Él se apartó de
ellos a distancia como de un tiro de piedra. (Lucas 22:41)
Un momento muy importante había
llegado en la vida del Señor Jesús. Hasta entonces, nunca se había separado de
sus discípulos de esta manera, ni ellos se habían apartado de él. No querían
dejarlo, porque sin Él nada podían hacer. Cuando otros le habían dado la
espalda, ellos dijeron: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente" (Jn. 6:68-69). Tan apegados estaban a Jesús, que Él les
dijo: “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”
(Le. 22:28). Ellos lo amaban y eran sus amigos, y aunque no entendían mucho la
angustia que llenaba su alma, sus corazones simpatizaban en amor hacia Él, y
esto era algo muy preciado al
Pero ahora había llegado el
tiempo de la partida, porque Él debía cumplir la voluntad de Dios. Ellos lo
siguieron al Getsemaní; lo habían hecho muchas veces antes, porque Jesús iba
allí a menudo con sus discípulos, y ellos habían velado con Él en el silencio
de la noche, bajo aquellos olivos, mientras Él tenía comunión con su Padre.
Pero ahora era diferente, y Él les dijo: “Sentaos aquí, entre tanto que voy
allí y oro". ¿Quién puede dimensionar lo que “voy allí” significaba para
Él?
Él estaba a punto de entrar en el
gran combate y buscaba consoladores (Sal. 69:20), y como Pedro y los hijos de
Zebedeo parecían entrar más plenamente en sus pensamientos que el resto de los
discípulos, los llevó consigo. Ciertamente, estos tres podían darle lo que Él
buscaba, velando a su lado en aquella terrible hora. ¡Por desgracia, no fue
así! También debió apartarse de ellos; Él debía ir “un poco adelante”, y,
solo—o, como leemos en Lucas, debía apartarse de ellos “a distancia como de un
tiro de piedra” (Le. 22:41).
Nombre del
Siervo voluntario,
Quien del mundo
el fardo llevó;
Hombre que,
humilde y solitario,
De piedad
nuestro mal llenó.
H. L. Rossier
En el Evangelio
de Mateo, Jesús es visto como el Rey; y es su privilegio, como Hijo de David,
el actuar según sus propios derechos; así que allí lo vemos ir “un poco
adelante” (Mt. 26:39), bajo su propia iniciativa. En el Evangelio de Lucas lo
vemos como el Hombre obediente y dependiente, lleno y ungido por el Espíritu
para ocuparse de los negocios de su Padre. Él estaba completamente sujeto a la
guía del Espíritu, así que allí lo vemos apartarse “a distancia como de un tiro
de piedra”. Él se aparta bajo la guía del Espíritu y la voluntad del Padre. Sus
discípulos no podían acompañarlo en ese momento, pues, aunque la distancia que
los separaba era de tan solo un tiro de piedra, en realidad la distancia era
inmensurable, y esa senda jamás había sido pisada por otro ser humano. Los
discípulos jamás volverían a asociarse con Él como antes; ese era un capítulo
que se había cerrado para siempre; los vínculos se habían roto, y Jesús lo
sintió profundamente.
En medio de su
gran conflicto en el Getsemaní, el Señor volvió en tres ocasiones a sus
discípulos; porque, aunque eran incapaces de seguirlo en aquella senda o velar
con Él en ella, su amor hacia ellos no podía cambiar. También debían atravesar
un serio zarandeo (Le. 22:31), y Él quería que, por su propio bien, velaran y
oraran. Pero no hubo respuesta a su anhelo; los consoladores que Él buscaba le
fallaron—“los halló durmiendo”. Entonces, cuando se despertaron de su insólito
sueño, se aterrorizaron al ver su dolor.
Los amigos que
Jesús amaba fueron alejados de Él, porque incluso la simple simpatía humana no
podía ayudarlo en esos momentos. Ningún corazón humano podía entender su
inmenso dolor; nadie lo conoció jamás, pues sobrepasa las medidas humanas. Fue
el dolor del santo Hijo de Dios camino a cargar nuestros pecados en su cuerpo
sobre el madero—iba a ser hecho pecado por nosotros, y estaba por soportar el
desamparo de Dios hasta que la obra estuviese completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario