Profanar
algunos pactos
Entre muchos de los de
los compromisos que Israel quebrantó para con su Dios, notamos cuatro
infracciones que dieron por resultado la profanación de varios pactos que Dios
había hecho con ellos. De las experiencias de aquéllos aplicamos a la urgente
necesidad de la Iglesia hoy día, ya que se cometen las mismas, y más
provocaciones. “Y estas cosas le acontecieron en figura y son escritas para
nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado.” (1
Corintios 10:11)
Aunque en conjunto fue
un solo pacto el de Dios con Israel, en su reglamentación observamos las
diferentes infracciones que cometió Israel.
• Profanando el pacto de Leví: “Mas vosotros os habéis apartado del
camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de
Leví, dice Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 2:8)
Este pacto fue de paz,
y fue celebrado en virtud del celo que mostró Finees, hijo de Eleazar, y la
dignidad en vindicar el nombre de su Dios, el día en que el pueblo se dio a la
licencia abominable de caer en la idolatría de Baal-peor. Pero ya para el tiempo
de Malaquías el sacerdote su había bajado de sus altares. “En sus labios ya no
habla ley de verdad. En vez de apartar a otros del pecado, más bien lo
confundían y lo complicaban en la iniquidad.
También hoy son muchos
los creyentes que han perdido el celo de los primeros días. “Todos buscan lo
suyo propio y no lo que es de Cristo Jesús.” (Filipenses 2:21) Unos han perdido
aquella templanza para contener los apetitos. “Todo me es lícito, mas no todo
conviene.” “Antes hiero mi cuerpo y lo pongo en servidumbre.” (1 Corintios
10:23, 9:27) Pablo fue celoso de la dignidad de la iglesia de Cristo. (2
Corintios 11:2)
• Profanando el
pacto de nuestros padres: ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha
criado un mismo Dios? ¿Por qué menospreciaremos cada uno a su hermano,
quebrantando el pacto de nuestros padres?” (Malaquías 2:10)
Este pacto era pacto
de honor, alusivo a la alianza que Dios hizo con el pueblo en el Sinaí. “Ahora
pues, si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi
especial tesoro sobre todos los pueblos ... y vosotros seréis mi reino de
sacerdotes y gente santa.” (Éxodo 19:5,6) En todas las generaciones estos
judíos debían reconocerse como hermanos por ser descendientes de un mismo
Padre.
También en la gracia
dice el Señor: “Uno es vuestro maestro, el Cristo, y todos vosotros sois
hermanos. Y vuestro Padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es
vuestro Padre, el cual está en el cielo.” (Mateo 23:8,9) Siendo Dios nuestro
Padre debemos andar dignos de tan noble adopción (Efesios 4:1) y el honor
principal debe ser para nuestro Padre. (Malaquías 1:6) Siendo hijos de Dios por
la fe en el Señor Jesucristo, todos somos hermanos. “Amando los unos a los
otros con caridad fraternal. Previendo con honra los unos a los otros.”
(Romanos 12:10,16)
Los corintios dieron
principio a la infracción de la unidad diciendo: “Yo cierto soy de Pablo, pues
yo de Apolos, y yo de Cefas, y yo de Cristo.” Estaban peleando el hermano con
el hermano en juicio ante los infieles. (1 Corintios 1:2, 6:10) Los corintios
han tenido muchos sucesores que han multiplicado las divisiones en el pueblo de
Dios.
• Profanando el pacto de santidad: “Prevaricó Judá y en Israel y en
Jerusalén ha sido cometida abominación; porque Judá ha profanado la santidad de
Jehová que amó y se casó con hija de dios extraño.” (Malaquías 2:11)
Este pacto era de
separación. La simiente santa no debía ser mezclada con la de los pueblos
gentiles. La noche que fueron redimidos por la sangre del cordero, fueron
también consagrados un pueblo exclusivo para Dios. Dios era considerado como el
esposo. El nunca falló a sus misericordias; por eso era considerado como
adulterio la infidelidad de Israel.
La Iglesia tiene
advertencias muy claras en cuanto a nuestra separación. “No os juntéis en yugo
con los infieles. ¿Qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué
comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14,18) La separación del
creyente implica más del yugo desigual en el matrimonio. Abarca el negocio, los
compañeros, la política, las reuniones sociales, la diversa doctrina, los
hermanos carnales. “No erréis: las malas conversaciones corrompen las buenas
costumbres.” (1 Corintios 15:33) Dios es santo, y como tal pide que los hijos
sean santos.
• Profanando el
pacto del matrimonio: “Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu
mocedad, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer
de tu pacto.” (Malaquías 2:14)
Este pacto era de amor conyugal y la
conservación de una simiente de Dios, v. 15. Ese pueblo en su caída, ya que por
su pecado Dios los echó en tierra de extraños, empezó a ver las mujeres paganas
con ojos codiciosos, como al principio de las generaciones. “Viendo los hijos
de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomáronse mujeres,
escogiendo entre ellas.” (Génesis 6:2)
Las mujeres judías oraban a Dios por
sus maridos para que regresaran y no interrumpieron el pacto que en su mocedad
juraron. Las mujeres llevaban sus ofrendas al altar del Señor, y las ofrecían
con lágrimas, v. 13, como Anna en los días del sacerdote Elí. (1 Samuel 2:11)
También la Iglesia ha sido desleal con
su Señor. Si en los tiempos apostólicos el Señor recriminó a la iglesia de
Éfeso, “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor,” (Apocalipsis 2:4)
cuánto más ahora que estamos más lejos de la cruz de Cristo. La prometida del
Señor se está olvidando cada día más del pacto con El el día que creímos. Este
pacto fue en la virtud de su sangre derramada en la cruz. “Para presentársela
gloriosa para sí, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:27)
A propósito, ¿qué hay de la fidelidad a
nuestras esposas? ¿Tenemos secretos para ellas? ¿Las amamos con el amor del
principio? ¿Los años nos hacen ver en ella algunos defectos? No nos engañemos;
que, si no amamos a aquellos que estamos viendo, ¿cómo amamos al Señor que no
vemos?
“Guardaos pues en vuestros espíritus, y
no seas desleales.” (Malaquías 2:16)
José Naranjo
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