martes, 1 de marzo de 2016

Estudios sobre el libro del profeta MALAQUIAS (Parte VIII)

CAPÍTULO 3:16-18: LOS QUE TEMEN AL SEÑOR (continuación)

«Y Jehová escuchó».
Éste es un pensamiento muy dulce para el corazón de los que se interesan en él y en su cercana venida. Presente, aunque invisible, está junto a aquellos que hablan de él, permanece atento a sus palabras, las que llegan con claridad a su oído. Escucha, incluso cuando estas conversaciones, como las de los discípulos de Emaús, vayan mezcladas con mucha ignorancia. Estos dos hombres habían perdido a su Salvador y ya no le esperaban, pero «pensaban en su nombre», aunque estaban abrumados por la tristeza. No sabían que había resucitado, pero conversaban acerca de él... Y he aquí que el Señor se les une en el camino, se interesa por esos pobres israelitas que habían perdido a Aquel de quien podían decir: ¡Cuánto nos amaba! Luego les abre las Escrituras y sus corazones empiezan a arder dentro de ellos. Una vez que se ha revelado a ellos, no tienen nada más urgente que correr para anunciar a sus herma-nos esa buena nueva. Mientras ellos hablan el uno al otro, Jesús mismo aparece en medio de ellos y les abre la inteligencia para que comprendan las Escrituras. Luego él sube al cielo mientras les bendice, y ellos, llenos de gozo, regresan a Jerusalén para hablar el uno al otro de él y de su próxima venida.
«Y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre» (v. 16). En este libro, todas las palabras de almas piadosas que reconocen su autoridad, que piensan en él durante su ausencia, y que, como Filadelfia, no niegan Su nombre, quedan registradas. Este «libro de memoria» es escrito «delante de él», pues él da importancia a todo lo que han expresado los que le aman, sin que falte una sola palabra. Sus nombres también son consigna-dos en este libro, el cual es guardado por él mismo con sumo cuidado. Se sabe lo que es un libro de recuerdo que se transmite en las familias; se ve a ancianos que guardan con enternecedor cuidado el libro de memoria en el cual están inscritos —con las fechas— los nombres y los pensamientos de aquellos a quienes amaron en su juventud. ¡Y pensar que el Señor posee un libro parecido y que lo guardará para siempre! Si, durante el tan corto tiempo de nuestro tránsito por este mundo, no hemos negado su nombre y hemos guardado la palabra acerca de su venida, eso nunca será olvidado, y el libro de memoria del Señor permanecerá abierto de continuo en el cielo, delante de él.
«Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré como el hombre que perdona a su hijo que le sirve» (v. 17).
El Señor habla dos veces, en los últimos versículos de Mala-guías, del «día en que... actúe» (ver el capítulo 4:3). El salmo 118:24 nos revela el alcance de este término: «Éste es el día que hizo Jehová», un día maravilloso en el cual Cristo —la piedra que los edificadores desecharon vino a ser cabeza (o remate) del ángulo. En este salmo, la presentación gloriosa del Señor a su pueblo es celebrada por adelantado. Sin duda, el juicio es constantemente mencionado en los profetas como el día de Jehová, el día del Señor; el mismo Malaquías habla de él (4:1) como de un día que viene, ardiente como un horno, pero nunca ese día del juicio es llamado el día que Jehová hará. Lo que el Señor introduce y establece no es el juicio, sino la salvación, la justicia, la paz, el gozo, la gloria. En el día que él hará, Dios presentará a su amado Hijo al mundo como el Melquisedec portador de todas esas gracias.

Mi especial tesoro
En ese día, dice Jehová, los que me temen «serán para mí especial tesoro» (v. 17). Entonces, él reivindicará a los fieles como suyos, como no pertenecientes a nadie más. Todos los tesoros del universo entero le pertenecen, y él será manifestado públicamente, en su reinado milenario, como el poseedor de todas estas cosas, pero también tendrá un tesoro especial que no será abierto al público, un tesoro que le pertenece a él solo, del cual sólo él tendrá la llave, del cual solo él disfrutará. Como el tesoro personal de los soberanos del oriente, en el que se encuentran sus joyas más preciosas, el tesoro de Jehová estará compuesto por aquellos que, antiguamente, en medio de la infidelidad general, temían a Jehová y hablaban el uno al otro, por aquellos que le esperaban como «la aurora» (Lucas 1:78) y también por los que le esperan, hoy, como la Estrella resplandeciente de la mañana. En el día de su gloria, los pobres del pueblo, como también los débiles testigos de hoy, fieles en medio de la ruina, le serán sus tesoros más preciados.
Los que componen este tesoro especial han guardado la palabra de su espera y no han negado su nombre (Apocalipsis 3). La sinagoga de Satanás puede no reconocer a esos fieles, pero el Señor les conoce, y los que otrora les despreciaban sabrán un día que el Señor les ha amado.
«Y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve» (v. 17). ¡Lazo bendito, el cual aquí casi toca la relación cristiana! El profeta ya no habla como antes de las relaciones que hay entre un siervo fiel y su amo, sino de las de un servidor cuya actividad dimana de un afecto filial. En el tiempo futuro de la gloria milenaria se dice de estos mismos fieles: Y sus siervos le servirán «y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes» (Apocalipsis 22:4).

«Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve» (v. 18). Este os (vosotros) no se dirige a los fieles, a aquellos que son «perdonados» (v. 17), sino a aquellos del pueblo que consideraban «bienaventurados» a los soberbios y a los malos (v. 15) y que negaban a Dios cuando se hallaban bajo su castigo. Serán iluminados el día en el cual verán al remanente perdonado, y a los soberbios —cuya suerte habían envidiado— como objeto del juicio que alcanzará al pueblo rebelde. El testimonio dado por Jehová a los que les ha temido y han esperado su venida, forzará a una parte de este pueblo rebelde a reconocer la santidad del Dios al que habían negado. Finalmente, ellos sabrán qué diferencia hay entre los servidores de Dios y los malos.

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