miércoles, 3 de enero de 2018

EL DON DE SANIDAD

El privilegio de sanar enfermos, echar fuera demonios y aun de resuci­tar muertos acreditaba a los apóstoles ante el mundo. Estos milagros no solamente los identificaban con el Señor Jesús; también daban fe de la resurrección de Cristo en cuyo nombre siempre los ejecutaban.
Sin duda él cojo mencionado en Hechos 3, como otros, había deseado por mucho tiempo encontrarse con Aquel que anduvo haciendo bienes y sanando; pero desde el día que llegó a sus oídos la noticia de su muerte en la cruz, habría abandonado toda esperanza de recibir curación por él. Seguramente fue una grata sorpresa para el pobre hombre oír al apóstol Pedro decir: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Con razón se puso en seguida de pie, probando de esa manera su fe y al mismo tiempo demostrando al mundo entero que Cristo vivía aún, y que estos humildes hombres estaban dotados de su poder.
En la historia de los primeros años de la iglesia se notaba muy claramente que conforme el testimonio se iba estableciendo, así menguaban las señales y al fin cesaron por completo según reconocen todos los escritores del primer siglo, incluso las epístolas de los apóstoles en la misma Biblia.
Leemos que Timoteo, Epafrodito y otros enfermaron y, sin embargo, no fueron sanados milagrosamente. Pablo mis-mo, afligido en la última parte de su vida por un malestar crónico, no pudo encontrar alivio. ¡Ya había pasado la época del don de sanidades! (1)
Considérense los siguientes pasajes que se refieren a fechas avanzadas en la vida del apóstol Pablo cuando, según se da a entender por la lectura, va no se ejerce el don de sanidades.
En 2 Corintios 12:9 Pablo dice de sí mismo: “Más bien me gloriaré en mis enfermedades”.
En Filipenses 2:25, 26 dice: “Epafrodito se angustió porque habíais oído que había enfermado”.
En 1 Timoteo 5:23 recomienda a Timoteo: “Usa de un poco de vino por causa de tus continuas enfermedades”, (2).
En 2 Timoteo 4:20 dice: “A Trófimo dejé en Mileto enfermo”.
En ninguno de estos casos se re­comienda el don de sanidades ni se aconseja a los hermanos que busquen un “sanador”, ni tampoco se les regaña por falta de fe.
Muchas, se puede decir la mayoría, de las pláticas y actividades de los pentecostales de hoy, versan sobre el asunto de la sanidad del cuerpo. Los guías o sanadores de este movimiento hacen pensar a sus fieles más en lo físico y temporal que en lo espiritual y eterno. Muchos de los textos de la Biblia que usan para apoyar sus prácticas no son en realidad aplicables. Por ejemplo: Usan Éxodo 15:26 y otros parecidos sin fijarse en dos cosas. Primero: Son promesas dadas en particular a los judíos como nación. Segundo: Se refiere a la inmunidad de las enfermedades y no tan sólo a la sanidad.
En esta dispensación se pueden aplicar todas las promesas y ordenan­zas hebreas a la iglesia de Dios, pero solamente en el sentido espiritual. (Efesios 1:3; Hebreos 10:1).
También dicen que según Isaías 53:4, la sanidad es el derecho de cada hijo. Leyendo en Mateo 8:1, 17 se ve­rá que la profecía de Isaías 53:4 se cumplió antes de que el Señor llegara a la cruz, y por lo tanto es muy distin­ta a la salvación del alma. La palabra “sanados” en el próximo versículo (Isaías 53:5) sí se refiere a la salud es­piritual. Véase 1 Pedro 2:24.
Si alguno ahora pretende tener el don de sanidades, debe mostrarlo en la misma forma que se hacía en tiempos apostólicos. La responsabilidad de la curación descansaba sobre el sanador y no sobre el enfermo. El alivio era instantáneo y completo, sin consideración del carácter o lo avanzado de la enfermedad. La curación era incondicional, y nunca hubo fracaso. Hechos 5:16 dice: “Todos eran curados”. El señor culpó a los “sanadores” cuando no pudieron sanar al enfermo. (Mateo 17:19, 20).
Hay algunos pentecostales que afirman que han sido sanados milagro­samente. Esto no comprueba nada, porque también entre los adeptos del espiritismo, ciencia cristiana y otras agrupaciones se oye decir lo mismo. También se dice que las reliquias católico-romanas y los fetiches del paganismo efectúan milagros.
Todos estos casos de sanidad son de carácter pasajero o parcial y pue­den haber sido debidos a: (a) El curso natural de la enfermedad que entró en crisis de mejoría: (b) sugestión, o influencia de la mente, sobre el organismo; (c) intervención satánica.
El don de sanidades en el tiempo antiguo era señal de apostolado. (2 Co­rintios 12:12). Los únicos que la palabra de Dios indica que harán señales y prodigios en estos últimos tiempos son “falsos profetas”. (2 Pedro 2:1; Mateo 24:24; 2 Corintios 11:13). El mismo Señor dijo que los inicuos harían muchas obras milagrosas en su nombre. (Ma­teo 7:22, 23).
El completo fracaso en la mayoría de los casos que se presentan para curación entre los pentecostales, juntamente con la curación parcial o pasajera de los demás casos, condena el actual movimiento como NO de Dios, quien es el autor de todo don perfecto Es también de temerse que muchos de sus más notables casos de curación no admitirían una investigación compro­badora.
—El Mensajero Bautista.
(1)—Como una práctica, lo que no quiere decir que no haya habido casos aislados —

(2)—Esto no es una autorización para be­ber vino por costumbre a ¡a mesa ni en otras partes. — Red.

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