sábado, 3 de agosto de 2013

Los Seis Milagros del calvario

EL TEMBLOR MILAGROSO
Y la tierra tembló, y las piedras se hendieron. —Mateo 27:51
Este tercer milagro del Calvario tiene -^un significado propio como un eslabón en la cadena maravillosa. No fue solamente la causa de lo que siguió—la apertura de las tumbas—sino que fue en sí misma una señal de gran alcance y poder. A igual que las tinieblas, el rasgamiento del velo y la apertura de las tumbas, fue una expresión sobrenatural por la cual Dios dio a conocer la importancia de la muerte de Jesucristo y a la vez fijó para siempre su fiel interpretación.

I.                   consideremos los hechos
En primer lugar, veamos el relato: "Mas Je­sús, habiendo otra vez exclamado con gran voz, dio el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo: y la tierra tembló, y las piedras se hendieron."
El temblor de tierra tuvo lugar en el mis­mo instante de la muerte de Cristo, y siguió al fuerte clamor de victoria. Su muerte fue su victoria, y al poder de esa verdad dio su testimonio el temblor de la tierra.

la fuerza de la conmoción
Tampoco era un testimonio débil. La fuer­za de la conmoción se ve en que las rocas fue­ron hendidas. Aunque esa hendidura hubiese sido trivial, sería una evidencia de la fuerza del temblor. Por el contrario, sin embargo, las rocas fueron hendidas, no simplemente ra­jadas con unas grietas casi imperceptibles, sino que fueron sacudidas tan violentamente que abrieron enormes fisuras de tal modo que el interior de las tumbas que abundaban al­rededor del Gólgota quedó visible. No fue un temblor de escasa magnitud. Por lo tanto se nos relata que cuando los romanos que esta­ban presenciando la crucifixión vieron el tem­blor, "temieron en gran manera."
Y fue así el resultado del clamor de victoria del Salvador proporcionado a la grandeza de su causa, un acompañamiento expresivo a la muerte de cuyo poder atestiguaba.

extensión de la convulsión
No se nos indica cuál fue la extensión del temblor. La palabra "tierra" puede significar sólo una región y referirse únicamente a la re­gión de Judea. Y aun de toda esa tierra, sería en las cercanías del Calvario que sentirían el temblor con más intensidad, debido a que se encontraba allí la causa de él. Allí debajo de la cruz, de cuya victoria estaba testificando, la tierra temblaría más.

prueba del hecho
No nos interesa mayormente lo que dicen ciertos autores profanos con respecto a este temblor, porque ¿cuál de estos escritores anti­guos se encontraría en las proximidades de ese lugar tan maravilloso del Calvario? O si lo presenciaron, o tuvieron noticias acerca de él, ¿reconocerían su conexión con la obra de Cristo, siendo movidos a considerarlo entre la larga lista de temblores dignos de ser mencio­nados?
Nos basta con que Mateo lo haya menciona­do y lo haya hecho con un desafío a los testi­gos de la crucifixión. También la armonía interna, en la cual esta mención del temblor mantiene su lugar en la historia, lo demuestra como parte integrante de ella y presenta como evidencia las pruebas de cualquiera de los hechos de esta serie maravillosa. Como alguien ha dicho: "Tampoco sería correcto rechazar por completo el testimonio de los viajeros sobre las extraordinarias rajaduras y fisuras que existen en las rocas del lugar." Sigue diciendo, "Por supuesto que aquellos que no conocen otras pruebas de la verdad histórica del hecho no aceptarán a ésta, pero para nosotros que estamos convencidos del hecho, cada rastro serena y honestamente establecido está lleno de interés."
II.                la naturaleza del hecho
            Hasta aquí la relación del hecho. Ahora podemos preguntar, ¿cómo debemos conside­rarlo? Lo hemos llamado sobrenatural y nos hemos referido a él como milagroso. Pero, ¿no son hechos frecuentes estos temblores? En­tonces, ¿por qué debemos considerarlo como tal?
Un hecho sobrenatural es aquel producido por la intervención de Dios. Pero las interven­ciones de Dios muchas veces obran de acuerdo con las leyes de la naturaleza ya establecidas, como cuando, en respuesta a la oración, Él manda la lluvia. Tal hecho es sobrenatural aunque no sea milagroso. Hay una interven­ción específica de Dios en tal hecho, pero al mismo tiempo El utiliza las fuerzas que ya están obrando en la naturaleza.
Un hecho milagroso, sin embargo, es aquel que, si bien es producido por la intervención de Dios, no es ocasionado por su empleo del orden preestablecido de la naturaleza. Es cau­sado única y exclusivamente por un acto de su voluntad, como cuando tornó el agua en vino.

