miércoles, 5 de agosto de 2015

LO PASADO ¡AL CANASTO!

Una buena memoria es muy valiosa; revistas y libros de ayu­da personal están siempre sugiriendo métodos para mejorar nuestra memoria.
Pero ninguno ha propuesto jamás un método para aumentar el poder del olvido. Y esto sería también de mucho valor. Alguien debería llevar adelante el sistema por el cual aprendiéramos a ol­vidar cosas que debemos olvidar. Porque existen muchas cosas que debiéramos echar en el mar del olvido. Pecados pasados que fue­ron confesados y perdonados; acontecimientos del pasado que no podemos cambiar; errores pasados; daños que se nos han hecho; to­das las cosas que es necesario poner enteramente fuera de nuestros pensamientos.
A menudo oímos la frase: "Perdonaré pero no olvidaré nun­ca". Dios no perdona así; El olvida: "Yo, yo soy el que borró tus rebeliones por amor de mí; y no me acordaré de sus pecados", Is. 43:25. Muchas gentes, muchas naciones, han olvidado a Dios, pero lo único que Dios olvida para siempre es el pecado que ha si­do confesado y perdonado: "de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros", Colosenses 3:13.
El verdadero perdón implica olvido de la injuria cualquiera que fuese. Tú nunca has sido tratado tan ruinmente como Dios lo ha sido, y a pesar de eso Él ha perdonado todos tus pecados, y nun­ca te los volverá a recordar.
¿Te resulta difícil perdonar menosprecios, insultos, errores? Sea que la gente te pida perdón o no lo haga, tú debes echar estas cosas de tu memoria, de lo contrario te carcomerán como un cáncer y te quitarán la victoria.
Los hay también aquellos que pierden la victoria por recordar los errores que ellos han cometido en perjuicio de otros. No es prudente tratar de olvidar los errores cometidos en desmedro de otros, hasta que no hayamos pedido perdón y tratado de reparar en lo po­sible el daño hecho.
Cuando Dios perdona, Él olvida, y sin embargo encontramos a veces creyentes que han desarrollado un complejo de culpabili­dad en sus mentes debido a que continúan recordando sus antiguos pecados o los de otros. Sepultan estos recuerdos y vuelven conti­nuamente al viejo sepulcro para desenterrarlos. Dios no procede así, ¿por qué tú entonces? ¿Estás honrando a Dios cuando vienes a Él repetidas veces pidiendo perdón por antiguos pecados que Él ya ha perdonado y olvidado? Es cierto que habrá siempre pesares y heridas causados por el pecado, pero cuando éste está perdonado, ponlo fuera de tu mente y sigue adelante para ser mejor en el futu­ro. Cristo le dijo a la mujer pecadora, "Vete y no peques más".
El recuerdo de errores pasados y antiguos pecados, puede impedirte la eficacia en el servicio del Maestro. El apóstol Pablo bien pudo quedar paralizado en su fructífero servicio, por la me­moria de su pasado — su ardor en perseguir a la iglesia y su inten­to de destruir la fe en el Señor Jesucristo. Pero Él dice: "Olvi­dando lo que queda atrás". Echó de sí la memoria de su errado pa­sado con el fin de "proseguir al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús" (Fil. 3:13,14).
Un gran editor dijo: "El verdadero secreto de editar es saber qué debe tirarse al canasto de papeles". Es bueno también saber qué debemos echar al canasto del olvido. Los recuerdos de peca­dos y errores pasados, de sentimientos heridos, real o imaginaria­mente, de pensamientos indignos, todo esto debe ser descartado. ¿Pero cómo puede hacerse? El verdadero olvido consiste en colo­car un pensamiento en lugar de otro. El Apóstol Pablo escribió en Filipenses 4:8: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad". Si hay cosas que deseas olvidar, pide a Dios mismo su ayuda. Llena tu mente con pensamientos acerca de Él.
Sí, la buena memoria es una posesión preciosa, pero de igual valor es la facultad de olvidar.
Copiado
Contendor por la fe, Enero-Febrero 145-146, 1975

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