“Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive
Jehová, que ningún mal te vendrá por esto” (1 Samuel
28:10).
En los primeros años de su
reinado, Saúl había decretado que todos los adivinos y espiritistas debían ser
cortados de la tierra. Pero más tarde las cosas fueron de mal en peor en su
vida personal y pública. Después de la muerte de Samuel, los filisteos se
concentraron contra el ejército de Saúl en Gilboa. Cuando ya no recibió palabra
del Señor, consultó a una adivina de Endor quien le recordó con temor que él
había ordenado matar a todos los adivinos de la tierra. Fue entonces que Saúl
la tranquilizó diciéndole: “Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto” (1 Samuel 28:10).
La lección es clara: la
gente tiende a obedecer al Señor solamente cuando le conviene. Cuando ya no le
viene bien siempre inventa historias para hacer lo que quiere.
¿Dije “la gente”? Quizás
debí decir “nosotros”. Todos nosotros tendemos a evadir las Escrituras,
torcerlas o a encontrar interpretaciones “convincentes” cuan-do no queremos
obedecer.
Por ejemplo, hay algunas
instrucciones evidentes tocantes al papel de la mujer en la iglesia. Pero éstas
parecen entrar en conflicto con el movimiento feminista actual.
¿Y qué hacemos? Decimos que
esos mandamientos estaban basados en la cultura de aquellos días y no se
aplican a nosotros hoy. Naturalmente, una vez que admitimos ese principio,
podemos deshacernos de casi todo el contenido de la Biblia.
Algunas veces nos
encontramos con algunas declaraciones firmes del Señor Jesús respecto a los
términos del discipulado. Si sentimos que demandan demasiado de nosotros, que
vamos a tener que cambiar algo en nuestras vidas que nos va a costar, decimos:
“Jesús no quería decir que debemos hacerlo, sino solamente que deberíamos estar
dispuestos a hacerlo”. Nos engañamos pensando que estamos dispuestos, cuando no
tenemos ninguna intención de hacerlo.
Podemos ser muy firmes
demandando que los ofensores sean disciplinados de acuerdo a las austeras
demandas de la Palabra, pero cuando el ofensor resulta ser nuestro pariente o
amigo, insistimos en que las demandas se aflojen o se pasen por alto por
completo.
Otra trampa en la que
caemos es la de clasificar los mandamientos de la Escritura como “importantes”
o “no importantes”. Aquellos en la categoría de “no importantes” pueden dejarse
de lado, o al menos eso es lo que nos decimos a nosotros mismos.
Lo que realmente estamos haciendo con todos estos
falsos razonamientos, es luchar con las Escrituras para nuestra propia
destrucción. Dios desea que obedezcamos a Su Palabra, si nos viene bien o no.
ése es el camino a la bendición.
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