miércoles, 4 de noviembre de 2015

Doctrina: El pecado (Parte XII)

XII. Transmisión del pecado.


A través de la historia del cristianismo  se han desarrollado diversas teorías que intentan explicar cómo el pecado se transmite a cada persona. Algunas de ellas se apartan de lo que describe la Escritura acerca de este “mal”  y otras se acercan más a lo que podemos desprender de un estudio serio de las Escrituras que hablan de este tema.
Tengamos presente que, al igual que como vimos en lo referente a la transmisión del alma[1], no existe una postura única con respecto al tema, por lo cual existen diversas teorías según la teología del creyente que la plantea. Y, como en todas las cosas relacionadas con la Escritura, debemos con Ella misma contrastar los pensamientos del hombre, ya que de ellos surgen muchas doctrinas que llevan a los creyentes a apartarse de fe cristiana (1 Timoteo 4:1 cf. Hebreos 13:9a). Usando el ejemplo de los creyentes en la asamblea de Berea, no le creyeron a buenas y primeras a Pablo sino que lo contrastaron con lo que las Escrituras decían acerca del tema que él estaba exponiendo (Hechos 17:11). Ser diligente debe ser necesariamente una cualidad que el creyente debe poseer en todo momento en cuanto se refiere a la enseñanza de la Palabra y a la comprensión de la misma, sabiendo, como se ha dicho más arriba, que existen “hombres” que infectan la doctrina con sus enseñanzas torcidas.
Debido a malas interpretaciones  que se ha tenido (y se tiene) del pasaje de Romanos 5:12-21, muchos han mal interpretado la enseñanza que ahí se encuentra, y han enseñado  doctrinas contrarias a lo que el pasaje y la Biblia presenta con respecto al pecado y su transmisión.
No entraremos a analizar el pasaje ya que está fuera del alcance de este artículo, sino que veremos las principales visiones que se tiene del pecado y un breve análisis de los mismos:

a)   La visión humanista o ateísta. 
Esta visión es derivada de la teoría de la evolución y afirma que el pecado no existe, y esto “es solamente una manifestación de las bajas tendencias ancestrales”. Es decir el mal que se ve reflejado en la personas no es más que una manifestación del ser y que con la educación debería poder pulirse de toda característica negativa.  En otras palabras, esta perspectiva  trata de minimizar dándole calificativos de  error, mala educación, desliz, “no era su culpa, era así”,  etc. Por tanto, al no existir  lo que se denomina pecado, éste no puede ser transmitido a la humanidad y siendo Adán no más que un mito, el pecado de este no puede ser imputado a las personas.
Como objetó Lacueva:[2]
a) Este sistema, de signo materialista, destruye el carácter ético del pecado.
b) Limitar el área del pecado a las manifestaciones (…) de las bajas tendencias ancestrales, equivale a restringir demasiado la órbita del pecado, puesta la raíz última de pecado se asienta en lo espiritual, donde la pretendida autosuficiencia del ser creado se rebela de la soberanía de Dios. Así lo prueba el hecho los primeros pecados cometidos en el universo (el de Satanás y el de nuestros primeros padres) no fueran precedidos por la manifestación de ninguna tendencia ancestral.

