martes, 1 de marzo de 2016

Doctrina: Cristología. (Parte III)

II.           Profecías de Cristo en el  Antiguo Testamento.


En diversas partes del Antiguo Testamento encontramos párrafos acerca de la venida del Mesías prometido. La forma de mostrar el mensaje puede ser a través de promesas, así como el uso de personas para representar la vida del Mesías. Algunos de ellas eran claras y otras no se entendió su significado hasta que se cumplió en Jesús.
Estudiaremos estas promesas y profecías de dos formas, la primera desde el punto de vista de genealogía y el segundo, de las profecías  en sí mismas.
A)  Genealogía
Tanto en Mateo y Lucas se entrega la línea genealógica del Señor, aunque estas difieren entre sí, ya que son distintas tanto en personas como en extensión. Esto provoca problemas en algunas personas, porque aparentemente se contradicen mutuamente. La explicación más natural es entender que la línea entregada por Mateo corresponde a José, y la de Lucas a María. Lo importante es ver que ambas entroncan con David y de ahí podemos seguirla hasta Abraham.
Sin embargo podemos observar que la primera promesa, también llamado “protoevangelio”,  fue dicha a la mujer en Edén y relatada en Génesis 3:15 del siguiente modo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). El pasaje describe la enemistad entre Satanás y el Mesías, identificado como la simiente. La promesa se cumple en María, de la cual nació Jesús, en cuya concepción no participó José como el marido de ella, y esto enfatizado en Mateo 1:16 con la frase “de la cual”.
En la bendición de Noé a Sem dice: “Bendito por Jehová mi Dios sea Sem…” (Génesis 9:26); “da a entender la preservación de la verdadera religión entre los descendientes de Sem”[1].
A Abraham Dios le promete “engrandeceré tu nombre” (Génesis 12:2c), y de esta promesa se entiende  que el Mesías saldría de su descendencia y que “serán benditas… todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3c). Cuyo cumplimiento lo encontramos en el primer versículo del primer capítulo de Mateo: “Jesucristo… hijo de Abraham”. Y Pablo lo ratifica en su carta a los Gálatas: “…Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16 cf. Génesis 12:7), dando cumplimiento a la promesa de Dios a Abraham.
Por medio de Isaac se continuaba la promesa dada a Abraham (Génesis 17:19).
A pesar que Isaac tuvo dos hijos, Dios designó a Jacob quien sería ascendiente del Mesías (Génesis 25:23; 28:13). Esto se enfatiza en Números 24:17 que muestra que el gobernante (“cetro”) y el  “dominador” (v.19) saldrá de él (compárese con Romanos 9:10-13).
Judá, hijo de Jacob, a pesar de no ser el hijo mayor, Jacob lo designó como cabeza de la familia, porque sus hermanos mayores se hicieron indignos de ella debido a sus faltas (Génesis 49:1-7). Como tribu conservó la primogenitura y el puesto de primacía, por lo cual (v.10) se afirma que el Mesías, el Rey,  saldrá de la tribu de esta tribu. Este rey  tendrá en su poder el “cetro”. La bendición de Jacob indica que Judá retendrá el derecho de regir hasta que llegue “Siloh”, y se entiende que este “Siloh” es el Mesías, que será un hombre de paz (cf.  Salmo 72:7; 122:7; Jeremías 23:6; Zacarías 9:10).  
David fue rey de Israel y se le prometió que Dios mismo iba a levantar un rey de su propia estirpe (2 Samuel 7:12-16). En el inmediato, se cumplió en Salomón, pero en sí la promesa es mucho más amplia en el tiempo, ya que el reino y el trono serian “eterno” (v. 16). El Salmo 89 detalla esta promesa a David con más detalles.
B)   Profecías
a.    Sobre el Nacimiento.
Isaías indica la forma en que el Mesías nacería: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”  (Isaías 7:14). Evidentemente este pasaje tuvo un cumplimiento cercano, porque esta profecía  era una señal para el impío rey Acaz (2 Reyes 16:2), cuyo cumplimiento se concreta con el nacimiento de Maher-salal-hasbaz tal como expresa Isaías 8:3. Y un cumplimiento lejano, que se cumplió con el nacimiento virginal del Mesías (Mateo 1:23).
El lugar en que habría de nacer el Mesías era Belén de Judá tal como expresa Miqueas: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (5:2). Era un pueblo pequeño, insignificante (vea Josué 15:21-63 y note que no se nombra); y la profecía deja bien en claro que se encuentra en el territorio asignado a la tribu de Judá para diferenciarlo de Belén ubicada en el territorio de Zabulón (Josué 19:15).
Cuando los magos llegaron a Jerusalén y se presentaron ante Herodes, lo sabios (sacerdotes y escribas) no tuvieron duda de citar la  profecía de Miqueas para saber en qué lugar había nacido el Cristo; y el mismo Herodes confió en aquellas palabras del profeta.  Vea Mateo 2:1-12.

