lunes, 4 de julio de 2016

Joab: Capaz y malintencionado (Parte II)

Contra Abner



    Joab y sus dos hermanos Asael y Abisai pronto figuraron entre los líderes de la creciente tropa de David. Si bien no le fue conferido un título hasta un tiempo después, no hay duda de que se le percibía como el primero entre los capitanes. Su reputación era tal que en la primera batalla donde sabemos que él participó, Abner, general de las fuerzas opuestas, estaba muy consciente del peligro que acarreó para sí el matar a Asael. Preguntó: “¿Cómo levantaría yo entonces mi rostro delante de Joab tu hermano?” 2 Samuel 2.22. Bien ha podido querer evitar hacer a semejante hombre un enemigo suyo.
No fue mucho después que Joab, en una de las ocasiones en que se hundió en vileza, se vengó ampliamente. La situación en Israel en ese momento era muy inestable. Saúl estaba muerto y sólo la fuerza de carácter de Abner mantenía viva una oposición significativa a David, y ésta en la persona de Is-boset. Sin embargo, habiendo sido insultado por este títere de rey, Abner fue personalmente a David con la oferta de emplear su mucha influencia propia para poner a todo Israel detrás de David; 2 Samuel 3.12. La oferta fue recibida con gusto y el nuevo aliado se marchó en paz y amistad. 
Sin embargo, al regresar Joab de una de sus muchas expediciones, la situación cambió radicalmente. Él ya había alcanzado una posición que creía que le permitía contradecir a David amargamente por haber dejado que su enemigo escapara. Con el pretexto de velar por los intereses del rey, buscó y traicionó a Abner, matándole a puñaladas. Tal vez lo más sórdido de esta actuación fue la manera en que fingió lealtad y devoción a David como motivo de lo que era en realidad un arreglo de cuentas personales a sangre fría; 3.27.
Ciertamente, nos es fácil persuadirnos a nosotros mismos que seguimos una determinada línea de conducta y tomamos una cierta iniciativa con la mejor intención. Pero al examinarnos más de cerca, debemos confesar que nuestra propia voluntad, nuestro propio interés, es lo que nos está impulsando, y que en el fondo lo que perseguimos es ventaja para nosotros mismos.
Pablo sabía que era así con los creyentes en Galacia. “Ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne”, Gálatas 6.13. Sus intentos de inducir a los cristianos a cumplir con las tradiciones y ceremonias del judaísmo no se debían a otra cosa que el deseo de atraer a muchos a sí mismos. Si bien puede ser posible engañar a nuestros hermanos, y aun a nosotros mismos, nos incumbe acordarnos de Aquel que escudriña la mente y el corazón y da a cada uno según sus obras; Apocalipsis 2.13.

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