sábado, 3 de agosto de 2013

Los Tiempos de Jonatán

Jonatán pidió de Dios una señal y Dios en gracia se la dio. Los dos hombres propusieron declararse al enemigo y si el enemigo dijera, "Esperad hasta que lleguemos a vosotros," entonces ellos se quedarían en el mismo lugar, pero si el enemigo decía, "subid a nosotros," ellos lo aceptarían como cosa segura que Dios les daría una victoria completa (1 Samuel 14:9, 10). No perdamos la lección de esta señal. "Subid a noso­tros" era el lenguaje de seguridad con complacencia. Una sola roca bien pudo haber destruido a los dos hombres cuando subían el peñasco agudo; sin embargo, ninguna roca cayó sobre ellos; tan seguros se sen­tían los Filisteos, y tan grande fue su menosprecio para los dos hombres que subían. No hay nada más peligroso que confiar en la fuerza y seguri­dad humana; pero nada hay más bendito que el sentido espiritual de nuestra flaqueza y dependencia en Dios. Cultivemos este último senti­do más y más.
Tan pronto como Jonatán y su paje de armas llegaran arriba, empezaron a matar a los Filisteos, y al mismo tiempo, Jehová causó un terremoto. Hubo pánico, y en su temor los Filisteos huyeron por allá y por acá, aparentemente matándose los unos a los otros en su gran cons­ternación. Así Dios obró contra un enemigo tan insólito.
Los centinelas de Saúl reportaron la conmoción, pero el Rey no había participado del secreto. Tampoco el sacerdote, quien al mandato del rey, trajo el arca y principió a inquirir de Dios, pero no recibieron ninguna contestación. Dios no tenía interés en los formalistas religiosos, sino que estaba obrando completamente independiente de ellos, como lo ha hecho frecuentemente, aún hasta hoy día.

El Triunfo Invariablemente Atrae Números.
Los del pueblo de Dios que se habían ido a los Filisteos (el escri­tor inspirado en desprecio los llama "Hebreos", no "Israelitas" - v. 21), y otros que se habían escondido, ahora regresan para tener parte en la victoria. Ambos traidores y cobardes ahora estaban listos a identificarse con el lado de Dios, ahora que ese lado estaba triunfando. Siempre ha sido así, pero es mucho más agradable a Dios la minoría pía que le per­manece fiel y que está lista a aceptar el vituperio y peligro por amor de Su nombre. Los que temían a Dios en Malaquías 3:16 y "los demás que están en Tiatira" (Apocalipsis 2:24) son ejemplos de esto.
El resto de 1 Samuel 14 es más bien la historia de Saúl que de Jona­tán. El pobre Rey casi tornó la victoria en un desastre. Es peligroso el entremetimiento de la carne en los movimientos divinos. Saúl había prohibido que se alimentaran hasta que terminaran con el enemigo, y esa prohibición necia fue motivo de una terrible licencia de parte del pueblo, tal como sucede con todas las prohibiciones necias. Los ojos de Jonatán fueron abiertos por desobedecer a su padre (porque él comió un poco de miel). David dice, por el contrario, "Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es pu­ro, que alumbra los ojos" (Salmo 19:8). Esto quiere decir que el alumbra­miento verdadero se encuentra en el camino de obediencia a Dios.
El Rey todavía reconocía la forma de religión y por eso edificó un altar (el primero que jamás había levantado para Jehová), y mandó al sacerdote que consultara a Dios acerca de un mayor esfuerzo contra los Filisteos. No le vino contestación y viéndose ignorado divinamente, sospechó que Dios se había desagradado en algo, pero estaba tan lejos de Dios que nunca pensó que él era el ofensor. ¡Cuán engañosa es la carne!
Cuando echaron suerte, ¡él positivamente pasó la sentencia de muerte sobre Jonatán! La ignorancia y necedad no podían hacer más. Pero el sentido común del pueblo se rebeló contra la estupidez del Rey. "¿Ha de morir Jonatán, el que ha hecho esta grande salvación en Israel? No será así." Así terminó el asunto. Saúl se fue a su casa y los Filisteos escaparon sin más castigo. El capítulo entero es muy humillan­te pues expone la debilidad y la necedad de la religión de la carne, pero también este capítulo causa alegría en su certeza preciosa de lo que Dios puede hacer con los instrumentos más débiles que tienen corazón recto hacia El y quienes pueden confiar en El completamente.
La historia de Jonatán está entretejida con la de David. Por alguna razón, no tomó parte en la batalla del valle de Ela, aunque parece que estaba en el campo de Israel en ese tiempo. ¿No era él en ese momen­to un instrumento "útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra?" (2 Timoteo 2:21). El hecho que un hombre esté listo para Dios en cierto tiempo, no significa que lo esté también listo en otra ocasión. La fe aun en los santos más fieles fluctúa seriamente. Vemos esto muy distinta­mente en Elias. La soberanía de Dioses la explicación más probable de la inactividad de Jonatán frente a Goliat. Una de las grandes lecciones del Libro de Los Hechos es que Dios actúa cómo y cuándo a El le plaz­ca, usando a quien El desee. Había llegado Su tiempo para introducir a David al pueblo; por consiguiente, el joven fue manifestado en toda la dulce simplicidad de su fe, en un completo contraste con la ponde­rosa formalidad y debilidad espiritual del hombre escogido del pueblo.
Cuando David volvía del conflicto con la cabeza del filisteo en su mano, "el alma de Jonatán quedó ligada con la de David." Después de la muerte trágica de Jonatán, David podía decir de él, "Que me fuiste muy dulce; más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres" (2 Samuel 1:26).

No Hay Sustituto para el Amor
Por muy ingenioso que sea el hombre nunca puede pensar en el algo que tome el lugar del amor. "Las muchas aguas no podrán apa­gar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían" (Cantares 8:7). Jehová lamentó sobre Israel, "Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada. Santo era Israel a Jehová... Así di­jo Jehová: ¿Que maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí?... Mas dijiste: No hay remedio en ninguna manera, porque a extraños he amado, y tras ellos he de ir" (Jeremías  2:1-5, 25). En Apocalipsis 2 lee­mos como el Señor reprendió a los de Éfeso, "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor." En Éfeso tenían las obras; también pureza de doctrina y orden eclesiástico; pero el decaimiento del amor esparció una sombra triste sobre todo.
David regresando de la matanza de Goliat es un tipo del Cristo resucitado. Sólo así Le conoce el cristiano (2 Corintios 5:16). En Su muerte, El hizo la expiación de nuestros pecados; El hizo fin, como ante Dios del viejo hombre de pecado y corrupción; y derribó la fuerza de todos nuestros enemigos. El es ahora el Hombre exaltado en los cielos. Quien una vez descendió a las partes más bajas de la tierra es el mismo quien también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo (Efesios 4:10). ¡Ciertamente nuestras almas se alegran al pensar en El así! Y ciertamente nuestras afecciones Le siguen al lugar a donde El ha ido. ¿Qué lugar puede tener el mundo en la mente y corazón de quien tie­ne el conocimiento bendito de Aquel que aunque rechazado aquí, es honrado allá?

Jonatán Amó a David…
…como a su propia alma, y sin dilación dio prueba de su amor al despojarse de todo para él. La magnitud de su rendición es notable. "Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte." (1 Samuel 18:4). Fue algo muy gran­de dar a David su manto y otras ropas, pero siendo un soldado, y a más de ello un príncipe real, entregar también sus armas fue algo muy extra­ordinario. ¡Cuán grande entonces era el amor de Jonatán para David!
En Filipenses 3 encontramos a Pablo en el cuarto de despojamiento. Ninguna otra persona en su día podía jactarse en la carne, como él. Tenía todas las ventajas, sea de raza, de religión, o de moralidad. Pero la primera vista del Cristo glorificado echó por tierra para siempre todo lo que él consideraba valioso. "Pero cuantas cosas eran para mí ganan­cia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo." No fue para él un acto impulsivo de entusiasmo momentáneo, sino el solemne cálculo de un hombre quien había aprendido de Dios el valor de las cosas de arriba y las de abajo. Pablo nunca se apartó de su primera devoción a Cristo; Jonatán tampoco menguó su devoción a David. Ambos amaron su objeto hasta el fin de su vida. Después de años de sufrimiento sin paralelo y de reproche por Cristo - la historia abreviada se encuentra en 2 Corintios 11 - Pablo podía decir, "Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cuál lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en El" (Filipenses 3:8, 9).
"Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron" (Romanos 15:4). Hermanos, ¿qué hemos aprendido de Jonatán y de Pablo? El segundo escribe a todos nosotros, "Sed imitadores de mí" (1 Corintios 11:1), y añade, "así como yo de Cristo", y en Filipenses 3:17, dice "y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en noso­tros." Examinemos nuestra senda cristiana. En verdad, ¿a qué hemos renunciado por Aquel a quien profesamos amar? ¿Cuántos ídolos que­ridos hemos abandonado por El? ¿Hasta qué grado hemos compartido Su rechazamiento? Es muy evidente que Pablo y sus compañeros andu­vieron un camino de pérdida; él podía decir, "Hemos llegado a ser espec­táculo al mundo, a los ángeles y a los hombres" (1 Corintios 4:9). ¿Puede verse esto en nosotros? Qué Dios por Su bendito Espíritu ejercite nues­tros corazones y conciencias en estas cosas.
Verdades Bíblicas Noviembre – Diciembre 1975, Nº 323-324

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