b.   La vida de Cristo.
En la profecía queda claro que el Mesías tendría un Precursor. Un hombre, dedicado al servicio, obediente al mandato Divino, que su función era llevar a su pueblo al Señor, preparándolos para cuando el Mesías apareciese. Las dos profecías  que hablan de esta función las encontramos en Isaías 40:3 y Malaquías 3:1 cuyo cumplimiento lo encontramos en Juan el Bautista (Mateo 3:3; 11:10; Juan 1:23; Marcos 1:2-3), que fue apartado desde antes de nacer para este servicio (vea Lucas 1:5-25; 57-80).
La Misión que tendría el Mesías fue claramente delineada en la profecías de Isaías y que el Señor Jesucristo declaró que se había cumplido ante los propios ojos de los oyentes de la sinagoga. Esta dice: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados” (Isaías 61:1-2). Sin embargo, cuando el Señor leyó este pasaje (Lucas 4:18-19), dejó una parte inconclusa, parte de la profecía no se ha cumplido y se cumplirá cuando vuelva en su segunda venida, por lo cual queda claro que su Misión era llevar a su pueblo devuelta a Dios y no traer el día de la Venganza de Dios.
En Isaías 9:1-2 se muestra al Mesías que se identifica con las personas “en angustias” y establece la zona en que habitará, para iluminar a Israel y a los gentiles. Esta profecía ve su cumplimiento cuando Jesús se establece    en Capernaum, dejando Nazaret, su antigua residencia (Mateo 4:13-16).
En su Ministerio terrenal, Él llevó las enfermedades de los que sanó, tal como lo profetizó Isaías (53:4 cf. Mateo 8:17). Lo anterior podemos complementarlo con el mensaje que debían entregarle los emisarios a Juan el Bautista de parte del Señor: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mateo 11:5-6).  Estas palabras representan en forma resumida el ministerio del Señor, ya habían sido profetizadas por Isaías en dos partes diferentes de sus profecías y el Señor las usó para dar respuesta a las interrogantes de Juan el bautista (Isaías 35:5-6; 61:1-2).
Su ministerio, a diferencia de los fariseos, se basaba en la compasión por débiles y oprimidos, y no divulgaba ni se exaltaba por el  bien que hacía a las personas, prefería que no se supiera. Isaías nos muestra como Él era y por sus hechos vemos que los llevaba a la práctica: “No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley” (Isaías 42:2-4 cf. Mateo12:18-21).
         En el libro de los Salmos encontramos que dice: “Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos…” (Salmo 78:2). Este texto profetizaba la forma de enseñar que tendría el Mesías para mostrar las verdades Divinas y se cumplió en el Señor Jesucristo (cf. Mateo 13:34-35).
Con respecto a Su presentación a la casa de Israel, de acuerdo a Zacarías 9:9 (cf. Mateo21:5) debía ser sobre un pollino y en forma humilde. El pueblo debía aclamarlo, tal como lo predecía el Salmo 118:26:”Bendito el que viene en el nombre de Jehová; desde la casa de Jehová os bendecimos” (cf. Mateo 21:9). Y este Rey que llegó en forma tan humilde  cabalgando un hijo de asna era más grande que el propio David (Salmo 110:1 cf. Mateo 22:44).
El Salmo 118:22 (cf. Mateo 21:42) declara que el Mesías sería rechazado, y se le compara con la “piedra que desecharon los edificadores”, piedra que es fundamental para dar solidez al edificio. Si bien es cierto que el pueblo lo apoyó en forma entusiasta cuando entró a Jerusalén montado en un pollino, pero solamente era de boca para afuera. Ya Isaías predecía este hecho en el capítulo 29 versículo 13 (cf. 15:8-9).
Otro pasaje que habla del rechazo del Mesías es el que se encuentra  Zacarías 13:7, donde se sus amigos  lo huirían en el momento más crítico de su vida (Mateo 26:31, 56b) y lo dejarían solo en ese angustioso momento.
Con respecto a la traición de Judas,  Zacarías (11:12-13) predecía que sería entregado por treinta piezas de plata (cf. Mateo 27:3-10).

