I.
“Más Jehová estaba con José,
y fue varón próspero” (Génesis 39:2)
He oído que
una de las primeras versiones de la Biblia Inglesa traducía así este versículo:
“Y el Señor estaba con José, y era un joven con suerte”. Quizás la expresión:
“con suerte” en aquellos tiempos tenía un significado diferente. Pero nos
alegramos de que los traductores posteriores hayan sacado a José del reino de
la suerte.
Para el hijo
de Dios la suerte no existe. Su vida está controlada, guardada y planeada por
un amoroso Padre Celestial. Nada le sucede por casualidad.
Siendo esto
así, es impropio que un cristiano le desee “buena suerte” a otro; tampoco debe
decir “estoy de suerte”. Todas estas expresiones niegan la verdad de la
providencia divina.
El mundo de
los incrédulos asocia algunas cosas con la buena suerte: la pata de un conejo,
el hueso del deseo, un trébol de cuatro hojas, la herradura de un caballo
(¡siempre con los extremos apuntando hacia arriba para que la suerte no se
escape!). La gente cruza los dedos y toca madera, como si estas acciones afectaran
de manera favorable los eventos o apartaran la mala fortuna.
Estas mismas
personas asocian también otras cosas con la mala suerte: un gato negro, el
martes 13, pasar debajo de una escalera, el número 13 en la puerta de una
habitación o sobre el piso de un edificio. Es triste pensar en todos los que
viven bajo la esclavitud de estas supersticiones, una servidumbre innecesaria e
infructuosa.
En Isaías
65:11 Dios amenazó con castigar a aquellos de Judá que adoraban a los dioses de
la suerte y la fortuna: “Pero vosotros los que dejáis a Jehová, Que olvidáis mi
santo monte, Que ponéis mesa para la Fortuna, Y suministráis libaciones para el
Destino”.
No sabemos
con seguridad el pecado particular que esto apunta, pero parece ser que la gente
traía ofrendas a los ídolos asociados con la suerte y el azar. Dios lo
aborrecía y hasta ahora lo aborrece.
Qué confianza nos da
saber que no somos los juguetes impotentes del destino, del azar ciego o del
giro caprichoso de imaginarios dados cósmicos. Todo en nuestra vida está planeado,
lleno de significado y propósito. Para nosotros todo lo que sucede depende de
nuestro Padre, no del destino; de Cristo, no de la casualidad; del amor, no de
la suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario