miércoles, 3 de enero de 2018

MEDITACIÓN

“Porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).


La Biblia está repleta de muestras del cuidado maravilloso que Dios tiene por Su pueblo. Durante los cuarenta años que duró todo el caminar de Israel por el desierto, comieron el alimento del cielo (Éxodo 16:4), tuvieron agua en abundancia (1 Corintios 10:4) y fueron calzados con zapatos que nunca se desgastaron (Deuteronomio 29:5).
Sucede lo mismo hoy en el viaje que todo cristiano emprende por el desierto de este mundo. Para demostrárnoslo, nuestro Señor nos recuerda cómo se preocupa mucho más de nosotros que de las aves, flores y animales. Por ejemplo, habla de gorriones: cada día los alimenta (Mateo 6:26), cada uno de ellos está presente a Su vista (Lucas 12:6) y sin Su consentimiento ninguno cae a tierra (Mateo 10:29). Como dijo H. A. Ironside: “Dios asiste al funeral de cada gorrión”. La moraleja de esta historia es que para él valemos más que muchos pajarillos (Mateo 10:31).
Si viste a los lirios del campo más espléndidamente que a Salomón, cuánto más nos vestirá a nosotros (Mateo 6:30). Si provee para los bueyes, mucho más cuidará de nuestras necesidades (1 Corintios 9:9).
Como nuestro Sumo Sacerdote, el Señor lleva nuestros nombres en Sus hombros: el sitio del poder (Éxodo 28:9-12), y en su pecho: el lugar de los afectos (Éxodo 28:15-21). Nuestros nombres están esculpidos en las palmas de Sus manos (Isaías 49:16), un hecho que inevitablemente nos recuerda las heridas de los clavos que le sostuvieron en la cruz.
Conoce el número exacto de los cabellos de nuestra cabeza (Mateo 10:30). Conoce nuestros movimientos durante la noche y en Su libro lleva cuenta de todas nuestras lágrimas (Salmo 56:8).
El que nos toca, toca la niña de Su ojo (Zacarías 2:8). Ningún arma hecha contra nosotros podrá prosperar (Isaías 54:7).
Mientras que los paganos llevan a sus dioses sobre los hombros (Isaías 46:7), nuestro Dios lleva a Su pueblo (Isaías 46:4).
Cuando vamos por las aguas, por los ríos o pasamos por el fuego, siempre está con nosotros (Isaías 43:2) y en toda nuestra angustia, él está angustiado (Isaías 63:9).
Aquél que nos guarda no duerme ni se adormece (Salmo 121:3-4). Alguien ha llamado a este rasgo particular de Dios “el insomnio divino”.
El Buen Pastor que dio Su vida por nosotros no nos negará ningún bien (Juan 10:11; Salmo 84:11; Romanos 8:32).

Cuida de nosotros desde el principio del año hasta el fin (Deuteronomio 11:12), así nos llevará hasta la vejez (Isaías 46:4). Nunca nos dejará ni nos abandonará (Hebreos 13:5). ¡Dios en verdad nos cuida!

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