lunes, 6 de noviembre de 2017

AUTODISCIPLINA DEL CREYENTE

Al considerar la necesidad de la disciplina por parte de la iglesia, con respecto a alguno de sus miem­bros, las Escrituras nos la presentan bajo dos aspectos: el uno general o del conjunto, el otro personal o del individuo. En el aspecto general, en­tran en consideración los intereses de la Iglesia; en el aspecto personal, entran en consideración los intereses particulares de la persona disciplina­da.
EL ASPECTO GENERAL — Las Escrituras enseñan que la disciplina es necesaria en resguardo de la sa­lud espiritual y moral de la Iglesia. En  1ª Corintios 5:6 se lee: "¿No sabéis que un poco de levadura leuda todo la masa?" "Masa" en este texto es usada como metáfora de la Iglesia en su estructura moral: lo justifica la semejanza del efecto de la leva­dura introducida en la masa. Esto es similar al efecto producido por prác­ticas corruptoras toleradas en el se­no de la Iglesia.
"Limpiad" o expurgad del versícu­lo 7, hace alusión al acto de disci­plina que debe efectuarse contra el ofensor en la Iglesia. (En Gálatas 5:9 el mismo simbolismo es usado al referirse a la doctrina corruptora en la Iglesia).
El bienestar a la salud moral de la Iglesia hace necesaria que sea hecha la disciplina al corrupto, a fin de proteger el resto de los miembros de su perniciosa influencia.

LA UNIDAD Y ARMONIA DE LA IGLESIA
Según Romanos 16:17, 18 es tam­bién necesaria la disciplina, a fin de amparar la unidad y armonía inter­nas de la Iglesia contra quienes po­drían ser causa de cisma o división en ella.
Una tercera razón para la necesi­dad de la disciplina dentro de este aspecto general, lo encontramos en 2ª Tesalonicenses 3:6-12, con el fin en res­guardar la Iglesia de la conducta desordenada de algunos de sus miem­bros.
a)  El ocio es conducta desordena­da (v. 11) que engendra males en la Iglesia.
b)  El curiosear del (v. 11) describe la ocupación de interesarse por asun­tos ajenos (el entremetido) para lue­go andar chismeando, con los con­siguientes resultados dañinos a las personas afectadas y a la congrega­ción en general.
Dios dice de la lengua: "He aquí, un pequeño fuego ¡cuán grande bos­que enciende! Y la lengua es un fue­go, un mundo de maldad" (Santiago 3:5, 6).
La disciplina es el instrumento or­denado por el Señor para anular to­do intento a cuanto hiciere peligrar los sagrados intereses de la Iglesia.

2.   LAS RELACIONES ARMONIOSAS ENTRE LOS HERMANOS
EL ASPECTO PERSONAL. Dos Escrituras reclaman nuestra atención.
La primera, Mateos 18:15-18. Esta Escritura manifiesta una circunstan­cia especial y muy personal que hace necesaria la disciplina por parte de la Iglesia. Esa circunstancia es la obstinación por parte del ofensor.
El Señor dice: "Si no te oyere" del v. 16, y "si no oyere a ellos" del v. I 7, señala la obstinada impenitencia. Mientras "si oyere" del v. 15 señala la circunstancia que permiti­ría concluir con el asunto sin la in­tervención de la Iglesia.
Es evidente, en este caso, que, a más del pecado cometido, son los intereses espirituales de la persona en cuestión los que reclaman la disciplina.
El propósito de esa disciplina se­ría, primeramente, obtener el reco­nocimiento del pecado y su consi­guiente arrepentimiento.
La segunda, 2ª Tesalonicenses 3:14. Incluire­mos en este aspecto personal la ne­cesidad de la disciplina, "para que se avergüence".
La necesidad, en este caso.es mo­vida por la desobediencia a las Es­crituras en lo que respecta al orden correcto impuesto por ella en la vi­da cristiana.
Se hace necesario entonces impri­mir sentido de vergüenza en la con­ciencia del ofensor.
La disciplina propenderá a ese fin con el objeto de corregir la con­ducta y amparar el testimonio tanto personal como colectivo de la Igle­sia.
Resta decir, que si las Escrituras señalan así las causas que hacen ne­cesaria la disciplina en la Iglesia, de­jan ver muy claramente el compor­tamiento justo y racional, que de nuestra parte evitaría esa medida.
Sana Doctrina, 1976

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