“PORQUE no
me avergüenzo del evangelio; “PORQUE
es potencia de Dios para salud a “todo aquel que cree: al judío primeramente y
“también al griego: PORQUE en él la
justicia “de Dios se descubre de fe en fe; como está “escrito: Mas el justo
vivirá por la fe; PORQUE manifiesta
es la ira de Dios del cielo “contra toda impiedad e injusticia de los hombres.”
Facilitará nuestro estudio considerar de una vez los
cuatro “porque” del argumento del apóstol:
1) “Porque no me avergüenzo del evangelio.” Primeramente, tenemos
la buena voluntad de Pablo de ir, sin avergonzarse de nada, a Roma, la señora
del mundo, con el sorprendente mensaje de un crucificado Nazareno, despreciado
por los judíos y condenado a muerte por los romanos. “La gloria inherente del
mensaje del evangelio, como un mensaje de Dios para dar vida a un mundo
agonizante, llenó de tal manera el corazón de Pablo, que, como su bendito
Maestro, “despreció la vergüenza”. ¡Quiera Dios que todos seamos así!
2) “Porque es potencia de Dios para salvar.” El segundo “porque”
nos da la clave de la intrepidez de Pablo: Estas buenas nuevas relativas a la
muerte, resurrección y aparición de Cristo, son “la potencia de Dios para
salvar a todo aquel que cree”. No hay otra verdad que deba ser retenida con más
fijeza en la mente de todo predicador y maestro. No es la “excelencia de
palabra o de sabiduría”, el “magnetismo personal”, la “vehemencia” del
predicador, ni el profundo arrepentimiento, o las oraciones fervorosas de los
oyentes. La “potencia de Dios” —cuando se acepta y se cree— es el mensaje de
Cristo crucificado, muerto, sepultado y
levantado. “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden, más a los
que se salvan (esta palabra de la cruz) ES potencia de Dios” (1 Cor. 1:18).
3) “Porque en él (en el evangelio) ¡se revela la
justicia de Dios de fe en fe!” Este tercer “porque” nos da otra razón por qué
Pablo no se avergonzaba de las buenas nuevas: Este mensaje relativo al Hijo de
Dios, que murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que fue levantado, trajo
a la luz —hizo manifiesta— una justicia de Dios, la cual en verdad ya había
sido antes profetizada, pero que en realidad (especialmente para los judíos
bajo la ley) constituía verdaderas nuevas: Es a saber, que Dios, ¡actuando en
justicia, como veremos, hizo depender todo de creer en la obra propiciatoria
de Cristo, para que se des- ¡canse por la fe sólo en ella, fuera de toda
confianza en la obra humana, cualesquiera que ésta fuere. Era, pues, sobre el
principio de la fe en un mensaje; y los
que ejercían fe en ese mensaje, serían contados justos, aparte de todo
“mérito” u “obra” propia cualquiera. Este es el significado de la frase: “de
fe en fe” —o diciéndolo más literalmente: procedente de la fe (más bien que de
las obras) para (los que tienen) fe.
4) “Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo
contra toda impiedad e injusticia de los hombres”. Aquí el apóstol demuestra
el espantoso estado de culpabilidad del hombre, así como su necesidad del
evangelio, por lo cual él, lejos de avergonzarse, siente imperiosa necesidad
de predicarlo.
“La ira de Dios”. Este es el tenor de toda la
Escritura en cuanto a la actitud de Dios hacia el pecado desafiante. “Entonces
llovió Jehová sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová
desde los cielos”, leemos en Gén. 19:24. Sabemos que “Dios ha establecido un
día en el cual ha de juzgar al mundo” (Hech. 17:31); y que El “visitará con
ira” en aquel día” (Rom. 3:5).
Pero, gracias a
Dios, que aún podemos exclamar con el mismo apóstol Pablo: “Hoy es el tiempo
aceptable, hoy es el día de salvación”. ¡La Gracia aún está lista para alcanzar
al más vil de la tierra!
(Extractado de su libro: “Romanos”)
Sendas de Luz, 1976
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