sobrenatural y milagroso
Decimos que este temblor no sólo fue sobre­natural, sino también "no-natural"—esto es, milagroso. Era sobrenatural en que fue el resultado de la intervención de Dios, y "no- natural," dado que no se debió a ninguna de las causas naturales que producen los temblores ni ninguna combinación de ellas. La inter­vención de Dios era independiente del orden establecido y solamente por un acto de su voluntad fue sacudida la tierra.

cuatro coincidencias
Como prueba de lo que antecede, considere­mos las grandes coincidencias del hecho del temblor. Primero, coincidió con la muerte de Jesucristo. Por sus relatos los evangelistas nos dan a entender que no hubiera sucedido sino acompañando a su muerte.
Segundo, coincidió con la evidencia de las tinieblas milagrosas y el rasgamiento del velo también milagroso. Formaba parte del con­junto de maravillas y debe ser considerado como uno de ellos.
Tercero, coincidió con el clamor de victoria de la cruz. No fueron los fuegos inter­nos de la tierra, sino una voz sobre la tierra que causó el temblor: la voz que anunciaba la redención cumplida—la voz del que había completado su obra e iba a su descanso.

¡la cruz no fue movida!
En cuarto lugar, coincidió con el hendir de las rocas y la apertura de las tumbas. Y es extraño, que a pesar de su violencia, no afectó  a las demás cosas.
No movió la cruz del Salvador, aunque el mismo Calvario tembló. Abrió tumbas, pero no todas las tumbas que estaban allí; sino que solamente algunas especiales, las tumbas 1 de los santos.
Pareciera como si el temblor fuera una cosa viva, cuya inteligencia divina escogiera entre los muertos que estaban en el Gólgota, Pareciera entender el significado del clamor de victoria. Pareciera indicar el programa que debía seguir y anunciar de antemano la vic­toria del Salvador a favor de sus santos, por medio de su resurrección al tercer día. Así era una especie de compendio de todos los milagros.
Ahora, debido a todas estas coincidencias, se ve bien claro que el temblor en el Calvario no fue debido a causas naturales. Por el con­trario, es como si hubiera sido cambiado el cur­so de la naturaleza; pero sólo y exclusivamente por un acto de Dios y debido al servicio espe­cial que le había sido impuesto a Cristo sobre la cruz.

III.             el testimonio dado
Y ahora nos resta preguntar cuál fue el testimonio especial del temblor a la muerte de Jesucristo.
            De que tenía una función especial de testigo es evidente. Es verdad que tenía que coadyu­var en la serie de milagros pues debía abrir los sepulcros. Pero esa no podía ser la única razón para el temblor, porque el clamor victorioso de la cruz que lo precedió tam­bién fue un antecedente esencial a la aper­tura de los sepulcros. Si el temblor no tuvo una función propia de testimonio, este aconte­cimiento fue un derroche de milagros, un tra­bajo malgastado, que no condice con el proce­der de Dios. La narración del evangelista no produce tal impresión. Por el contrario, el lector se ve obligado a pensar en cada uno de los milagros en referencia a su propia coinci­dencia expresa con la muerte de Cristo.

el calvario contesta al Sinaí
¿Qué pasó con los que presenciaron el tem­blor? ¿Lo perdieron de vista al abrirse los sepulcros? No, pues ellos no sabían en ese momento la razón de la apertura de los sepul­cros, y lo podían haber considerado solamente como una prueba de la violencia de la sacudida. Por lo tanto, el temblor ejerció sobre ellos un efecto moral propio. Fue una señal en sí mis­mo.
¿Cuál fue, entonces, su testimonio particu­lar?
Primeramente, era el Calvario que contesta­ba al Sinaí. Hubo un temblor en Sinaí; ahora había un temblor en el Calvario, y la ira del primero era apaciguada en la misericordia del segundo.

