Contra Abner
Joab y sus dos hermanos Asael y Abisai
pronto figuraron entre los líderes de la creciente tropa de David. Si bien no
le fue conferido un título hasta un tiempo después, no hay duda de que se le
percibía como el primero entre los capitanes. Su reputación era tal que en la
primera batalla donde sabemos que él participó, Abner, general de las fuerzas
opuestas, estaba muy consciente del peligro que acarreó para sí el matar a
Asael. Preguntó: “¿Cómo levantaría yo entonces mi rostro delante de Joab tu
hermano?” 2 Samuel 2.22. Bien ha podido querer evitar hacer a semejante hombre
un enemigo suyo.
No fue mucho después que Joab, en una de las ocasiones en que se hundió
en vileza, se vengó ampliamente. La situación en Israel en ese momento era muy
inestable. Saúl estaba muerto y sólo la fuerza de carácter de Abner mantenía
viva una oposición significativa a David, y ésta en la persona de Is-boset. Sin
embargo, habiendo sido insultado por este títere de rey, Abner fue
personalmente a David con la oferta de emplear su mucha influencia propia para
poner a todo Israel detrás de David; 2 Samuel 3.12. La oferta fue recibida con
gusto y el nuevo aliado se marchó en paz y amistad.
Sin embargo, al regresar Joab de una de sus muchas expediciones, la
situación cambió radicalmente. Él ya había alcanzado una posición que creía que
le permitía contradecir a David amargamente por haber dejado que su enemigo
escapara. Con el pretexto de velar por los intereses del rey, buscó y traicionó
a Abner, matándole a puñaladas. Tal vez lo más sórdido de esta actuación fue la
manera en que fingió lealtad y devoción a David como motivo de lo que era en
realidad un arreglo de cuentas personales a sangre fría; 3.27.
Ciertamente, nos es fácil persuadirnos a nosotros mismos que seguimos
una determinada línea de conducta y tomamos una cierta iniciativa con la mejor
intención. Pero al examinarnos más de cerca, debemos confesar que nuestra
propia voluntad, nuestro propio interés, es lo que nos está impulsando, y que
en el fondo lo que perseguimos es ventaja para nosotros mismos.
Pablo sabía que era así con los creyentes en Galacia. “Ni aun los mismos
que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis,
para gloriarse en vuestra carne”, Gálatas 6.13. Sus intentos de inducir a los
cristianos a cumplir con las tradiciones y ceremonias del judaísmo no se debían
a otra cosa que el deseo de atraer a muchos a sí mismos. Si bien puede ser
posible engañar a nuestros hermanos, y aun a nosotros mismos, nos incumbe
acordarnos de Aquel que escudriña la mente y el corazón y da a cada uno según
sus obras; Apocalipsis 2.13.
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