El privilegio de sanar enfermos, echar fuera demonios y
aun de resucitar muertos acreditaba a los apóstoles ante el mundo. Estos
milagros no solamente los identificaban con el Señor Jesús; también daban fe de
la resurrección de Cristo en cuyo nombre siempre los ejecutaban.
Sin duda él cojo mencionado en Hechos 3, como otros,
había deseado por mucho tiempo encontrarse con Aquel que anduvo haciendo bienes
y sanando; pero desde el día que llegó a sus oídos la noticia de su muerte en
la cruz, habría abandonado toda esperanza de recibir curación por él.
Seguramente fue una grata sorpresa para el pobre hombre oír al apóstol Pedro
decir: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Con razón se
puso en seguida de pie, probando de esa manera su fe y al mismo tiempo
demostrando al mundo entero que Cristo vivía aún, y que estos humildes hombres
estaban dotados de su poder.
En la historia de los primeros años de la iglesia se
notaba muy claramente que conforme el testimonio se iba estableciendo, así
menguaban las señales y al fin cesaron por completo según reconocen todos los
escritores del primer siglo, incluso las epístolas de los apóstoles en la misma
Biblia.
Leemos que Timoteo, Epafrodito y otros enfermaron y, sin
embargo, no fueron sanados milagrosamente. Pablo mis-mo, afligido en la última
parte de su vida por un malestar crónico, no pudo encontrar alivio. ¡Ya había
pasado la época del don de sanidades! (1)
Considérense los siguientes pasajes que se refieren a
fechas avanzadas en la vida del apóstol Pablo cuando, según se da a entender
por la lectura, va no se ejerce el don de sanidades.
En 2 Corintios 12:9 Pablo dice de sí mismo: “Más bien me
gloriaré en mis enfermedades”.
En Filipenses 2:25, 26 dice: “Epafrodito se angustió
porque habíais oído que había enfermado”.
En 1 Timoteo 5:23 recomienda a Timoteo: “Usa de un poco
de vino por causa de tus continuas enfermedades”, (2).
En 2 Timoteo 4:20 dice: “A Trófimo dejé en Mileto
enfermo”.
En ninguno de estos casos se recomienda el don de
sanidades ni se aconseja a los hermanos que busquen un “sanador”, ni tampoco se
les regaña por falta de fe.
Muchas, se puede decir la mayoría, de las pláticas y
actividades de los pentecostales de hoy, versan sobre el asunto de la sanidad
del cuerpo. Los guías o sanadores de este movimiento hacen pensar a sus fieles
más en lo físico y temporal que en lo espiritual y eterno. Muchos de los textos
de la Biblia que usan para apoyar sus prácticas no son en realidad aplicables.
Por ejemplo: Usan Éxodo 15:26 y otros parecidos sin fijarse en dos cosas.
Primero: Son promesas dadas en particular a los judíos como nación. Segundo: Se
refiere a la inmunidad de las enfermedades y no tan sólo a la sanidad.
En esta dispensación se pueden aplicar todas las promesas
y ordenanzas hebreas a la iglesia de Dios, pero solamente en el sentido
espiritual. (Efesios 1:3; Hebreos 10:1).
También dicen que según Isaías 53:4, la sanidad es el
derecho de cada hijo. Leyendo en Mateo 8:1, 17 se verá que la profecía de
Isaías 53:4 se cumplió antes de que el Señor llegara a la cruz, y por lo tanto
es muy distinta a la salvación del alma. La palabra “sanados” en el próximo
versículo (Isaías 53:5) sí se refiere a la salud espiritual. Véase 1 Pedro
2:24.
Si alguno ahora pretende tener el don de sanidades, debe
mostrarlo en la misma forma que se hacía en tiempos apostólicos. La responsabilidad
de la curación descansaba sobre el sanador y no sobre el enfermo. El alivio era
instantáneo y completo, sin consideración del carácter o lo avanzado de la
enfermedad. La curación era incondicional, y nunca hubo fracaso. Hechos 5:16
dice: “Todos eran curados”. El señor culpó a los “sanadores” cuando no pudieron
sanar al enfermo. (Mateo 17:19, 20).
Hay algunos pentecostales que afirman que han sido
sanados milagrosamente. Esto no comprueba nada, porque también entre los
adeptos del espiritismo, ciencia cristiana y otras agrupaciones se oye decir lo
mismo. También se dice que las reliquias católico-romanas y los fetiches del
paganismo efectúan milagros.
Todos estos casos de sanidad son de carácter pasajero o
parcial y pueden haber sido debidos a: (a) El curso natural de la enfermedad
que entró en crisis de mejoría: (b) sugestión, o influencia de la mente, sobre
el organismo; (c) intervención satánica.
El don de sanidades en el tiempo antiguo era señal de
apostolado. (2 Corintios 12:12). Los únicos que la palabra de Dios indica que
harán señales y prodigios en estos últimos tiempos son “falsos profetas”. (2
Pedro 2:1; Mateo 24:24; 2 Corintios 11:13). El mismo Señor dijo que los inicuos
harían muchas obras milagrosas en su nombre. (Mateo 7:22, 23).
El completo fracaso en la mayoría de los casos que se
presentan para curación entre los pentecostales, juntamente con la curación
parcial o pasajera de los demás casos, condena el actual movimiento como NO de
Dios, quien es el autor de todo don perfecto Es también de temerse que muchos
de sus más notables casos de curación no admitirían una investigación comprobadora.
—El Mensajero Bautista.
(1)—Como una práctica, lo que no quiere decir que no haya habido casos
aislados —
(2)—Esto no es una autorización para beber vino por costumbre a ¡a mesa ni
en otras partes. — Red.
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