Limpia
primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
Mateo 23:26
Nos gustaría pensar
acerca de dos cosas que ya hemos mencionado en los primeros capítulos. ¿Es
posible que una persona conozca a Jesucristo como su Salvador, pero que no le
sirva como su Señor? Es posible. Debemos ser cuidadosos y enseñar a la gente
que Jesús es tanto Señor como Salvador. Un joven fue guiado a Cristo pero no le
explicaron que él debía obedecer a Cristo también. Aceptó a Cristo como su
Salvador, y Dios lo salvó, pero él no tuvo paz en su corazón hasta que aprendió
a obedecer a Cristo como su Señor, bastante tiempo más tarde. Los que le
guiaron a Jesús han debido explicarle lo que debe hacer después de ser salvo.
Pablo experimentó esto cuando el Señor Jesús se le apareció en el camino a
Damasco, Hecho 9:3-6. Él le dijo: "¿Qué debo hacer, Señor?"
No siempre explicamos
claramente a la gente lo que deben hacer después de ser salvos. No siempre
decimos a la gente lo que sucede cuando ellos reciben a Jesucristo en sus corazones.
Seamos más cuidadosos para explicar a la gente lo que realmente significa
recibir a Cristo cuando nosotros predicamos la Palabra de Dios y conducimos a
otros a Cristo.
La otra cosa que deseamos explicar es esta: Dios juzga
a su pueblo. ¿Esto quiere decir que Cristo no aguantó todo el castigo por
nuestros pecados sobre la cruz y que ahora Dios castiga a algunos? No, esto no
es verdad. El Señor Jesús se ofreció para siempre por el sacrificio de sí
mismo, Hebreos 9:26. Pero la Biblia enseña claramente que Dios gobierna su casa
y que nosotros necesitamos saber cómo conducirnos en la casa de Dios, 1 Timoteo
3:15. La casa de Dios no quiere decir el edificio, quiere decir aquellos que
son salvos y que pertenecen a la familia de Dios. Cuando nosotros decimos que
Dios juzga a su pueblo queremos decir que Dios enseña a sus hijos. Él nos
corrige y cuando cometemos un error él nos castiga. Dios quiere que sus hijos
se parezcan a él y sepan lo que él quiere que hagan.
Dios castigó a Ananías y
a Safira, Hechos 5:1-11. El castigó a los corintios, 1 Corintios 11:29-30.
Entendamos claramente este asunto. No castigó a estos pecados, que Cristo llevó
en la cruz, sino para corregir y enseñar a su pueblo. El apóstol Pablo advirtió
que Dios nos juzgará a menos que nos examinemos a nosotros mismos, 1 Corintios
11:31. Dios nos castiga y esto es muy doloroso. Dios es santo y puro. Nuestro
Dios es fuego consumidor, Hebreos 12:29. Estas palabras fueron escritas para creyentes,
no para in- conversos, por eso dice, nuestro Dios. Dios es santo y nos dice:
"sed santos porque yo soy santo" 1 Pedro 1:16. Debemos recordar que
Dios es santo y puro y que debemos vivir santos y puros también.
Estamos pensando acerca
de las primeras cosas en la vida de un cristiano. Limpiar el interior de la
copa, Mateo 23:26. Generalmente no hacemos esto sino que pensamos primero en la
parte externa. Deberíamos saber que el interior de nuestra vida está equivocado
cuando hacemos equivocaciones. Pero el error empieza en el interior. Hay dos
lados en la vida de cada persona: el interior que tiene que ver con nuestro
amor a Dios. Nadie conoce este lado de nuestra vida, sino Dios. Cuando gastamos
parte de nuestro tiempo con Dios, nuestra vida interior es fortalecida. También
existe la parte exterior de nuestra vida que refleja nuestra vida interior.
Nuestra vida a solas con Dios nos hace sinceros, veraces y fuertes. Nuestra
vida en público, delante de la gente, muestra lo que realmente somos cuando
estamos a solas con Dios. Estamos en un gran peligro si nuestra vida interior
no concuerda con la exterior. Un hombre que vende frutas, pone generalmente las
más grandes y hermosas encima en la canasta y esconde las pequeñas y verdes o
dañadas, en el fondo. El vende la canasta de frutas porque la apariencia es
agradable, pero él está engañando, no es honesto. Muchos cristianos son como
este hombre. Son buenos cristianos externa pero no internamente. Ellos predican,
oran y hablan a otros acerca de Cristo y todo parece muy bien. Pero lo que
hacen no sale de sus corazones. Debemos tener mucho cuidado para que no suceda
esto.
