Quisiera poder contar todas
mis vivencias;
Quisiera poder decir lo
feliz que me siento;
Quisiera poder gritar con
toda el alma lo que soy…
pero… no puedo.
Me miro en el espejo, que
es mi Señor,
y lo que veo…, veo que es
tan poca cosa.
Camino y camino y no llego
a nada:
busco, aprendo y olvido.
¡Que miserable me siento no
poder servir
como mi Señor lo requiere!
Todo lo que intento
fracasa,
todo lo que quiero, falla.
Quisiera poder conocer al objeto de mi amor
y me doy cuenta que nada
se.
Quisiera poder decirles a
todos de quien soy, pero mis palabras no
salen de mi boca;
y esto me angustia,
porque del evangelio me
avergüenzo
Quisiera poder hablar de Él,
y no sé cómo empezar,
porque nada sé
Quisiera ser firme en la
fe,
y cuando viene al
adversidad,
dudas aparecen que laceran
mi alma.
Dios mío,
¡Oh, qué desgraciado soy!
Cada vez que la adversidad
llega
y el sufrimiento se acerca,
siento que estas lejos de
mí,
y apartarme de ti surge en
mi mente.
¡Dios mío! Sé que eso es
imposible.
Mi alma está tan ligada a
ti,
que sólo pensar en tal
separación,
un sufrimiento inmenso
aparece,
de ver a mi alma lejos de
ti
Entonces comprendo
que con todo lo necio que
soy,
con todo lo fracasado que
soy,
con todo lo falto de
conocimiento que tengo,
tengo a mi lado a Jesús que
murió por mí y
que me ama igual que al más sabio de los cristianos.
Y por eso lucharé para ser
como Él;
a seguir sus pisadas.
De modo que puedan decir
cuando me vean:
ahí va un cristiano feliz, porque ven a Cristo en mi
Anónimo
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