No cesamos de… pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Colosenses 1:9
El apóstol Pablo oraba
constantemente para que estos creyentes tuvieran pleno conocimiento de la
voluntad de Dios en “toda sabiduría e inteligencia espiritual”. En la las
Escrituras, la voluntad de Dios puede referirse a los consejos eternos de Dios,
como se menciona en Efesios 1:11: “… conforme al propósito del que hace
todas las cosas según el designio de su voluntad”. En otros pasajes, se refiere
a la voluntad de Dios para los suyos en relación con la vida diaria, y este es
el significado en el versículo de hoy.
El discernimiento de
la voluntad de Dios para nuestro andar depende del estado espiritual del alma,
lo cual está implícito en las palabras sabiduría e inteligencia espiritual.
El apóstol no está sugiriendo que el pleno conocimiento de su voluntad se
obtenga mediante un conocimiento intelectual de los mandamientos expresos de
Dios, tal como sucedía con la Ley. Menos aún puede obtenerse por el consejo de
otros, aunque no debemos despreciar el consejo fraternal.
La sabiduría y la
inteligencia espiritual implican una percepción de lo que es bueno y sabio a
los ojos de Dios, aparte del mandato expreso. La sabiduría es
el conocimiento de la verdad, mientras que inteligencia espiritual
es el discernimiento espiritual que hace una aplicación correcta de la verdad a
las circunstancias particulares.
En el camino de la
voluntad de Dios, no basta con la simple sabiduría y entendimiento humanos. Es
una “senda que ave de rapiña no conoce, ni que ojo de halcón ha alcanzado a
ver; las orgullosas bestias no la han pisado, ni el fiero león ha pasado por
ella” (Job. 28:7-8 NBLA). No existe un ojo más agudo que el del
halcón, ni ningún animal tan audaz como el león. Ahora bien, en el camino de la
fe, las leyes naturales en relación con la audacia y la agudeza de visión no
son suficientes. El entendimiento espiritual se adquiere mediante un ojo
sencillo, es decir, al estar mirando solo a Cristo. “Te haré entender, y te
enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Sal. 32:8).
Hamilton Smith

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