domingo, 2 de marzo de 2014

El Lugar de la Mujer en la Iglesia

En el Antiguo Testamento en­contramos que en muchas ocasiones Dios habló a sus siervos dándoles órdenes expresas que tenían que ser cumplidas al pie de la letra, cuando Dios hablaba había que obedecer. De no hacer las cosas como él señalaba los re­sultados eran funestos. El pueblo de Is­rael cuando obedecía la voz de Dios to­das las cosas le salían bien de manera muy especial cuando tenía que ir a ba­tallar con algún pueblo vecino, pero cuando se apartaba de los caminos del Señor entonces venía todo lo contrario (Deuteronomio 28:1-37).
Cuando el Señor dio las medidas a Moisés para construir el Tabernácu­lo Moisés hizo tal y como Dios le di­jo que hiciera Éxodo 27:1 - 15. Moisés no podía hacer las cosas a su conside­ración pues todo para Dios tenía un gran significado como todos nosotros sabemos hoy en día, el tipo de metal, madera, tela, espacio, etc. todo debía ser hecho a la medida divina. La igle­sia que el Espíritu Santo está forman­do por orden expresa del Señor no es nada menos, ni tampoco las doctrinas que el Señor ha dado para las iglesias locales, para su pueblo que él ha redi­mido con su propia sangre.
Es evidente que existe cierta li­viandad en lo que respecta a las obser­vancias doctrinales en la iglesia del si­glo veinte. Las iglesias nominales quie­ren hacer las cosas que Dios ha orde­nado a su consideración y no según el patrón Divino.
La no obediencia a la Palabra del Señor trae resultados negativos a la vi­da de los creyentes y a la iglesia.
La iglesia está edificada sobre el fun­damento de los apóstoles y profetas siendo la principal piedra del ángulo el Señor Jesucristo, y si no tenemos buen fundamento el edificio será débil, nues­tras vidas tambaleantes debemos cimentarnos bien en el fundamento pues­to por el Señor para su iglesia (Ef. 2: 20-22).
Cuando la Palabra dice que la mu­jer calle en la congregación, nótese bien que lo dice en plural vuestras mu­jeres callen en las congregaciones, 1 Corintios 14:34. No lo dice solamente a la iglesia de los Corintios sino a todas las iglesias y a nosotros también pues es la guía que el Espíritu Santo nos ha de­jado para que sigamos su ejemplo. Y si alguna mujer quiere saber algo pues de­be preguntar en su casa a su marido v si no tiene marido lógicamente a los ancia­nos o hermanos de confianza. El Señor dice que es indecoroso que una mujer hable en la congregación (1 Cor. 14:35).
¿Quiere decir entonces que la mu­jer no debe cantar en la iglesia? Eso no es lo que dice la palabra, al contra­rio el apóstol Pablo exhorta en más de una ocasión a la iglesia a que alabe al Señor con salmos, cánticos e himnos espirituales (Efe. 5: 19 y Col. 3:16). Cuan­do la iglesia está reunida la mujer de­be permanecer en silencio. La pala­bra es categórica cuando diré que No permito a la mujer enseñar sino estar en silencio. Cuando la iglesia se reúne para orar la mujer debe orar en silencio, no debe pararse a hablar diri­giendo la oración, debe estar con toda sujeción (1ª Tim. 2:11-14) y aquí la Pala­bra da dos razones más por la que el Señor quiere que estén en esa posición en la iglesia:
1.-  porque Adán fue for­mado primero, y
2., porque Adán no fue engañado sino la mujer.
Ahora bien, la mujer tiene amplias oportunidades para servir al Señor y tes­tificar de él a sus amigos y amigas fue­ra de la iglesia, a los niños etc. en el Nuevo Testamento encontramos a mu­chas mujeres que fueron fieles servido­ras del Señor tales como María, Dorcas, Febe, Loida etc. Pero siempre conser­vando su lugar y obediencia a la pala­bra.
La mujer debe cubrirse la cabeza se­gún nos enseña la Palabra claramente en 1ª Cor. 11:5,7, 10, 13, este punto lo trataremos por separado con más dete­nimiento en otra ocasión.
Las iglesias deben observar bien las ordenanzas del Señor a la iglesia dada por los apóstoles para no seguir el cami­no de desobediencia que al final sólo produce iglesias débiles y fluctuantes que deshonran el nombre del Señor.
Sendas de Luz, Marzo-Abril, 1978

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