Según 1 Corintios 15.3-4, el evangelio que predicamos es:
"Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y
que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras". Gracias a Dios, Cristo nació. Pero el tema no es Su
nacimiento, sino Su muerte y resurrección. Juan Dennison escribe lo siguiente:
"Todas
las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis” (1 Co. 11.26).
Pero, ¿por qué usar pan y vino? ¿Por qué no un mini-pesebre para recordar"
que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores"(1 Ti. 1:15)?
¿Por qué no un martillo de bronce para recordar su vida en Nazaret como
carpintero (Mr. 6:3)? ¿Por qué no una roca para recordar que "No está
aquí, sino que ha resucitado" (Lc. 24:6)? ¿Por qué no una trompeta de oro
para recordar que Él dijo: "Vendré otra vez" (Jn. 14:3)? Lo
demás no tendría sentido si no fuera cierto que "Cristo murió por
nuestros pecados" (1 Co. 15.3). Pero cada domingo, los ángeles (1 Co.
11.10), y Dios mismo escucharán una y otra vez la proclamación simbólica de que
"Cristo... murió por los impíos" (Ro. 5.6). ¡Qué proclamación!
¡Qué privilegio!
John Dennison, Devoción A Diario, lectura para 16
de febrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario