“...conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12).
Es muy normal y
comprensible que nosotros como cristianos nos preguntemos si identificaremos a
nuestros seres queridos en el cielo. Mientras que no hay ninguna Escritura que
trate específicamente el tema, hay algunos argumentos que nos llevan a una
conclusión positiva.
En primer lugar, los discípulos reconocieron a Jesús en Su cuerpo
glorificado resucitado. Su apariencia física era igual. No había duda que se
trataba de “este mismo Jesús”. Esto sugiere que también tendremos nuestras
propias características distintivas en el cielo, aunque de manera glorificada.
Nada se indica aquí que nos veremos todos iguales. Cuando se dice en 1 Juan 3:2
que seremos como el Señor Jesús, significa que seremos moralmente como él. Es
decir, libres para siempre del pecado y sus consecuencias. Pero ciertamente no
nos pareceremos a él al grado de que nos lleguen a confundir con él. ¡Jamás!
Segundo, no hay razón para creer que conoceremos menos en el cielo que
lo que conocemos aquí. Aquí nos reconocemos unos a otros; ¿por qué debería ser
extraño que allá nos reconociéramos unos a otros? Si conoceremos entonces como
somos conocidos ahora, eso debe ser decisivo.
Pablo esperaba conocer a los Tesalonicenses en el cielo. Decía que ellos
eran su esperanza, gozo y corona de que se gloriara (1 Tesalonicenses 2:19).
Hay indicaciones en la Biblia que a la gente le es dada y le será dada
la capacidad de reconocer a aquellos que nunca han visto antes. Pedro, Santiago
y Juan reconocieron a Moisés y a Elías en el Monte de la Transfiguración (Mateo
17:4).
El hombre rico en el Hades reconoció a Abraham (Lucas 16:24). Jesús dijo
a los judíos que verían a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas en el
Reino de Dios (Luc_13:28). Se nos manda que hagamos amigos por medio de las
riquezas injustas, para que nos reciban en las moradas eternas (lo que asume
que nos reconocerán como sus benefactores, Lucas 16:9).
¡Pero hay que añadir una palabra de advertencia! Mientras que parece
claro que identificaremos a nuestros seres amados en el cielo, no los
conoceremos en las mismas relaciones que existían en la tierra. Por ejemplo, la
relación esposo-esposa ya no estará más vigente. Este parece ser el claro
significado de las palabras del Salvador en Mateo 22:30, “...en la resurrección
ni se casarán ni se darán en casamiento.
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