c.    Sobre su muerte.
Respecto a Su muerte dolorosa,  el Salmo 22 describe los sufrimientos profundos que padeció en la Cruz. Si bien es descrito con figuras y lenguaje poético, muestran la crudeza de ese dolor físico y moral que padeció. El primer versículo profetiza el grito de angustia que padeció el Mesías al estar separado del Dios por causa de llevar sobre sí el pecado de todos (Mateo 27:46; Marcos 15:34). Más adelante en este Salmo, en el versículo 7 se describe la burla que hacía sobre Él y que Mateo consigna que eran todos los que pasaban por aquel lugar y en especial destaca a los sacerdotes, fariseos, escribas, ancianos y los otros dos ajusticiados  (Mateo 27:39-44). En el Versículo 16 indica que hirieron sus manos y pies (cf. Marcos 15:24-25). En el Versículo 17, indica que ninguno de sus huesos fue quebrado (Juan 19:33-36). El verso 18 muestra que sus ropas fueron repartidas (Mateo 27:35; Juan 19:23-24).
Aparte de este Salmo, el otro pasaje que retrata con una profundidad única los padecimientos del Mesías es Isaías 52:13-53:12. Es una descripción de lo violenta que fue la muerte del Mesías. Por ejemplo, en Isaías 52:14 se muestra lo desfigurado de su rostro como resultado de los golpes (vea Mateo 26:67; Marcos 14:65; Lucas 26:63,64; Juan 18:22). También se profetiza que sería herido y los azotes y posterior crucifixión determina que su muerte no fue pacífica, sino de extrema violencia (Mateo 27:26; Marcos 15:15,25; Lucas 22:63-65; Lucas 23:16,33; Juan 19:1,18), y está en profundo  contraste  con quién se le compara al Mesías: como un cordero, obediente y silencioso (Isaías 53:7; Juan 1:29), característica que retratan el comportamiento de Mesías ante el tribunal y en su muerte (Mateo 26:63; 27:12; Marcos 14:60; 15:4,5; Lucas 23:9). 
d.   La victoria de Cristo.
En el discurso de Pedro a la multitud después que vino el Espíritu Santo, aplica a Cristo las palabras del Salmo 16 (v 10 cf. Hechos 2:27). En el cual dice: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Salmo 16:10). Esto que dice David no se cumplió en él (cf. Hechos 2:29), sino que  expone la resurrección del Mesías, tal como Pedro, guiado por el Espíritu Santo (cf. Hechos 2:4), lo entendía (Hechos 2:31). Pablo, comprendía del mismo modo la profecía que está comprendida en el Salmo 16 (Hechos 13:35-37).
Esta victoria se completa no solo con la resurrección del Mesías, sino el retorno a los lugares celestiales. Este hecho fue profetizado en el Salmo 68:18 dice: “Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, Tomaste dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios” (cf. Efesios 4:8).
e.    Sobre el reinado de Cristo.
Con respecto al futuro reinado del  Mesías, en el Antiguo Testamento encontramos numerosos pasajes. 
a)    En el Salmo 2 encontramos al Mesías reinando
b)   El Salmo 24:7-10 muestra la entrada del Rey a Jerusalén para gobernar.
c)    Isaías 9:6-7 muestra al Hijo en su gobierno
d)   Isaías 11:1-16, muestra el reinado Justo y pacífico del Mesías sobre Israel y las naciones.
e)    El  reino del Mesías estará en Jerusalén (Isaías 24:23).
f)     Isaías 35 enfatiza el futuro esplendoroso del reinado del Mesías
g)   Daniel 7:13-14, muestra el gobierno del Mesías sobre todas las personas.
h)   Zacarías 14:9-21 profetisa que los enemigos de Israel serán destruidos y el gobierno sobre toda la tierra.



[1] Paul Enns, Compendio Portavoz de Teología, página 217, Editorial Portavoz.

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