¿por qué se dieron las leyes en el Sinaí?
En el Sinaí Dios instituyó la dispensación de la ley. Por supuesto que la obligación y el deber habían existido antes, pero Dios dio en el Sinaí su ley verbal en reconocimiento de la responsabilidad y deber ya existentes. Lo hizo a fin de que pudiera recordar estas cosas al pueblo y edificar una defensa de santidad alrededor de ellos.              
La ley tal como fue dada en el Sinaí mostró la gran pecaminosidad del pecado. El pecado humano había existido antes, pero las pala­bras del Sinaí lo hicieron destacar ante los hom­bres, quitando todos los disfraces, presentán­dolo tal cual es, el pecado terriblemente pe­caminoso, la negrura de las tinieblas eternas.

el significado de los terrores
En efecto, ¡con qué terrores visibles se vistió el terrible Guardián de la verdad y la justicia cuando descendió sobre el Sinaí! "Vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y es­tremecióse todo el pueblo que estaba en el real. Y todo el monte de Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo de él subía como el humo de un hor­no."
Al afectar las sensibilidades de los hombres, deseaba hacer más vivido su entendimiento, y por los terrores vistos y oídos Proyectar sobre los pensamientos humanos las sombras de esos terrores más horribles y repelentes del alma y de la conciencia.
Y así se indicaba que el pecado es una carga tan pesada, tan enteramente el objeto de la destrucción abrumadora de Dios, que es im­posible al hombre librarse de él por sus pro­pios medios. Está destituido y arruinado. Por­que "¿quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el furor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas."

una profecía de gracia
Esta terrible escena tuvo lugar a fin de que los hombres comprendieran esta enseñanza acerca del pecado. Además, estos terrores Sinaí ticos eran tan solamente un ensayo; no eran el castigo final, y por lo tanto fueron para la instrucción y advertencia del pecador para hacer que naciera en él un deseo de ser salvo. Los terrores del Sinaí fueron una pro­fecía, dando a entender que el gran Guardián de la verdad y justicia se interpondría para hacer por nosotros lo que estábamos imposi­bilitados de hacer.
            En este sentido, el Sinaí fue el precursor del Calvario. Y así, "venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, hecho eje mujer, hecho súbdito a la ley, para que redimiese a los que estaban debajo de la ley." Cristo murió por nosotros. Llevó por nosotros el terrible peso de nuestros pecados y soportó esos horro­res de los cuales eran tan sólo una figura los terrores que se manifestaron al ser entregada la ley.                                              

el calvario absorbió al Sinaí
El Calvario absorbió en sí al fogoso Sinaí. Por medio de esas tinieblas que agotaron la luz del día, y que hicieron que los hombres se llenaran de temor, y por ese clamor de sufri­miento que penetró los cielos oscurecidos, y cuya angustia era tan profunda que sólo podía haber sido pronunciado por el Hijo de Dios, se hizo manifiesto aun a los sentidos humanos que esta última escena era la más terrible y poderosa de las dos.

la obra terminada
Pero, por fin, las tinieblas pasaron y con­cluyeron los sufrimientos. Consumada fue la obra que hizo posible que Dios fuera justo y a la vez el que justifica al que cree en Jesús. Los grandes terrores del Calvario, en los cuales habían sido sumidos los terrores menores del Sinaí, eran ahora envueltos en las dulces mise­ricordias del Calvario. El clamor de victoria del Calvario fue oído en lugar del sonido de la trompeta de ira del Sinaí.
El Sinaí fue la profecía del Calvario; el Calvario fue el cumplimiento del Sinaí. El J Sinaí era la desdicha y ruina del pecador; el Calvario el restablecimiento y bendición del pecador. El Sinaí era la inexorable voz con­denadora de Dios; el Calvario, la voz paternal i del Dios de perdón y paz.

