sábado, 30 de agosto de 2025

La Mujer que agrada a Dios (2)

 El pecado y sus efectos (Genesis 3)

Antes de estudiar Génesis 3 lea de nuevo el capítulo 2:16, 17 y observe cuán claro fue el mandato de Dios: pueden hacer esto, no pueden hacer aquello. Además, Dios les advirtió del castigo por la desobediencia. El hombre, como ser moral, estaba sujeto a prueba. Podía elegir amar y obedecer a Dios o escoger agradarse a sí mismo y desobedecer a Dios. ¡Cuántas veces, ante las muchas opciones en la vida, elegimos como Adán y Eva lo hicieron!

No se nos dice cuánto tiempo el hombre y la mujer vivieron en paz y armonía en el bello y fructífero jardín donde Dios los había puesto. Pero un día la paz desapareció y ¡la mujer fue la responsable de la tragedia! ¿Se habría detenido cerca del árbol prohibido en medio del huerto? ¿Habría estado jugando con la idea de lo que el árbol le podría dar a ella? Si así fue, ella fue fácil presa para el tentador que estaba a la expectativa con el fin de aprovechar cualquiera oportunidad. Es necesario que nos mantengamos apartadas lo más posible de la tentación. Nunca juguemos con aquello que nos pueda conducir al pecado.

LA TENTACION

Con sus preguntas y mentiras astutas la serpiente indujo a la mujer a dudar de la Palabra de Dios y de su amor. "¿Te ha ocultado Dios algo? ¿Por qué? Nada malo te sucederá si comes. Es que Dios no quiere que tú seas tan grande como él. La fruta es deliciosa. ¡Fíjate qué bella se ve . . . y te dará sabiduría!" Así fue el acercamiento de la serpiente. Apelaba tanto al apetito como a la vanidad.

EL PECADO

¿Cómo respondió la mujer? Ella pudo considerar la proposición completa. Dios había hablado. ¿Qué derecho tenía ella de juzgar la palabra de Dios? Eva pecó desde el instante que creyó a Satanás y no a Dios. Dios había dicho: "Ciertamente morirás". La serpiente dijo: "No morirás" Ella atención a otra voz que no era la de Dios. Codició algo para sí misma que Dios le había prohibido. Dejó a un lado toda la abundancia que le había dado y la confianza en su amor. Tomó la fruta y la y luego comprometió también a su esposo.

Es interesante observar cuán similar fue el acercamiento de cuando tentó al Señor Jesús en el desierto (Mt. 4:1-10). Tres veces al Señor para que tomase algo para sí mismo que Dios no le dando, Tres veces fue rechazado. Citando y confiando en la palabra de Dios, Cristo no sostuvo ningún diálogo personal con Satanás.

Hoy día Satanás usa las mismas tácticas para tentarnos. Suspende ante nuestros ojos las cosas rutilantes del mundo para que los codiciemos. El apóstol Juan nos amonesta sobre esto: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo… los deseos de la carne (Eva vio que el árbol era bueno para comer), los deseos de los ojos (el árbol en agradable a los ojos), y la vanagloria de la vida (era codiciable pan alcanzar la sabiduría), no proviene del Padre, sino del mundo" (1 Juan 2: 15, 16). Nuestra fortaleza para resistir la tentación procede del conocimiento de la Palabra de Dios y de nuestra aceptación de la voluntad de Dios.

Eva no sólo pecó contra Dios, también contra Adán por actuar inde. pendientemente de él. Ella tomó la posición de liderazgo que pertenecía al hombre, y ¡qué tragedia produjo! Cuando nosotras violamos el orden de Dios y nos apartamos de la función que él nos ha designado, no podemos esperar otra cosa que no sea desorden y aflicción.

LOS RESULTADOS

El resultado inmediato del pecado fue la vergüenza y remordimiento j' que reemplazaron el estado anterior de inocencia que ellos tenían, La primera evidencia del pecado fue en la relación del esposo y la esposa (Gn. 3:7). El pecado echó a perder la perfecta unidad de Génesis 2:23-25.

La serpiente había prometido que ellos conocerían el bien y el mal y así sucedió. Ahora conocían el bien, pero sin el poder para hacerlo, y conocían el mal sin el poder para resistirlo. La consecuencia mayor del pecado fue la muerte, como Dios había dicho. La muerte tiene tres fases: 1) Separación de Dios, que inmediatamente vino sobre Adán Y Eva. 2) La muerte física que vino años más tarde. 3) La muerte eterna la separación eterna de Dios que es el destino final de aquellos rechazan la salvación de Dios. El hombre quiso exaltarse a sí para ser igual a Dios (Gn. 3:5), pero se condenó a sí mismo a la a volver al polvo.

Observe el contraste en el Señor Jesús que "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que por lo cual Dios también lo exaltó a lo sumo" Fil 2'5-11). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte…” (1 P. 5:6).

La entrada del pecado arruinó la relación feliz que había entre el hombre y Dios. Ahora el hombre y la mujer tuvieron temor de Dios y trataron de esconderse de él. Dios los llamó de su escondite y desde aquel día Dios, en su gracia, ha seguido en pos del hombre, con el propósito de ayudarle y bendecirle a pesar de su pecado.

EL CASTIGO

Dios trató con cada uno de los tres participantes en este drama. Maldijo a la serpiente y a la tierra (Gn. 3: 14, 17), más normal dijo al hombre ni a la mujer. Trasformó la forma de vida de la serpiente a algo inferior, símbolo de la degradación de Satanás a quien se le llama "la serpiente antigua" (Ap. 12:9), y dictó sentencia final sobre Satanás: "La simiente suya te herirá en la cabeza" (Gn. 3:15). La sentencia sobre el hombre fue que la actividad principal de su vida, el trabajo, ahora sería con sudor, dolor y cansancio, y que finalmente su cuerpo volvería al polvo de donde había sido formado.

La sentencia de la mujer correspondió principalmente a su relación de esposa y madre (Gn. 8:16). Su función distintiva y bienaventurada, la maternidad, quedaría ligada al dolor y la aflicción. La pasión más fuerte de la mujer oriental ha sido siempre la de tener hijos. A ella se le cumpliría su deseo, pero con dolor; recordatorio de que el sufrimiento vino con el pecado. Su relación con su esposo fue alterada. Ahora ella estaría sujeta a su autoridad y él se enseñorearía de ella. En su pecado Eva había sido la líder de Adán y él la había seguido. Ahora ella quedaría sujeta a él.

El deseo de matrimonio, pero sujeción dentro de él, ha sido la condición de la mayoría de las mujeres desde la caída. Hasta ese instante no hallamos ninguna mención de subordinación, aun cuando el Orden de la creación señalaba hacia el liderazgo de Adán, pero ahora se determina con claridad: "Él se enseñoreará de ti" (Gn. 3:16). La historia de las mujeres, especialmente en las tierras paganas, ha sido una crónica de servidumbre y humillación. Esto cambia radicalmente tan sólo cuando el cristianismo llega para cambiar a los hombres y a la sociedad.

La palabra "dolor" en los versículos 16 y 17 significa "obra penosa así que en un sentido la sentencia sobre el hombre y sobre la mujer fue similar. Trabajar hasta el cansancio, el dolor y la aflicción, serían el destino de ambos.

Pero obsérvese cómo la gracia de Dios brilla aún en la situación mayor oscuridad. A pesar de que la mujer fue la primera en la agresión, ella habría de tener el honor de jugar un papel en el plan redención: su simiente destruiría a Satanás. La simiente de Eva, quien había sido víctima de la serpiente, destruiría a ésta (Gn. 3:15). esta promesa hecha realidad en Hebreos 2:14: "Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo". Jesús se hizo un ser humano (nació de una mujer) "para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo"

EL LUGAR DE LA MUJER HOY

En un mundo caído, lleno de gente que está gobernada por una naturaleza pecaminosa, se hace necesario establecer y mantener autoridad. Esto es cierto igualmente para la familia, la comunidad y la nación. El principio establecido por Dios de que el hombre sería la cabeza de la familia, con la autoridad y la responsabilidad de su bienestar, es para beneficio del matrimonio y de la sociedad. Cualquiera mujer que desee hacer de su matrimonio un éxito hará bien en prestar atención a esto. Para la esposa cristiana hay una enseñanza adicional en el Nuevo Testamento." Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia" (Ef. 5:22, 23). En una lección futura se estudiará esto con más detalles. Aquí solamente queremos señalar que éste es un principio continuo, que la sujeción es la voluntad de Dios para nosotras y que Dios así lo ha planificado, ¡para nuestra bendición! ¿Cuántas de nosotras realmente elegirán llevar sobre sus hombros la carga de hacer todas las decisiones y asumir la responsabilidad del bienestar de la familia? Dios "conoce nuestra condición" (Sal. 103:14). El planificó para nosotras y nos capacitó para un ministerio complementario, no para ser la cabeza de la familia.

Respecto a la mujer soltera, nada se dice en los primeros capítulos de Génesis. El matrimonio es la norma para la mujer. Sin embargo, parece claro que, por el orden y el propósito de la creación, la función de la mujer es apoyar y complementar, "ayuda idónea para el hombre Elisabeth Elliot escribe: "Yo no considero que todos los hombres sean tan fuertes, tan inteligentes, tan competentes y tan virtuosos o santos para que ellos merezcan una posición superior. Yo simplemente veo que este es el lugar de ellos, no por mérito, sino por designación.

¿Encontramos injusta la idea de sujeción? ¿Dudamos del amor de Dios por haber ordenado esto para nosotras? Entonces oremos para que Dios nos ayude a aceptarlo. El camino hacia una vida de paz y tranquilidad está en cumplir la voluntad de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas. El mismo Señor Jesús dijo: "No sea como yo quiero, sino como tú" (Mt. 26:39). El Señor Jesús también dijo: "Llevad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mt. 11:29).

Deja caer la quietud de tu rocío sereno

Hasta que todas nuestras luchas cesen;

Saca de nuestras almas los desvelos

Y deja que nuestras vidas ordenadas canten

La belleza de tu paz.  (J. G. Whittier)

                                                                                                                                                            Fay Smart y Jean Young

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