martes, 2 de febrero de 2016

ALGUNAS MUJERES DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Parte II)

Agar, la sierva egipcia

Agar figura en Génesis 16, 21, 25
Viendo Sara que era humanamente imposible que tuviera hijo, ella se adelantó a los propósitos de Dios, y dio a su marido su esclava para que tuviese hijos en ella. La consecuencia inmediata fue la rivalidad que surgió entre Agar y Sara. La esposa sintió que Agar la miraba con desprecio y por eso la afligía. Agar optó por huir, aunque sin derecho a hacerlo porque era esclava. En el desierto el ángel de Jehová se le apareció junto a una fuente y le dijo: Agar, sierva de Saraí ¿de dónde vienes tú y a dónde vas? Agar confesó que estaba huyendo. Otra vez el ángel le habló: Vuélvete a tu señor, y ponte sumisa bajo su mano.
         Luego le habló de la gran multitud que sería descendencia suya; que llamaría a su hijo Ismael, porque Jehová había oído su aflicción; y por último dijo que Ismael sería hombre fiero: todos contra él y él contra todos. Ella, humillada ya, dice: Tú eres Dios que me ve; ¿no he visto también aquí al que me ve? Agar regresó a casa de Abraham.
         La segunda consecuencia del problema con Sara fue la rivalidad entre Ismael e Isaac, porque éste nació cuando el primero tenía catorce años. Es ahora Abraham quien despide a Agar e Ismael, por órdenes de Sara y con la aprobación de Dios. Los despacha con pan y un odre de agua. En el desierto de Beerseba el agua pronto se acabó. Agar puso el muchacho bajo un arbusto porque se moría de sed.
         Ella se sentó a cierta distancia, diciendo: No veré cuando el muchacho muera. Pero el muchacho lloró y Dios le oyó. En otro mensaje angelical la fe de Agar fue fortalecida. Entonces Dios le abrió los ojos y ella vio una fuente de agua. Termina el relato diciendo que Dios estaba con el muchacho.

         El apóstol Pablo utiliza la historia de Agar como una alegoría para distinguir entre la gracia y la ley. La comparación es entre Agar la esclava y Sara la libre; entre Ismael el hijo según la carne Isaac el hijo por la promesa. Los que son hijos de Dios tienen todavía a Ismael —la carne—quien persigue a Isaac—el hombre espiritual en el creyente. La amonestación de Pablo es: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis sujetos otra vez al yugo de esclavitud, Gálatas 5. El Señor Jesucristo también nos dice: El esclavo no queda en la casa para siempre. Al que el Hijo libertare, ésta será verdaderamente libre. 

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