Jonás en fracaso y prueba
“Porque al
que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo.” Muchos son los
profesantes de la fe en Cristo, pero aquellos que son sometidos a la prueba
muestran su adopción de hijos. A éstos el castigo viene para santificación y
para quitarles algunas cosas que del carácter del hombre viejo todavía se
manifiestan en la vida del hombre nuevo.
El ejemplo
que tengo delante es el profeta Jonás, a quien el Señor pasó por cuatro ángulos
agudos a ver si en alguno de ellos era aprehendido. El Señor creó cuatro cosas
momentáneas, exclusivas, para enseñar a Jonás. Dos de ellas le hicieron
prorrumpir en alabanza y gozo y dos de ellas en hacerlo mal hablar.
Cuán
diferente de otro que dijo: “También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no
recibiremos?” En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2:10) La prueba
que Dios envió a Job era para quitarle algunas cosas de encima, como confianza
en sus buenas obras que solía hacer, y; estas podían hacerle estribar en
justicia propia. (Job 16:17, 27:1-6). Mas el fin que el Señor perseguía al
enviar esa prueba a su siervo era que Dios fuese glorificado, pues Job
aprendió: “He aquí, que yo soy vil ... me aborrezco y me arrepiento.” (Job
39:36, 42:5,6)
También
fue la voluntad de Dios que su Hijo padeciera los tormentos de la cruz. Hallado
en tal condición de abatimiento y sufrimiento a causa de nuestra redención,
sobre todo tenía por delante la gloria de su Padre. “Padre, la hora ha llegado;
glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.” (Juan 17:1-5)
Volviendo
a Jonás, éste fue muy diferente a Job. Jonás fue el hombre de carácter
irascible. Por cuatro veces pronunció sentencia de muerte contra sí mismo y
contestó a Dios hasta de una manera insolente. De modo que el Señor, para sacar
un vaso de plata refinada, echó a Jonás al crisol y lo pasó por el fuego de la
prueba para quitarle las escorias.
Cuando el
que escribe trabajaba en el taller y teníamos que fundir material blanco, el
maestro me enseñó dos cosas: con un remillón apartar la escoria a un lado,
entonces probar si el rostro se refleja en el material candente, y luego con un
papel tocar el material hirviente. Si el papel encendía en llama, el material
estaba listo para vaciarlo en la horma ya preparada.
Así
también el Señor busca que, por medio de la prueba o disciplina enviada al
creyente, llegue a reflejar la imagen de su Señor. (Romanos 8:28,29) Pablo en
la cárcel dijo: “Ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, o por
vida o por muerte.” (Filipenses 1:20) Que la gente conozca que hemos estado con
Jesús. (Hechos 4:13) En cuanto a nuestro fervor, debe arder como un fuego que
contagie a los otros. “El que cree en mí, como dice la escritura, ríos de agua
viva correrán de su vientre.” (Juan 7:39)
La esposa
en el Cantar de los Cantares, después de levantarse de la cama para salir en
busca del esposo, pasó por la prueba de la persecución: “Hiriéronme,
llagáronme, quitáronme mi manto de encima los guardas de los muros.” Esto
encendió en ella el fuego candente del amor que buscó, y describió a su amado
de la manera más hermosa. Su ardor fue de tal modo que contagió a los otros, y
dijeron: “¿Adónde se ha ido tu amado y le buscaremos contigo?” (Cantares
5:1-16, 6:1)
Entonces hubo cuatro instrumentos que Dios creó, los
cuales fueron usados para la prueba de Jonás.
·
Jehová
había preparado un gran pez que tragase a Jonás. (2:1)
·
Preparó
Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que le hiciese
sombra. (4:6)
·
Dios
preparó un gusano al venir la mañana del siguiente día, el cual hirió la
calabacera y secóse. (4:7)
·
Dios preparó un pez para llevarle abajo a las
profundidades del mar, para enseñarle que nadie puede ocultarse de la presencia
de Dios.
“Todas las
cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.” (Hebreos 4:13) Hubo cuatro lugares donde Jonás no pudo esconderse: ni
en la bodega del barco, ni en el fondo del mar, ni en el vientre de la ballena,
ni pudo esconder los pensamientos de su huida. “¿Adónde me iré de tu
presencia?” (Salmo 139:7)
¡Qué
pronto Jonás se confió en las sombras pasajeras de esta vida! Bienaventurado
aquel que aprende por experiencias a confiar en el Eterno e invariable: “El que
habita al abrigo del Altísimo, habitará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmo
91:1) Muchas gentes son ligeras para dejarse guiar por las emociones. Muestran
gran entusiasmo por lo que les llena la vista y un poco tiempo después
descubren que era como la calabacera de Jonás; no tenía raíz profunda. (Marcos
4:5,6)
Dios preparó un gusano que la comió por dentro.
La
conciencia que no es justificada será una conciencia vacilante. Piensa: “En
salvándome yo, no importa que los demás se pierdan.” (1 Corintios 8:11) Jonás
se apesadumbró porque Dios mostró misericordia a los ninivitas arrepentidos. La
conciencia debe ser un gusano que nos corroa en esta vida para que lleguemos a
tener conciencia iluminada. (Hechos 24:16) De otra manera la conciencia del
individuo en el infierno será gusano que nunca muere. (Marcos 9:43-49)
Dios preparó un recio viento solano que le azotó de
fuera, y Jonás deseaba morirse.
Ciertamente ha habido
tribulaciones tan hostiles, tempestades tan horrendas en el pueblo del Señor
que para muchos “el morir es ganancia.” El Señor permite periódicamente esos
vientos para templar el carácter y la fe de sus santos (Juan 15:2), para probar
la fidelidad y para que se manifieste la apostasía de otros.
El huracán
no apagó el pabilo que humeaba (Mateo 12:18-21). De Juan el Bautista se dice
que no fue “caña meneada por el viento.” Las pruebas vendrán a todos los hijos
de Dios. Que el Señor nos dé gracia suficiente para que digamos con el apóstol
Pablo: “Antes en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel
que nos amó.” (Romanos 8:37)
José Naranjo
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