“Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él”
(Proverbios
23:7).
A.P.
Gibbs acostumbraba a decir: “No eres lo que piensas que eres, sino lo que
piensas, eso eres”. Esto significa que la mente es el manantial de donde fluye
la conducta. Controla la fuente y controlarás lo que fluye de ella.
Por lo tanto, lo fundamental es controlar los pensamientos. Por eso
Salomón decía: “Por encima de todo, guarda tu corazón; porque de él mana la
vida” (Proverbios 4:23). Aquí el corazón es sinónimo de la mente.
Santiago nos recuerda que el pecado tiene su origen en la mente (Santiago
1:13-15). Si pensamos mucho tiempo en una cosa, terminaremos haciéndola.
Siembra
un pensamiento y cosecharás un acto.
Siembra
un acto y cosecharás un hábito.
Siembra
un hábito y cosecharás un carácter.
Siembra
un carácter y cosecharás un destino.
El Señor Jesús enfatizó la importancia de los
pensamientos, al equiparar el odio con el asesinato (Mateo 5:21-22) y la mirada
codiciosa con el adulterio (Mateo5:28). También enseñó que no es lo que el
hombre come lo que le contamina, sino lo que piensa (Marcos 7:14-23).
Somos responsables de lo que pensamos ya que
tenemos el poder de controlarlo. Podemos pensar en situaciones lascivas y
provocativas o en lo que es puro y es como Cristo. Cada uno de nosotros es como
un rey. El imperio que gobernamos es nuestra vida pensante. Ese imperio tiene
un tremendo potencial para el bien y para el mal. Nosotros somos los que
determinamos cuál de los dos será.
En lo que sigue ofrezco algunas sugerencias
positivas que nos ayudarán en cuanto a lo que podemos hacer. Primero, pongamos
este asunto a los pies del Señor en oración y digámosle: “Crea en mí, oh Dios,
un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10).
Segundo, juzguemos todo cuanto pensamos considerando cómo aparece en la
presencia de Cristo (2 Corintios 10:5). Tercero, confesemos cada mal
pensamiento de inmediato y desechémoslo (Proverbios 28:13). Seguidamente,
procuremos no tener nuestra mente vacía, en blanco. Llenémosla con pensamientos
positivos y dignos (Filipenses 4:8). Quinto, disciplinémonos acerca de lo que
leemos, vemos y oímos. No se puede esperar tener pensamientos puros si
alimentamos a la mente con suciedad e inmundicias. Finalmente, mantengámonos
ocupados para el Señor. Cuando nuestra mente está en una situación neutral,
muchas fantasías despreciables buscarán entrar.
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