Los maestros y
predicadores deben ser muy cuidadosos; ellos están en gran peligro porque dan a
otros lo que reciben de Dios. Si no están aprendiendo continuamente y recibiendo
nuevas fuerzas pronto estarán vacíos e inútiles. Nuestra vida interior debe
concordar con la exterior. Lo contrario constituye un gran peligro para nuestra
estabilidad emocional.
Seremos como el profeta
Balaam de Números 22:24. El mismo rey de Moab opinó que Balaam era un gran
profeta. Balaam dio el mensaje de Dios al rey de Moab, pero en su interior, en
su corazón, él amaba más el dinero que a Dios. Dios le dijo que se quedara en
casa cuando el rey de Moab lo llamara. Pero él fue porque quería su dinero.
Balaam dio la Palabra de Dios fielmente, pero el rey de Moab se enfureció con
él y no le pagó. Así, que Balaam le dijo al rey cómo podía perjudicar al pueblo
de Israel, Apocalipsis 2:14. Los cristianos pueden fallar como él. Seamos
cuidadosos en ser fieles en nuestra vida a solas con Dios y en nuestra vida
delante de otras personas. Oímos a muchos cristianos del deseo de llevar el
mensaje a otros. Esto es bueno si nuestra vida interior es fuerte y sincera.
Existe otro peligro.
Podríamos ser como los leprosos de 2 Reyes 7:8-9. Ellos encontraron comida,
vestidos y riqueza. Encontraron más dinero del que podrían gastar, por lo cual
lo escondieron. Estaban consiguiendo cosas para sí mismos, enriqueciéndose,
olvidando que otros estaban hambrientos también. Podemos gozar o disfrutar los
regalos de Dios y olvidar que debemos ayudar a otros. Dios dice: "Necios,
no limpies el exterior, no solamente limpies la parte que la gente ve, sino
también el interior." Ambos, el interior y el exterior deben estar
limpios.
Cuando lavamos la loza
limpiamos la parte de adentro y la de fuera. Pero en nuestra vida cristiana
existe algo más. La Biblia dice que nuestro testimonio por Cristo es sincero
solamente si viene de una vida interior fortalecida. Porque las ideas que le
conducen a cometer errores vienen del interior, del corazón del hombre, Marcos
7:21. El Señor dijo que muchas cosas malas comienzan en el corazón del hombre.
El alimento que come una persona no le borra su pecado. Las cosas pecaminosas
son primero pensamientos e ideas en nuestra mente y luego manifestaciones
externas. Un hombre está hecho de sus pensamientos. Las cosas acerca de las
cuales hablamos no nos hacen ni buenos ni malos. La gente juzga la bondad del
hombre por las cosas que dice y que hace. Pero en realidad, el hombre es bueno
o malo en su interior, ante Dios y esto se manifiesta en la parte externa de
él, donde los demás pueden ver.
Algunos creyentes
africanos dicen que la lengua es el final del corazón. Podemos tratar de
esconder nuestros sentimientos, pero este pequeño final del corazón muestra lo
que hay adentro tan pronto como comienza a hablar. Esto concuerda con la Biblia
que dice en Proverbios 23:7, "Un hombre es tal como piensa en su
corazón."
Leemos en Mateo 5:23 y
24, "Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda y reconcíliate primero con tu hermano y
luego presenta tu ofrenda." Un hombre vino a la casa de Dios para presentar
su ofrenda. Él estaba listo para orar y luego presentar la ofrenda. No vino
descuidadamente, vino listo para presentar su ofrenda. A veces no estamos
listos para dar a Dios, para hablar con Dios y para adorarle. Algunas veces
venimos delante de Dios para adorarle, pero no tenemos ninguna adoración que
ofrecer. Este hombre estaba listo pero de pronto se acordó que tenía algo
contra su hermano. ¿Qué debía hacer? Alguien diría que adorar a Dios y luego
hacer las paces con su hermano. Pero la Biblia dice lo contrario, que debe
hacer primero las paces con su hermano y luego adorar a Dios. Esto significa
que debemos obrar bien con las otras personas para estar bien delante de Dios.
Con frecuencia vamos a la iglesia con nuestra Biblia y nuestro himnario a
adorar a Dios, pero hemos actuado mal con otras personas. Pretendemos adorar a
Dios pero nuestras vidas y acciones son equivocadas. Estos son los dos lados de
nuestra vida: el lado espiritual, nuestra vida delante de Dios y el otro lado,
nuestra vida con otras personas. Debemos hacer lo que es correcto y hacer el
bien a los demás para estar bien con Dios. Debemos ser honestos y amables con
otras personas antes de adorar a Dios y dar testimonio de él.
Podemos decir:
"Señor, te quiero amar verdaderamente, con todo mi corazón y me quiero
entregar del todo a ti." Cuando nos damos a Dios debemos confesar lo que
hemos hecho contra alguien antes de pretender vivir para Dios. Esta es la
voluntad de Dios. Él nos dice que limpiemos primero lo de adentro y luego el exterior.
Podemos progresar en nuestra vida con Dios cuando nuestra vida con otros es correcta.
Veamos otros dos
versículos en 2 Corintios 5:14-15. Estos versículos dicen: "Porque el amor
de Dios nos constriñe pensando que uno murió por todos. Entonces aquellos que
viven no deberían vivir para sí mismos sino para aquel que murió y resucitó por
ellos."
Pablo dijo que somos
controlados por Cristo. Lucas usó la misma palabra cuando dijo que la multitud
oprimía al Señor por todos lados, Lucas 8:42 y Pedro dijo en el versículo 45,
"Señor, la multitud te aprieta." Algunas veces hemos estado en una
multitud y no podemos ir a donde queremos, porque la multitud nos domina. Somos
sostenidos y conducidos por la multitud. Esto es lo que Pablo quiso decir al
hablar de que el amor de Cristo nos constriñe o controla. Otra traducción de la
Biblia dice en estos términos: "El amor de Cristo no nos deja alternativa
porque cuando vemos que un hombre murió por todos, vemos también que su
propósito era que los hombres no debían vivir para sí mismos." Dios tiene
un propósito en la muerte de Cristo y lo manifiesta muy claramente. Su
propósito es que los hombres no deben vivir para agradarse a sí mismos. Hemos
aceptado al Salvador y a su cruz y a su muerte. ¿Hace esto alguna diferencia en
nuestra vida? La Biblia dice que no vivamos para agradarnos a nosotros mismos.
Veamos ahora 2 Corintios
5:18: "Todo esto proviene de Dios." Lo cual significa nuestra
salvación; nuestra nueva vida en Cristo y todo el trabajo de Dios en nosotros.
Todo esto proviene de Dios quien nos reconcilió consigo mismo por medio de
Cristo y nos dio la tarea de la reconciliación. Dios usó a Cristo para reconciliarnos
con él y nos encomienda la tarea de hacer que otros se reconcilien también. En
el versículo 19 dice que Dios nos encargó a nosotros la palabra de la
reconciliación. En el versículo 18 dice que él nos dio la tarea de la
reconciliación y en el versículo 19 que nos dio la palabra de reconciliación,
esto es, el mensaje de la salvación. Así que Dios usó a Cristo para darnos la
salvación. Ahora Cristo ha regresado a su Padre en el cielo y Dios nos usa para
hablar a otros acerca de la salvación.
En
el versículo 20 leemos: "Así que somos embajadores en nombre de Cristo.
Como si Dios rogase por medio de nosotros. Os rogamos en el nombre de Cristo,
reconciliaos con Dios. Dios envió a su Hijo para hacer lo que ningún ángel, ni
ningún hombre podía hacer. Cristo terminó la obra de salvación, la hizo perfectamente
y regresó al Padre. Luego encomendó la tarea de compartirla con otros. Dios
tomó la perfecta obra de su Hijo y nos pide que la mostremos a otros. Así que
tendremos que dar cuenta a Dios acerca de lo que hacemos con su mensaje de
salvación.
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