martes, 2 de febrero de 2016

El yugo desigual (Parte II)

El yugo del compañerismo

¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?  2 Corintios 6.14.
El que es creyente en Cristo tiene que vivir con quienes no son, trabajar con ellos y comerciar con ellos. De otro modo, tendría que salir del mundo, al decir de 1 Corintios 5.9, 10.
Entonces tenemos que distinguir en la Biblia entre la separación del mundo que el creyente debe mantener y el contacto con el mundo que es inevitable. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado”, Salmo 1.1. “Las malas conversa­ciones corrompen las buenas costumbres”, 1 Corintios 15.33.
Ahora, notemos que Jesús vivió “apartado de los pecadores”, Hebreos 7.26, pero a la vez leemos que “muchos publicanos y pecadores… se sentaron juntamente a la mesa con Jesús”, Mateo 9.10. De tal modo que los fariseos preguntaron por qué el Maestro comía con los tales. Esto nos ayuda a distinguir. Él se sentó con los pecadores para hablarles de las cosas de Dios, pero no para compartir con ellos en sus vanidades ni andar en sus consejos.
Esto nos enseña que debemos manifestar cariño y amor a los pecadores, para ganarles con la Palabra de Dios. Conviene visitarles en sus casas para hacerles bien, demostrarles la benevolencia y ayudarles en sus necesidades. Debemos confortarles en sus tristezas pero no sentarnos con ellos para charlar de sus maldades ni hablar de sus vanidades. No debemos tener amistad íntima para andar con ellos en su mundanalidad. Esto sería un yugo desigual. No debemos compartir con ellos en sus fiestas, cines, etcétera.
Los que siempre están de paseo con los amigos inconversos, pronto se contaminan. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo, Juan 15.19.
La Biblia trata al creyente como miembro de la Iglesia que es la novia de Cristo. Las bodas del Cordero no se han efectuado todavía. Como la novia comprometida tenía que guardar su virginidad, Deuteronomio 22.23, 24, asimismo la Iglesia. “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen a Cristo”, 2 Corintios 11.2. De modo que cualquiera infidelidad espiritual de amistarnos con los mundanos se trata como una contradicción de este compromiso. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” Santiago 4.4.
Debemos evitar, pues, la intimidad de compartir con los impíos su vida mundana. Esto no impide que un creyente en Cristo acepte una invitación a comer en una casa de personas que no son salvas, 1 Corintios 10.27 al 29, siempre y cuando esté dispuesto a dar testimonio de Cristo y no compartir con ellos en sus licores, baile, juegos y demás costumbres de quienes no son salvos.
          La Biblia nos da ejemplo del mal de este yugo. La doctrina de Balaam, condenada en Apocalipsis 2.14, se refiere a Números 31.16: “He aquí, por consejo de Balaam ellas (las incrédulas) fuera causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová”. Como resultado de esta amistad, “el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses”, Números 25.1, 2. Había este mismo mal en la iglesia de Pérgamo, Apocalipsis 2.14.

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