miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿QUÉ PLÁTICAS SON ESTAS QUE TRATÁIS ENTRE VOSOTROS?

Lucas 24:13-32

Cuando el Señor se acercó a los dos discípulos que iban en el camino para Emmaús y escuchó su plática, ¿qué fue lo que oyó? Les oyó hablar de “Jesús Nazareno” y de las cosas que habían acontecido.
“Entonces los que temen a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de El para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre” Mal. 3.16. ¿Qué es lo que Dios escribe en su libro de memoria cuando nos escucha y nos oye hablar con nuestros compañeros? Nosotros que tenemos a Jehová ¿cómo usamos el tiempo que Él nos ha dado? ¿Pasamos horas y días enteros hablando tonteras, contando chistes, criticando a otros, murmurando, alabándonos a nosotros mismos o hablamos de Él y de las cosas concernientes a Él? “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, NI AUN SE NOMBRE entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras torpes, ni necedades, ni truhanerías (chistes o cuentos obscenos o vulgares) que no convienen; sino antes bien acciones de gracias; “Hablando entre vosotros con Salmos, y con himnos, y canciones espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” Ef. 5.3, 4,19.
En estas porciones el Espíritu nos enseña claramente las cosas que no debemos hablar y las cosas que debemos hablar. ¡Pongamos atención! Al pueblo de Israel, Dios le dijo, (y nosotros haremos bien de tomar las mismas instrucciones a pecho):
“Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón: y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6, 7).
Hablando a las mujeres cristianas, el Espíritu las exhorta dos veces a que sean CASTAS (Tito 2.4, 5; 1 Pedro 3:12). Hermana, ¿es tu conversación casta? “casta” quiere decir pura, virtuosa, limpia, modesta. Si eres culpable de hablar cosas que no convienen, confiésalo con vergüenza al Señor y apártate del mal, para que en el futuro uses tus labios para el Señor. Hablando de la mujer virtuosa, Proverbios 31:26 dice: “Abrió su boca con sabiduría: y la ley de clemencia está en su lengua” ¿Podrían decir esto de ti, hermana? ¿Y tú, hermano, no creas que porque esto fue escrito a las mujeres no se aplica a ti? Dios espera que tú también seas santo y casto en tu vida y palabra.
El Salmista David ha de haber realizado el peligro que existe en hablar lo que no conviene, porque en el Salmo 141:3, hablando a Dios, dice: “Pon, oh Jehová, guarda a mi boca, guarda la puerta de mis labios” No cabe duda que todos, en alguna ocasión, hemos hablado inadvertidamente y, al tener tiempo de reflexionar, hemos experimentado una gran tristeza, pero una vez salidas las palabras, como plumas, vuelan lejos y no se puede recogerlas. Entonces para evitarlo, necesitamos como David, una guarda para nuestros labios. ¿Para qué ponen guardas a la puerta de las cárceles? Para que no salgan los que están cautivos. ¿Quién es capaz de cautivar nuestros pensamientos e imaginaciones para que no se vuelvan palabras y salgan de nuestros labios? “Cautivando todo intento (o imaginación) a la obediencia de CRISTO’’ (2 Corintios 10:5). Esto es el Secreto, ser cautivos de Él, estar completamente rendidos y sujetos a Él. De la abundancia del corazón habla la boca. "El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas’’. Si nuestro corazón está lleno de Él, hablaremos de Él. “Más yo os digo, que toda palabra ociosa (inútil) que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”. Tendremos, un día no muy lejos, que estar delante del Tribunal de Cristo para que cada uno dé cuenta de sí. Cuando Dios abra su libro de memorias ¿Será para vergüenza y pérdida nuestra, o dirá: “Bien, buen siervo y fiel”?
Todos tenemos aquel miembro pequeño (la lengua) que es tan poderosa para causar bendición o maldición. El Apóstol Santiago escribe: “Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto” (Santiago 3:2). Del VARON PERFECTO, el Señor Jesús, leemos que “estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca” (Lucas 4.22); "Quien cuando le maldecían, no retornaba maldición” (1 Pedro 2:23). Ojalá que fuéramos más semejantes a Él en este respecto. Que Dios nos dé el propósito de corazón que David tenía cuando dijo:         Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua guardaré mi boca con freno” (Salmo 39.1).
Dirá alguno: “Pero yo por naturaleza soy muy hablador”. Puede ser, pero eso no excusa a nadie. Dios no dice que no hablemos, pero nos dice: “Presentaos a Dios como vivos de los muertos, y vuestros miembros a Dios por INSTRUMENTOS DE JUSTICIA” (Romanos 6.13); “En las muchas palabras no falte pecado: más el que refrena sus labios es prudente”.
Todo lo “natural” es contra lo que es “espiritual”, entonces si es natural hablar mucho, tal vez habrá necesidad de poner freno. “No reine pues el pecado en vuestro cuerpo mortal” (Romanos 6.12).
La risa es efecto de las palabras. Dios no exige que seamos un pueblo triste, no, al contrario nos manda ser gozosos, pero “en el Señor” (Filipenses 3:1). “¿Está alguno alegre? cante salmos” (Santiago 5.13); “Así que, ofrezcamos por medio de él a Dios siempre, sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de labios que confiesen a su nombre” (Hebreos 13.15).
¡Hermanos!, hablemos de tal manera que si se acercara el Señor y nos dijera: “¿Qué pláticas son estas que tratáis entre vosotros?”, podríamos responder “de Jesús”. Entonces nuestros corazones en lugar de estar fríos, indiferentes y vacíos, arderían de amor para el Señor, para su pueblo, y para los incrédulos y otros serían edificados y bendecidos.

Que mi tiempo todo esté
Consagrado a tu loor;
Que mis labios al hablar
Hablen sólo de tu amor.

El Contendor por la Fe - Enero-Febrero-1969

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