XII. Transmisión del pecado.
A través de la historia del cristianismo
se han desarrollado diversas teorías que intentan explicar cómo el
pecado se transmite a cada persona. Algunas de ellas se apartan de lo que
describe la Escritura acerca de este “mal”
y otras se acercan más a lo que podemos desprender de un estudio serio
de las Escrituras que hablan de este tema.
Tengamos presente que, al igual que como vimos en lo referente a la
transmisión del alma[1],
no existe una postura única con respecto al tema, por lo cual existen diversas
teorías según la teología del creyente que la plantea. Y, como en todas las
cosas relacionadas con la Escritura, debemos con Ella misma contrastar los
pensamientos del hombre, ya que de ellos surgen muchas doctrinas que llevan a
los creyentes a apartarse de fe cristiana (1 Timoteo 4:1 cf. Hebreos 13:9a).
Usando el ejemplo de los creyentes en la asamblea de Berea, no le creyeron a
buenas y primeras a Pablo sino que lo contrastaron con lo que las Escrituras
decían acerca del tema que él estaba exponiendo (Hechos 17:11). Ser diligente
debe ser necesariamente una cualidad que el creyente debe poseer en todo
momento en cuanto se refiere a la enseñanza de la Palabra y a la comprensión de
la misma, sabiendo, como se ha dicho más arriba, que existen “hombres” que
infectan la doctrina con sus enseñanzas torcidas.
Debido a malas interpretaciones que
se ha tenido (y se tiene) del pasaje de Romanos 5:12-21, muchos han mal
interpretado la enseñanza que ahí se encuentra, y han enseñado doctrinas contrarias a lo que el pasaje y la
Biblia presenta con respecto al pecado y su transmisión.
No entraremos a analizar el pasaje ya que está fuera del alcance de este
artículo, sino que veremos las principales visiones que se tiene del pecado y
un breve análisis de los mismos:
a)
La visión humanista
o ateísta.
Esta visión es
derivada de la teoría de la evolución y afirma que el pecado no existe, y esto
“es solamente una manifestación de las bajas tendencias ancestrales”. Es decir el
mal que se ve reflejado en la personas no es más que una manifestación del ser
y que con la educación debería poder pulirse de toda característica negativa. En otras palabras, esta perspectiva trata de minimizar dándole calificativos
de error, mala educación, desliz, “no
era su culpa, era así”, etc. Por tanto,
al no existir lo que se denomina pecado,
éste no puede ser transmitido a la humanidad y siendo Adán no más que un mito,
el pecado de este no puede ser imputado a las personas.
Como objetó Lacueva:[2]
a) Este sistema, de
signo materialista, destruye el carácter ético del pecado.
b) Limitar el área
del pecado a las manifestaciones (…) de las bajas tendencias ancestrales,
equivale a restringir demasiado la órbita del pecado, puesta la raíz última de
pecado se asienta en lo espiritual, donde la pretendida autosuficiencia del ser
creado se rebela de la soberanía de Dios. Así lo prueba el hecho los primeros
pecados cometidos en el universo (el de Satanás y el de nuestros primeros
padres) no fueran precedidos por la manifestación de ninguna tendencia
ancestral.
b) La enseñanza pelagiana
Pelagio, monje Británico (se piensa que nació
el 354 d.C. y murió el 420 d.C.), enseñó
en Roma, Cartago y Palestina, que ningún ser nace con el pecado en su persona,
esto es, nacían inocentes, sin pecado original o heredado sino que lo adquiría
por medio del contacto con otros pecadores. El pesaba que como el alma era
creada por Dios, esta no podía ser pecadora, de modo que el pecado de Adán no
afectó a toda la humanidad, sino a él mismo. Afirmaba que Adán si no hubiese
pecado, de igual modo moriría, porque esa condición, morir, es natural en el
ser humano.
Pelagio enseñaba que
la humanidad podía evitar el pecado y que la elección de obedecer a Dios era de
responsabilidad de cada persona. Y que la ley dada por moisés es tan buena
guía para el cielo como el Evangelio, lo que es demostrado, de que antes de la
venida de Cristo hubo hombres que se mantuvieron sin pecado.
Si
bien es cierto que algunas de sus interpretaciones nos pueden parecer que están
correctas, sobre todo cuando observamos
la “inocencia” de los bebés recién nacidos, pero no por ello debemos dejar de
acudir y revisar lo que la Biblia tiene que decir sobre el tema.
En
realidad el Pelagianismo contradice a la
Escrituras en muchas partes y a principios bíblicos.
1. La Biblia afirma que somos pecadores desde el momento
que somos engendrados (Salmo 51:5).
2. La Escritura indica que todos los seres humanos mueren
como resultado del pecado (Romanos 6:23; Ezequiel 18:20a).
3.
La Biblia dice que
los seres humanos nacen con inclinación natural hacia el pecado (Romanos 3:10-18). Para ello
podemos observar a los niños con pocos meses como hacen ya algunas maldades que
en apariencia pueden ser inocentes porque no saben lo que hacen, lo cual es
cierto, pero aunque se le enseñe a no hacerlo, lo intentarán realizar porque el
resultado obtenido en las veces anteriores les era grato.
4. En Romanos 5:12 dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el
pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron”. Este versículo establece,
sin dejar ninguna duda, que el pecado del primer hombre infectó de pecado al
resto de la humanidad.