b)   La enseñanza pelagiana
 Pelagio, monje Británico (se piensa que nació el 354 d.C.  y murió el 420 d.C.), enseñó en Roma, Cartago y Palestina, que ningún ser nace con el pecado en su persona, esto es, nacían inocentes, sin pecado original o heredado sino que lo adquiría por medio del contacto con otros pecadores. El pesaba que como el alma era creada por Dios, esta no podía ser pecadora, de modo que el pecado de Adán no afectó a toda la humanidad, sino a él mismo. Afirmaba que Adán si no hubiese pecado, de igual modo moriría, porque esa condición, morir, es natural en el ser humano.
Pelagio enseñaba que la humanidad podía evitar el pecado y que la elección de obedecer a Dios era de responsabilidad de cada persona. Y que la  ley dada por moisés es tan buena guía para el cielo como el Evangelio, lo que es demostrado, de que antes de la venida de Cristo hubo hombres que se mantuvieron sin pecado.
Si bien es cierto que algunas de sus interpretaciones nos pueden parecer que están correctas,  sobre todo cuando observamos la “inocencia” de los bebés recién nacidos, pero no por ello debemos dejar de acudir y revisar lo que la Biblia tiene que decir sobre el tema.
En realidad el Pelagianismo contradice a la Escrituras en muchas partes y a principios bíblicos.
1.    La Biblia afirma que somos pecadores desde el momento que somos engendrados (Salmo 51:5).
2.    La Escritura indica que todos los seres humanos mueren como resultado del pecado (Romanos 6:23; Ezequiel 18:20a).
3.    La Biblia dice que los seres humanos nacen con inclinación natural hacia el pecado (Romanos 3:10-18).  Para ello podemos observar a los niños con pocos meses como hacen ya algunas maldades que en apariencia pueden ser inocentes porque no saben lo que hacen, lo cual es cierto, pero aunque se le enseñe a no hacerlo, lo intentarán realizar porque el resultado obtenido en las veces anteriores les era grato.
4.    En Romanos 5:12 dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Este versículo establece, sin dejar ninguna duda, que el pecado del primer hombre infectó de pecado al resto de la humanidad.
Por estas razones y otras que quedan fuera de nuestro análisis, la enseñanza pelagiana debe ser rechazada, porque establece principios que van en contra de la enseñanza de la Escritura.

c)    La enseñanza arminiana
Jacobo Arminio o Jacobus Arminius (1560–1609) expuso esta doctrina. La enseñanza con respecto al pecado de la doctrina arminiana es muy similar a lo que se conoce como la doctrina “Semi-Pelagianismo”, que esencialmente enseña que la humanidad está manchada por el pecado, pero no al grado de no poder cooperar con la gracia de Dios por nosotros mismos. En esencia esta doctrina propone lo que se conoce como “la depravación parcial” como contraposición a la depravación total.
Las mismas Escrituras que refutan el Pelagianismo también refutarán al pensamiento arminiano.  El pasaje de Romanos 3:10-18 no describe a la humanidad como manchada parcialmente por el pecado. La Biblia enseña claramente que si Dios no “aparta” a una persona, somos incapaces de cooperar con la gracia de Dios. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere….” (Juan 6:44). Al igual que el pelagianismo, el semi-pelagianismo es anti-bíblico y debe ser rechazado.
En la actualidad algunas denominaciones poseen este tipo de doctrina como: los Metodistas, los Adventistas; la Asamblea de Dios, la Iglesia de Cristo, los Pentecostales, los Menonitas (en su mayoría); Iglesia Coptas, Iglesia Católica, Iglesia Ortodoxa; y otras.

d)   La enseñanza de la Iglesia Católica[3].
La enseñanza de la iglesia Católica es bastante compleja con respecto al pecado y trataremos de exponerla en sencillas palabras.
a)       Según la tradicional enseñanza de la Teología Romana, el pecado original privó a  los humanos de los dones que poseía excepto los naturales. Por tanto el hombre caído puede hacer obras buenas sin la gracia para alcanzar salvación sobrenatural.
b)      El Catecismo Romano enseña que «nacemos en pecado», que somos oprimidos por la corrupción de la naturaleza (…) y que el virus del pecado penetra hasta los mismos huesos (…). Este último pasaje no se refiere expresamente al pecado original, sino al estado de los hombres en general como pecadores. Sin embargo, indica la postura asumida por la Iglesia de Roma acerca de la actual condición de la naturaleza humana.
c)       (…) esta Iglesia enseña la doctrina del pecado original en el sentido de una corrupción pecaminosa de la naturaleza, o de una pecaminosidad innata, hereditaria. Se debe observar también que todos los partidos en la Iglesia de Roma; antes y después del Concilio de Trento, y por mucho que defirieran en otros puntos, estaban unidos en la enseñanza de la imputación de pecado de Adán; esto es, que por aquel pecado pasó la sentencia de condenación sobre todos los hombres.

