domingo, 2 de marzo de 2014

LA MIRADA A CRISTO

Hay una diferencia entre la regeneración por el Espíritu y la presencia del Espíritu como un sello. Es preciso haber creído antes para que Dios pueda poner su sello sobre una persona. El Espíritu puede actuar con anticipación, como por ejemplo hace al quebrantar el corazón antes de nacer la fe, pero no lo hace como sello. Unas veces el poder del Espíritu produce frutos en nosotros, y en otras nos hace humillarnos para que seamos conscientes de lo bueno y lo malo, pero esto no es gozo. La realidad es que esta obra es mucho más inmensa que el propio gozo, pues a veces vemos cosas en nosotros que no hemos juzgado delante de Dios a causa del gozo. Cuando Dios nos da a disfrutar del verdadero objeto para que de veras gocemos de él, quebranta nuestro corazón para que la obra sea más intensa. El Espíritu nos hace ser conscientes de las cosas que no son conforme a Dios, y este conocimiento de nuestro yo es necesario que lo tengamos a fin de poder conocer a Dios. No me refiero a que si anduviéramos tal como es su deseo no podría llevarse a cabo esta obra sin la pérdida del gozo; pero este no es el caso del cristiano. Se hace necesario para Dios volvernos hacia Él y que obre en nosotros para que nos demos cuenta de lo mucho que nuestra negligencia estorba la mirada.
No debería sorprendernos que Dios quiera mostrarnos tal como somos; y esto da lugar a que en ocasiones no veamos a Dios porque Él hace que nos veamos a nosotros mismos. Muchas personas creen que la seguridad que tenemos, total e inquebrantable, de nuestra salvación, nos lleva a descuidar el estado de nuestras almas; sin embargo, esto es un error. El Espíritu Santo ha puesto su trono en nuestros corazones, y si nos juzgamos a nosotros mismos no seremos juzgados, ya que es Él quien hace que gocemos de Dios y que juzguemos las cosas en nosotros que no son divinas. Dios también juzga la conducta y el corazón por su Espíritu, lo que no impide que este Espíritu sea el sello que Dios nos ha dado como testimonio de su perfecto e inmutable amor hacia nosotros, de la fuerza de una vida de libertad y del Espíritu de adopción.

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