lunes, 7 de agosto de 2017

ALGUNAS MUJERES DEL ANTIGUO TESTAMENTO (Parte XX)

20 La anfitriona sunamita
La sunamita entra en las páginas de las Sagradas Escrituras como una mujer ampliamente favorecida. Luego sufre. Es bendecida de nuevo. Luego sufre. Es bendecida de nuevo y con creces. 2 Reyes 4.18 al 37, 8.1 al 6.
La primera cosa que observamos es el contraste con la que figura al comienzo del capítulo 4, una mujer viuda y pobre. A ésta le fue lanzada el reto: Declárame qué tienes en tu casa, 4.2. “Tu sierva ninguna cosa tiene”. Lo poco que tenía, lo puso a la disposición de Eliseo el profeta. Dios multiplicó aquello conforme a su fe, 4.3, 6 y de su necesidad presente y futuro, 4.7. Hubo suficiente para ella y los suyos, con quienes había compartido la responsabilidad de recibir lo que Dios le diera, 4.5.
La sunamita, en cambio, era una mujer importante (“principal”), casada con un hombre mayor, bien acomodado pero un tanto incomprensivo, 4.23. Ella honra a Dios con lo que sí tiene; 2 Corintios 9.6. Se nota que era no sólo observadora sino emprendedora, “pasa por nuestra casa”, pero el siervo de Dios comía en “la casa de ella”. (Compárese a la casa de Marta). Ella cumplió anticipadamente con Romanos 12.7, 8, 13 y con Hebreos 13.2, donde se usa a Lot como ejemplo que fue favorecido por practicar la hospitalidad.
Con todo, esta señora se cuidó de consultar con su esposo antes de dar a Dios de sus bienes. Sus motivos eran sanos, “Habito en medio de mi pueblo”, y no es claro si Eliseo sabía esto y la probó con su pregunta en el 4.14, o si él carecía de percepción en este momento, como en el caso de Elí con Ana. Lo cierto es que Eliseo tenía un criado que era hombre carente de discernimiento y aun escrúpulos, Giezi.
No leemos que ella haya pedido hijo. Parece que faltó en fe, aun cuando se le dijo que iba a parir. La cosa es que Dios dio y luego quitó un hijo. Job 1.21. Le premió su ejercicio, pero usó esta bendición como medio de prueba. El Señor al que ama, disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo (¡o hija!) Salmo 94.12, Hebreos 12.6. Véase también Santiago 1.12.
El papá mostró poco interés en la calamidad del muchacho, pero la mamá en seguida lo acostó en la cámara del varón de Dios y en seguida buscó a aquél. No es que la mujer estaba amargada, 4.27, sino atribulada, como Ana en 1 Samuel 1.10. Giezi resulta ser un estorbo y Eliseo tampoco fue adecuado en el primer instante. El encomendó el problema a su subalterno, una figura de la carne, sin buscar dirección divina. No podemos delegar el poder de Dios a otros; la vara muerta no logró nada. Más adelante, cambiaría de conducta 100%; obsérvense los múltiples pasos en 4.33 al 35. Comienzan con oración y terminan con signos de vida nueva. Son figuras del ejercicio y atención personalizada que el evangelista o maestro de escuela bíblica debería prestar a una persona aún muerta en sus pecados.
Hay un paralelo entre y 1 Reyes 17.8 al 24 y 2 Reyes 4. En tiempos de Elías, la historia narra de una sola (la viuda de Sarepta), pero comenzando con su pobreza, fe y sustento de parte de Dios, y procediendo de cómo ella perdió a su hijo y le recibió de nuevo. En tiempos de Eliseo, hubo dos mujeres, una pobre y otra acomodada. ¿Eliseo u otro le había contado a la sunamita lo que había sucedido unos veinte años antes?
Pero hay más. Está al comienzo del capítulo 8. No obstante todo lo sucedido, ella sufre por la condición del pueblo de Dios. Tiene que abandonar su tierra y vivir entre enemigos por siete años. Compárese con el pueblo de Israel en la servidumbre de Egipto, o aun José y María con el Niño en Egipto. De nuevo ella pierde, pero de nuevo es para ganar, y con creces. Conforme había recibido a su hijo de entre los muertos, ahora recibe su tierra y demás bienes con efecto retroactivo. 1 Samuel 2.30. Proverbios 3.9. Nada leemos del marido en todo esto. Sin duda había muerto, pero de todos modos se ve que la esposa es la heroína en el capítulo 4 como en el 8.

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