al Cristo glorificado debe ser más dichoso que conocer al Cristo
terrenal según la carne, ya que lleva implícita una unión con Él en la
resurrección, algo que era imposible que se diera cuando estaba aquí. La unión
con el Hombre en el cielo conlleva más bendición que la compañía con el Hombre
en la tierra. La ocupación con el dolor inmediato de sentir la pérdida del
Señor vedó los ojos de los discípulos a la bendición que Dios tenía preparada
para ellos a través del dolor.
Se puede deducir de
todo esto un principio de aplicación general. Preocuparnos de nuestras
dolorosas circunstancias del presente ocultará de nuestra vista los propósitos
que Dios quiere realizar para bendecirnos en el futuro. La preocupación de los
discípulos con su dolor ocultó de sus ojos el hecho importante de que, con la
partida del Señor, Él se iba para inaugurar el camino a la revelación de todos
los infinitos consejos de Dios para la gloria de Cristo y la bendición de su
pueblo.
H. Smith
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