gozo en lugar de dolor
Ahora, por lo tanto, ya que el temblor de tierra daba testimonio de las enseñanzas del Sinaí, así también manifestó la realidad de las enseñanzas del Calvario. Como en el pri­mer caso la tierra tembló como convulsionada por el dolor, así en el último la tierra tembló como convulsionada por el gozo. Esta nos de­muestra que la misericordia del Calvario era tan poderosa como la venganza del Sinaí. Un temblor fue la respuesta al otro. Y entre tanto, los dos nos enseñan a decir, "La misericordia y la verdad se encontraron: la justicia y la paz se besaron."

IV.     la porción de la creación en la victoria
El temblor dio un segundo testimonio a la muerte de Cristo. Fue la impresión hecha por la obra redentora sobre la creación física. Jesu­cristo lanzó su clamor al consumar su obra, y he aquí la tierra tembló. Este hecho tiene su significado. Fue la expresión de la creación de su parte en la victoria lograda. ¿Por qué no sería afectada la tierra por lo que Cristo llevó a cabo en la cruz? ¿No fue el pecado del hombre lo que trajo la maldición sobre la tie­rra? Espinos y cardos, tiempos inclementes, el sudor del trabajo, la ferocidad de las bestias salvajes y todos los incontables antagonismos de la naturaleza son huellas del pecado huma­no. Si, por lo tanto, la redención es tan real como el pecado del hombre, ¿no debe la tierra sentir sus efectos?
En verdad pareciera como si el hombre y la tierra fueran un solo organismo vital, y la ciencia de la geografía física una expresión sistemática de la simpatía entre los dos: de su acción y reacción el uno sobre el otro. ¿Es po­sible creer que un cambio tan grande en el estado del hombre como es su redención po­dría llevarse a cabo sin que la creación tuviera su porción en él? Y si tuvo una parte en ella, ¿por qué callarlo?

gloria milenial
Y cuando recordamos lo que las Escrituras dicen acerca de la futura regeneración de la tierra—una regeneración física que será la contraparte de la gloria moral del mundo ba­jo el reinado de Cristo—no podemos dejar de ver que en el temblor del Calvario tenemos no solamente una prenda, sino la seguridad del cumplimiento de esas profecías.
Al referirnos al temblor, dijimos que la tie­rra tembló de gozo. Por supuesto que esto es figurativo; pero sin embargo no es un simple concepto retórico. Existe un fundamento bas­tante sólido para el empleo de esta figura y ello tiene su explicación. En la carta a los Romanos Pablo nos dice "que toda la creación gime a una, y a una está de parto hasta ahora," y agrega, "porque el continuo anhelar de las criaturas espera la manifestación de los hijos de Dios; que también las mismas criaturas se­rán libradas de la servidumbre de corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios." Hasta atribuye a la creación el sentir de la "esperanza." Por lo tanto, tenemos la autori­dad de Pablo para representar al temblor de la tierra como un goce anticipado de las ben­diciones del milenio que le están reservadas, cuando "todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso," cuando "la luz de la luna será como la luz del sol y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días." La luz solar tal cual la tierra nunca conoció, Llenará estos cielos de alegría, sonrisas y hermosura; Borrando de sus rostros las arrugas tristes Impresas por la maldición.
Sí, en un temblor de gozo, la creación anti­cipó su propia regeneración, aunque todavía, en verdad,
La creación entera gime
Y   espera oír esa voz
Que le devolverá su hermosura
Y  hará que sus lugares desolados rejuvenezcan.
Ven, Señor, y quita
La maldición, el pecado, la mancha,
Y  haz de nuestro mundo marchito
Tu mundo hermoso nuevamente.

Ven, pues, Señor Jesús, ven.

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