Por estas razones y otras que quedan fuera de nuestro
análisis, la enseñanza pelagiana debe ser rechazada, porque establece
principios que van en contra de la enseñanza de la Escritura.
c)
La enseñanza arminiana
Las
mismas Escrituras que refutan el Pelagianismo también refutarán al pensamiento
arminiano. El pasaje de Romanos 3:10-18 no describe a la humanidad como manchada
parcialmente por el pecado. La Biblia enseña claramente que si Dios no “aparta”
a una persona, somos incapaces de cooperar con la gracia de Dios. “Ninguno
puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere….” (Juan 6:44). Al igual que el pelagianismo, el
semi-pelagianismo es anti-bíblico y debe ser rechazado.
En
la actualidad algunas denominaciones poseen este tipo de doctrina como: los
Metodistas, los Adventistas; la Asamblea de Dios, la Iglesia de Cristo, los
Pentecostales, los Menonitas (en su mayoría); Iglesia Coptas, Iglesia Católica,
Iglesia Ortodoxa; y otras.
d) La enseñanza de la Iglesia
Católica[3].
La
enseñanza de la iglesia Católica es bastante compleja con respecto al pecado y
trataremos de exponerla en sencillas palabras.
a)
Según la tradicional enseñanza
de la Teología Romana, el pecado original privó a los humanos de los dones que poseía excepto
los naturales. Por tanto el hombre caído puede hacer obras buenas sin la gracia
para alcanzar salvación sobrenatural.
b)
El Catecismo Romano enseña que
«nacemos en pecado», que somos oprimidos por la corrupción de la naturaleza (…)
y que el virus del pecado penetra hasta los mismos huesos (…). Este último
pasaje no se refiere expresamente al pecado original, sino al estado de los
hombres en general como pecadores. Sin embargo, indica la postura asumida por
la Iglesia de Roma acerca de la actual condición de la naturaleza humana.
c) (…) esta Iglesia enseña la doctrina del pecado original en el sentido de
una corrupción pecaminosa de la naturaleza, o de una pecaminosidad innata,
hereditaria. Se debe observar también que todos los partidos en la Iglesia de
Roma; antes y después del Concilio de Trento, y por mucho que defirieran en
otros puntos, estaban unidos en la enseñanza de la imputación de pecado de
Adán; esto es, que por aquel pecado pasó la sentencia de condenación sobre
todos los hombres.
Podemos ver claramente en los puntos
expuestos por la doctrina, que es semipelagiana en su esencia, dando al hombre
la posibilidad de hacer obras para alcanzar la salvación, lo cual está en
contradicción con los que la Biblia enseña y que ya hemos señalado en puntos
referentes al pelagianismo y al arminiano.
e) La enseñanza agustiniana
f) La enseñanza federal
La doctrina federal
entiende que el Adán entró a un pacto con Dios, que si se conducía como Dios le
había indicado, respetar el simple mandamiento de no comer de un árbol en
particular, él y sus descendientes serían bendecidos, por lo tanto en ese
momento Adán fue el representante de toda la humanidad. Si Adán, en lo que
respecta a la bendiciones era nuestro representante o cabeza, entonces en lo
que respecta al pecado, está en la misma situación, de modo que se aplica a
toda la humanidad las consecuencia de la desobediencia, esto es, el sufrimiento
que provoca el pecado al estar separado de Dios y sujeto a la muerte.
«Por el pecado de Adán se imputa la muerte y el pecado a toda la
humanidad, pues la humanidad estaba representada en él. Charles Hodge define
así esta perspectiva: “En virtud de la unión, federal y natural, entre Adán y
su posteridad, su pecado, no su acto, se imputa a esa posteridad de tal forma
que el fundamento judicial de la pena contra él también recae sobre ella»[6]
En conclusión:
Al confrontar cada una de las doctrinas, podemos decir que las dos
últimas tienen más apego bíblico que las dos primeras presentadas, por las
razones ya presentadas, ya que no contradicen los distintos textos encontrados
en la Escritura que tratan de este tema. Sin embargo, hay maestros cristianos que tienen
preferencia de una en detrimento de la otra, es decir, una de ellas será
desechada o dejada solo para estudio comparativo.
No olvidemos que para casi todas las situaciones existe una vía media,
que permite sigamos un camino donde vemos los dos puntos de vista integrados y
conformando una visión completa.
Podemos decir que se ha clasificado a la doctrina “agustiniana” de mediata y a la
“federal” de inmediata. ¿Qué queremos
dar a entender con estos términos? La
respuesta a la pregunta será con las palabras del Charles Ryrie[7],
que al respecto dice:
“El pecado imputado se transmite directamente de Adán a cada individuo
en cada generación. Puesto que yo estaba en Adán, el pecado de Adán me fue
imputado directamente, no por medio de mis padres y los padres de éstos. El
pecado imputado es una imputación inmediata (es decir, no por mediadores entre
Adán y yo).
Esto contrasta con la forma en que se transmite la naturaleza
pecaminosa. Esta me llega de mis padres, y la de ellos, de los suyos, y así
hasta llegar a Adán. El Pecado heredado es una transmisión mediata, puesto que
pasa a través de todos los mediadores en las generaciones entre Adán y yo.”
[3] Nos basamos en lo que nos entrega Francisco Lacueva y Charles Hodge,
en CFTE, N° 8, Catolicismo Romano,
página 131 y Teología Sistemática, página 423, respectivamente, ambos editados
por la editorial Clie.
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