Capítulo 2: Las Características de la Vida Divina (1 Juan 2: 3-11)
La primera porción de la Epístola presenta la vida
eterna como manifestada en perfección en Cristo en la tierra. Esta
vida, impartida al creyente, capacita a quien la posee para tener comunión con
las Personas divinas y probar así la plenitud de gozo.
En esta segunda porción de la Epístola, el apóstol
trae ante nosotros las dos grandes características de la vida divina en su
manifestación aquí abajo -obediencia a Dios y amor a nuestros hermanos. La
práctica de estas dos cualidades, o el fracaso al exponerlas, llega a ser la
prueba en cuanto a si la profesión de conocer a Cristo (versículo
4), de estar en Cristo (versículo 6), y andar en la luz (versículo 9), es
verdad o no.
(Versículos 3, 4). Estar en la luz de la plena revelación de Dios, y
tener comunión con Dios, es conocer a Dios. El verdadero conocimiento de Dios
conducirá al reconocimiento de que Dios es soberano y nosotros somos Sus
criaturas, y por consiguiente, a Dios se le debe sumisión. Nosotros somos
dependientes de Dios, y esta dependencia es expresada por medio de sujeción u
obediencia a Dios. Si decimos que conocemos a Dios, y con todo, andamos en
desobediencia a Su voluntad, nuestra profesión es falsa y la verdad no mora en
nosotros.
(Versículo 5). Más aún, "el que guarda Su palabra, en éste
verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado." El Señor
Jesús, como Hombre, anduvo en perfecta sujeción y obediencia a la voluntad del
Padre. La voluntad de Su Padre fue el motivo, así como la regla, para todos sus
actos y palabras. Él pudo decir, "yo hago siempre lo que le agrada"
(Juan 8:29). Como resultado, el amor del Padre fue perfectamente conocido y
gozado por Él. Así el Señor puede decir a Sus discípulos, "Si guardáis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor." (Juan 15:10 - LBLA).
(Versículo 6). Si,
entonces, profesamos permanecer en Él y, bajo Su influencia, gozar de comunión
con el Padre, esto nos conducirá a andar como Cristo anduvo, con las benditas
experiencias del amor del Padre que Él gozó. Mientras estemos aquí abajo
nosotros no podemos ser lo que Él era, porque Él era sin pecado; pero es
nuestro privilegio andar como Él anduvo. Él no se agradó a Sí mismo, sino que
hizo solamente aquellas cosas que agradaban al Padre. Nosotros hemos sido
elegidos para obedecer como Cristo obedeció y a andar y agradar a Dios. (1
Pedro 1:2 - "elegidos según la presciencia de Dios Padre en
santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con
la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas."; 1
Tesalonicenses 4:1 - "Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en
el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene
conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más.").
(Versículo 7). Lo que el
apóstol escribe a los creyentes no es ningún mandamiento nuevo, sino la palabra
que ellos habían oído desde el principio; ya que él está escribiendo de la
vida, señalada por la obediencia y el amor, que fue expresada en absoluta
perfección en Cristo. Cualquiera persona profesando escribir algo nuevo de esta
vida estaría haciendo la falsa pretensión de dar luz más allá de lo ya
expresado perfectamente en Cristo.
(Versículo 8). Lo que, en efecto, es nuevo, es que la vida que fue
expresada en perfección en Cristo ha sido impartida a creyentes, de modo que
puede ser dicho, "cosa que es verdadera en él y en vosotros." (1 Juan
2:8 - Versión Moderna). Para el creyente es posible vivir esta vida en comunión
con Personas divinas, ya que Dios ha sido plenamente revelado en la Persona del
Hijo, y ha venido así a la luz. Habiendo sido Dios revelado, las tinieblas e
ignorancia de Dios que caracterizaban al mundo "van pasando." Cuando
nazca el Sol de justicia, el mundo entero vendrá a la luz. Todos conocerán al
Señor. Entonces las tinieblas habrán pasado; pero, incluso ahora, "las
tinieblas van pasando", cuando emergen personas del Judaísmo y del
paganismo, y vienen a la luz de la revelación de Dios en el Cristianismo.
(Versículos 9,10). El apóstol ha hablado de la obediencia como una de
las dos grandes pruebas de la realidad de la profesión de conocer a Dios y estar
así en la luz. Él habla ahora del amor como una segunda característica de
aquellos que están verdaderamente en la luz. Se deduce, por una parte, que el
que odia a su hermano está en tinieblas o ignorancia de Dios, por mucho que
pueda profesar de tener la vida y estar en la luz. Por otra parte, aquel que
ama a su hermano permanece en la luz y no actuará de forma que él tropiece.
(Versículo 11). Un judío profesaba tener el conocimiento de Dios y
estar así en la luz, y con todo, él odiaba y perseguía al cristiano, probando
que él no estaba en la luz de Dios revelada en Cristo. Una persona tal,
"está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las
tinieblas le han cegado los ojos." Este no es uno que esté simplemente en
un estado de tinieblas, como podría ser el caso de un verdadero cristiano
quien, habiendo caído bajo una nube, admite amargos pensamientos contra su
hermano. Esto supone a uno que está "en tinieblas", es decir, en un
sistema en el que no hay revelación de Dios. "Tinieblas" es la
ausencia de la revelación de Dios, y es una expresión usada en contraste con
"la luz verdadera", la cual es la revelación de Dios.
Aquí tenemos, entonces, las grandes características
de la vida eterna -obediencia y amor. Más aún, el pasaje muestra claramente que
si nosotros poseemos la vida, y vivimos la vida, esto nos conducirá a:
En primer lugar, al conocimiento de Dios el Padre
nosotros Le conoceremos (versículos 3, 4).
En segundo lugar, conociendo al Padre, andaremos en
obediencia a Su voluntad (versículos 3, 4).
En tercer lugar, guardando Sus mandamientos,
nosotros seremos confirmados en Su amor (versículo 5).
En cuarto lugar, andando así en obediencia,
nosotros andaremos como Cristo anduvo (versículo 6).
En quinto lugar, andando
como Cristo anduvo, nos amaremos los unos a los otros (versículo 10).
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