martes, 1 de marzo de 2016

LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN (Parte III)

Capítulo 2: Las Características de la Vida Divina (1 Juan 2: 3-11)


La primera porción de la Epístola presenta la vida eterna como manifestada en perfección en Cristo en la tierra.  Esta vida, impartida al creyente, capacita a quien la posee para tener comunión con las Personas divinas y probar así la plenitud de gozo.
En esta segunda porción de la Epístola, el apóstol trae ante nosotros las dos grandes características de la vida divina en su manifestación aquí abajo -obediencia a Dios y amor a nuestros hermanos. La práctica de estas dos cualidades, o el fracaso al exponerlas, llega a ser la prueba  en cuanto a si la profesión de conocer a Cristo (versículo 4), de estar en Cristo (versículo 6), y andar en la luz (versículo 9), es verdad o no.

(Versículos 3, 4). Estar en la luz de la plena revelación de Dios, y tener comunión con Dios, es conocer a Dios. El verdadero conocimiento de Dios conducirá al reconocimiento de que Dios es soberano y nosotros somos Sus criaturas, y por consiguiente, a Dios se le debe sumisión. Nosotros somos dependientes de Dios, y esta dependencia es expresada por medio de sujeción u obediencia a Dios. Si decimos que conocemos a Dios, y con todo, andamos en desobediencia a Su voluntad, nuestra profesión es falsa y la verdad no mora en nosotros.

(Versículo 5). Más aún, "el que guarda Su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado."  El Señor Jesús, como Hombre, anduvo en perfecta sujeción y obediencia a la voluntad del Padre. La voluntad de Su Padre fue el motivo, así como la regla, para todos sus actos y palabras. Él pudo decir, "yo hago siempre lo que le agrada" (Juan 8:29). Como resultado, el amor del Padre fue perfectamente conocido y gozado por Él. Así el Señor puede decir a Sus discípulos, "Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor." (Juan 15:10 - LBLA).

(Versículo 6). Si, entonces, profesamos permanecer en Él y, bajo Su influencia, gozar de comunión con el Padre, esto nos conducirá a andar como Cristo anduvo, con las benditas experiencias del amor del Padre que Él gozó. Mientras estemos aquí abajo nosotros no podemos ser lo que Él era, porque Él era sin pecado; pero es nuestro privilegio andar como Él anduvo. Él no se agradó a Sí mismo, sino que hizo solamente aquellas cosas que agradaban al Padre. Nosotros hemos sido elegidos para obedecer como Cristo obedeció y a andar y agradar a Dios. (1 Pedro 1:2 - "elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas."; 1 Tesalonicenses 4:1 - "Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más.").

(Versículo 7). Lo que el apóstol escribe a los creyentes no es ningún mandamiento nuevo, sino la palabra que ellos habían oído desde el principio; ya que él está escribiendo de la vida, señalada por la obediencia y el amor, que fue expresada en absoluta perfección en Cristo. Cualquiera persona profesando escribir algo nuevo de esta vida estaría haciendo la falsa pretensión de dar luz más allá de lo ya expresado perfectamente en Cristo.

(Versículo 8). Lo que, en efecto, es nuevo, es que la vida que fue expresada en perfección en Cristo ha sido impartida a creyentes, de modo que puede ser dicho, "cosa que es verdadera en él y en vosotros." (1 Juan 2:8 - Versión Moderna). Para el creyente es posible vivir esta vida en comunión con Personas divinas, ya que Dios ha sido plenamente revelado en la Persona del Hijo, y ha venido así a la luz. Habiendo sido Dios revelado, las tinieblas e ignorancia de Dios que caracterizaban al mundo "van pasando." Cuando nazca el Sol de justicia, el mundo entero vendrá a la luz. Todos conocerán al Señor. Entonces las tinieblas habrán pasado; pero, incluso ahora, "las tinieblas van pasando", cuando emergen personas del Judaísmo y del paganismo, y vienen a la luz de la revelación de Dios en el Cristianismo.

(Versículos 9,10). El apóstol ha hablado de la obediencia como una de las dos grandes pruebas de la realidad de la profesión de conocer a Dios y estar así en la luz. Él habla ahora del amor como una segunda característica de aquellos que están verdaderamente en la luz. Se deduce, por una parte, que el que odia a su hermano está en tinieblas o ignorancia de Dios, por mucho que pueda profesar de tener la vida y estar en la luz. Por otra parte, aquel que ama a su hermano permanece en la luz y no actuará de forma que él tropiece.

(Versículo 11). Un judío profesaba tener el conocimiento de Dios y estar así en la luz, y con todo, él odiaba y perseguía al cristiano, probando que él no estaba en la luz de Dios revelada en Cristo. Una persona tal, "está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos." Este no es uno que esté simplemente en un estado de tinieblas, como podría ser el caso de un verdadero cristiano quien, habiendo caído bajo una nube, admite amargos pensamientos contra su hermano. Esto supone a uno que está "en tinieblas", es decir, en un sistema en el que no hay revelación de Dios. "Tinieblas" es la ausencia de la revelación de Dios, y es una expresión usada en contraste con "la luz verdadera", la cual es la revelación de Dios.
Aquí tenemos, entonces, las grandes características de la vida eterna -obediencia y amor. Más aún, el pasaje muestra claramente que si nosotros poseemos la vida, y vivimos la vida, esto nos conducirá a:
En primer lugar, al conocimiento de Dios el Padre nosotros Le conoceremos (versículos 3, 4).
En segundo lugar, conociendo al Padre, andaremos en obediencia a Su voluntad (versículos 3, 4).
En tercer lugar, guardando Sus mandamientos, nosotros seremos confirmados en Su amor (versículo 5).
En cuarto lugar, andando así en obediencia, nosotros andaremos como Cristo anduvo (versículo 6).
          En quinto lugar, andando como Cristo anduvo, nos amaremos los unos a los otros (versículo 10).

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