Agar, la sierva egipcia
Luego le habló de la gran multitud que
sería descendencia suya; que llamaría a su hijo Ismael, porque Jehová había
oído su aflicción; y por último dijo que Ismael sería hombre fiero: todos
contra él y él contra todos. Ella, humillada ya, dice: Tú eres Dios que me ve;
¿no he visto también aquí al que me ve? Agar regresó a casa de Abraham.
La segunda consecuencia del problema
con Sara fue la rivalidad entre Ismael e Isaac, porque éste nació cuando el
primero tenía catorce años. Es ahora Abraham quien despide a Agar e Ismael, por
órdenes de Sara y con la aprobación de Dios. Los despacha con pan y un odre de
agua. En el desierto de Beerseba el agua pronto se acabó. Agar puso el muchacho
bajo un arbusto porque se moría de sed.
Ella se sentó a cierta distancia,
diciendo: No veré cuando el muchacho muera. Pero el muchacho lloró y Dios le
oyó. En otro mensaje angelical la fe de Agar fue fortalecida. Entonces Dios le
abrió los ojos y ella vio una fuente de agua. Termina el relato diciendo que
Dios estaba con el muchacho.
El apóstol Pablo utiliza la historia de
Agar como una alegoría para distinguir entre la gracia y la ley. La comparación
es entre Agar la esclava y Sara la libre; entre Ismael el hijo según la carne
Isaac el hijo por la promesa. Los que son hijos de Dios tienen todavía a Ismael
—la carne—quien persigue a Isaac—el hombre espiritual en el creyente. La
amonestación de Pablo es: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos
hizo libres, y no estéis sujetos otra vez al yugo de esclavitud, Gálatas 5. El
Señor Jesucristo también nos dice: El esclavo no queda en la casa para siempre.
Al que el Hijo libertare, ésta será verdaderamente libre.
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