Podemos ver claramente en los puntos expuestos por la doctrina, que es semipelagiana en su esencia, dando al hombre la posibilidad de hacer obras para alcanzar la salvación, lo cual está en contradicción con los que la Biblia enseña y que ya hemos señalado en puntos referentes al pelagianismo y al arminiano.

e)   La enseñanza agustiniana
Esta doctrina era enseñada por Agustín de Hipona[4] (354-430 d.C.) y era la que confrontaba a la que presentaba Pelagio. Esta expone que la expresión “todos pecaron” (Romanos 5:12) del apóstol Pablo su­giere que todos los seres humanos, o sea, la humanidad participó del pecado de Adán. Podemos ilustra esto utilizando el pasaje de Génesis 14:20b, el cual “muestra” que Leví, que no había nacido le pagó los diezmos a Melquisedec a través de Abraham, pues estaba “en los lomos de su padre” Abraham (Hebreos 7:9-10). Ahora, siguiendo la misma analogía, también toda la humanidad estuvo presente en Adán cuando él decidió pecar; por lo tanto, implica que toda la humanidad es partícipe de ese pecado. De modo que el pecado de Adán y la muerte resultante se pasan a toda la humanidad.

f)    La enseñanza federal
Fue propuesta original­mente por Cocceius[5] (1603 - 1669), y se convirtió en la norma de creencia en la teología reformada.
La doctrina federal entiende que el Adán entró a un pacto con Dios, que si se conducía como Dios le había indicado, respetar el simple mandamiento de no comer de un árbol en particular, él y sus descendientes serían bendecidos, por lo tanto en ese momento Adán fue el representante de toda la humanidad. Si Adán, en lo que respecta a la bendiciones era nuestro representante o cabeza, entonces en lo que respecta al pecado, está en la misma situación, de modo que se aplica a toda la humanidad las consecuencia de la desobediencia, esto es, el sufrimiento que provoca el pecado al estar separado de Dios y sujeto a la muerte.
«Por el pecado de Adán se imputa la muerte y el pecado a toda la humanidad, pues la humanidad estaba representada en él. Charles Hodge define así esta perspectiva: “En virtud de la unión, federal y natural, entre Adán y su posteridad, su pecado, no su acto, se imputa a esa posteridad de tal forma que el fundamento judicial de la pena contra él también recae sobre ella»[6]

En conclusión:
Al confrontar cada una de las doctrinas, podemos decir que las dos últimas tienen más apego bíblico que las dos primeras presentadas, por las razones ya presentadas, ya que no contradicen los distintos textos encontrados en la Escritura que tratan de este tema. Sin embargo,  hay maestros cristianos que tienen preferencia de una en detrimento de la otra, es decir, una de ellas será desechada o dejada solo para estudio comparativo.
No olvidemos que para casi todas las situaciones existe una vía media, que permite sigamos un camino donde vemos los dos puntos de vista integrados y conformando una visión completa.
Podemos decir que se ha clasificado  a la doctrina “agustiniana” de mediata y a la “federal” de  inmediata. ¿Qué queremos dar a entender con estos términos?  La respuesta a la pregunta será con las palabras del Charles Ryrie[7], que al respecto dice:
“El pecado imputado se transmite directamente de Adán a cada individuo en cada generación. Puesto que yo estaba en Adán, el pecado de Adán me fue imputado directamente, no por medio de mis padres y los padres de éstos. El pecado imputado es una imputación inmediata (es decir, no por mediadores entre Adán y yo).
Esto contrasta con la forma en que se transmite la naturaleza pecaminosa. Esta me llega de mis padres, y la de ellos, de los suyos, y así hasta llegar a Adán. El Pecado heredado es una transmisión mediata, puesto que pasa a través de todos los mediadores en las generaciones entre Adán y yo.”





[1] Candelero Encendido, 2014, página 87
[2] CFTE N° 3, El hombre. Su grandeza y su miseria, página 157, editorial Clie.
[3] Nos basamos en lo que nos entrega Francisco Lacueva y Charles Hodge, en  CFTE, N° 8, Catolicismo Romano, página 131 y Teología Sistemática, página 423, respectivamente, ambos editados por la editorial Clie.
[4] También enseñada por Calvino, Lutero, Shedd y Strong
[5] La enseñaron personajes como Charles Hodge, J. Oliver Buswell Jr. y Louis Berkhof.
[6] Compendio Portavoz de Teología, Paul Enns, página 311, Editorial Portavoz
[7] Charles C. Ryrie, Teología Básica, Página 256, editorial Unilit.

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